Las ideas
que fue elaborando el comandante Guevara a partir de su emergencia en el
proceso revolucionario tanto de Cuba como de nuestra América y el mundo, tuvo
como premisa fundamental el tema de la ética y junto con ello el de la misma
praxis revolucionaria.
Adalberto Santana / Especial para
Con Nuestra América
Desde
Ciudad de México
Estudiando a
Latinoamérica aprendemos también un poquito a conocernos más, y conocemos mejor
nuestras relaciones y nuestra historia. Estudiar Latinoamérica significa
estudiar la penetración imperialista, es decir, estudiar su economía; allí verán los gérmenes de todo lo que está
ocurriendo hoy y nada más.
Cmdte. Ernesto Che Guevara[1]
Decía con suma razón
José Martí en su célebre ensayo Nuestra
América, que “trincheras de ideas
valen más que trincheras de piedra”. [2]
En efecto, es un principio que se ajusta a cabalidad al pensamiento de Ernesto Che Guevara de la Serna (Rosario, Argentina, 14 de junio de 1928 – La
Higuera, municipio de Pucará, provincia de Valle Grande, Departamento de Santa
Cruz de la Sierra, Bolivia, 9 de octubre de 1967).
Han pasado cincuenta
años, medio siglo desde que cayó en combate y sus ideas y ejemplo de su ética
revolucionaria siguen vivos en los
jóvenes, hombres y mujeres que luchan por la justicia social en todos los
pueblos de la tierra. Con suma razón su compañero de lucha, el Comandante Fidel
Castro, afirmaba el 8 de octubre de 1987, en un homenaje a los veinte años de
desaparición física (fecha que quedó en Cuba como conmemoración de su
aniversario) que: “…en las ideas del Che, en el pensamiento del Che hay
principios valiosísimos, de un valor inmenso, que rebasan simplemente ese marco
que muchos pueden tener de la imagen del Che como un hombre valiente, heroico,
puro; del Che como un santo por sus virtudes y un mártir por sus desinterés y
heroísmo, sino del Che como revolucionario, del Che como pensador, del Che como
hombre de doctrina, como hombre de grandes ideas que con una gran consecuencia
fue capaz de elaborar instrumentos, principios que, sin duda, son esenciales en
el camino revolucionario”.
[3]
[3]
Desde esa perspectiva
las ideas que fue elaborando el comandante Guevara a partir de su emergencia en
el proceso revolucionario tanto de Cuba como de nuestra América y el mundo,
tuvo como premisa fundamental el tema de la ética y junto con ello el de la
misma praxis revolucionaria. Así, por ejemplo, cuando se desarrolló en el
oriente de Cuba el desembarcó (2 de diciembre de 1956) de los combatientes que
navegaban en el Granma, a tres días
de aquel hecho y durante el combate del 5 de diciembre, el médico de la
expedición era el Che, y él cuenta en su libro Pasajes de la Guerra Revolucionaria, que tuvo en ese momento que
decidir éticamente que convenía más a lucha insurreccional, o ser médico o
guerrillero: “Quizá ésa fue la primera vez que tuve planteado prácticamente
ante mi el dilema de mi dedicación a la
medicina o a mi deber de soldado revolucionario. Tenía delante una mochila
llena de medicamentos y una caja de balas, las dos eran mucho peso para
transportarlas juntas; tomé la caja de balas, dejando la mochila…”. Esto es,
que en un momento muy específico de la vida la decisión que él tomó fue ir más
allá del individualismo y obró en
beneficio colectivo. Esa situación de combate marcó las premisas de la
prioridad y la sobrevivencia del proyecto revolucionario.
Así, el Comandante
Guevara a lo largo de su vida política mostró esa premisa fundamental que es la
ética revolucionaria. Con suma razón se ha reconocido que su militancia política fue con el Movimiento 26
de Julio (M-26-VII). Se reunió con Raúl y Fidel Castro recién habían llegado
ellos a la Ciudad de México, exiliados de la dictadura batistiana. En casa de
María Antonia (en el departamento de la calle de Emparan), Fidel y Ernesto
Guevara se reunieron por más de 10 horas para incorporarlo a la lucha
revolucionaria que se libraría en Cuba. Desde aquel momento hasta su despedida
de tierras cubanas, el Che, siempre le
tributó su mayor respeto y lealtad producto de su moral revolucionaria. Tal como
lo manifestó en la carta de su despedida (leída por el mismo Fidel
Castro el 3 de octubre de 1965), en ella le afirmaba: “He vivido días
magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los
días luminosos y tristes de la crisis del Caribe”. Agregando: “Otras tierras
del mundo reclaman el concurso de mis
modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad
al frente de Cuba, y llego la hora de separarnos”. Así, concluía manifestando
una vez más el carácter de su misión y
de su pensamiento anti-imperialista. “Sépase que lo hago con una mezcla
de alegría y de dolor: aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y
lo más querido entre mis seres queridos, y dejo un pueblo que me admitió como
un hijo; eso lacera una parte de mi espíritu; en los nuevos campos de batalla
llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la
sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el
imperialismo donde quiera que esté; esto reconforta y cura con creces cualquier
desgarradura”.[4]
En esos años Cuba
vivía, como lo sigue viviendo ahora las políticas injerencista de la Casa
Blanca. En aquellos tiempos de mediados de los años sesenta, la lucha contra la
intervención estadounidense en Vietnam se acrecentaba. Harry Villegas que
combatió junto al Guerrillero Heroico en
Cuba, el Congo y en Bolivia escribió: “En ese mundo en el que muchos dirigentes
estaban sometidos al imperialismo yanqui, es donde Che sintetiza estos
sentimientos martianos y bolivarianos y decide ser coherente con todo lo que
había propugnado en el llamado que hiciera a través de la Conferencia
Tricontinental, en enero de 1966, para ayudar a ese pueblo; a vietnamizar la lucha,
a buscar la solidaridad de los revolucionarios del mundo para la creación de
uno, dos tres y muchos Vietnam”.[5]
Por ello es que en su “Mensaje a la Tricontinental” (publicado en abril de
1967), señaló: “En definitiva, hay que tener en cuenta que el imperialismo es
un sistema mundial, última etapa del capitalismo, y que hay que batirlo en una
gran confrontación mundial. La finalidad estratégica de esa lucha debe ser la
destrucción del imperialismo. La participación que nos toca a nosotros, los
explotados y atrasados del mundo, es la de eliminar las bases de sustentación
del imperialismo: nuestros pueblos oprimidos, de donde extraen capitales,
materias primas, técnicos y obreros baratos y a donde exportan nuevos capitales
–instrumentos de dominación- armas y toda clase de artículos, sumiéndonos en
una dependencia absoluta”.[6]
En virtud de toda una
serie de consideraciones como las señaladas, fue como el Comandante Guevara
renunció al cargo de Ministro de Industrias y en el II Seminario Económico de
Solidaridad Afroasiática realizado en Argel (febrero de 1965), señala el
historiador Sergio Guerra Vilaboy: “…deslizará en su discurso ciertas críticas
a las posiciones de algunos países socialistas hacia los problemas económicos
del Tercer Mundo. Ese fue el preámbulo de su salida hacia el Congo y Bolivia,
donde sería asesinado por el ejército de este último país en octubre de 1967”.[7]
En Bolivia, el Che
Guevara dirigió a la guerrilla a través del Ejército de Liberación Nacional
(ELN), que buscaba generar desde el
centro de Sudamérica, “un movimiento revolucionario que obligara al imperialismo a concentrar
fuerzas en otra dirección” y no únicamente contra Vietnam y Cuba. De ahí que Harry Villegas “Pombo”,
reconociese que: “En más de una oportunidad él nos explicaba que nosotros no
habíamos ido allí para luchar en lugar del pueblo boliviano, sino para ayudarlo
a desencadenar su guerra de liberación. Les decía a los bolivianos que una vez
terminado el periodo de formación y entrenamiento, la carga principal y la responsabilidad de dirección en lo que
concernía a Bolivia recaería sobre ellos. (…) A manera de metáfora explicaba
que la función nuestra no era ni siquiera la de ser el detonador de la lucha,
que realmente el detonador eran los bolivianos y nosotros seriamos el
fulminante que serviría para activarlo. Bolivia significaba el centro del cual
irradiarían las columnas para la independencia del todo el Cono Sur, similar a
lo que fue la lucha en la Sierra Maestra para la Revolución Cubana”.[8]
Cincuenta años más tarde
de aquella caída en combate del Guerrillero Heroico, los pueblos de América
Latina y el Caribe, siguen resistiendo. Las ideas del Che han sido en gran
medida un fulminante que hoy en nuestra América, representan un gran estímulo
de principios anti-imperialistas para hacer avanzar en la conquista del poder
popular y ciudadano como en la misma Bolivia de Evo Morales; en la República
Bolivariana de Venezuela; en el Ecuador de la Revolución Ciudadana; en la
Nicaragua sandinista; El Salvador de Farabundo Martí y otros países con gobiernos progresistas como el de
República Dominicana y el Uruguay. Reconociendo también que se han generado retrocesos
como los golpes de Estado en Honduras (2009), Paraguay (2012), Brasil (2016) y
el triunfo electoral de la derecha en Argentina (2015). Pero a su vez es cierto
que el avance de las fuerzas progresistas apunta a conquistar más espacios
en Chile, Colombia, México y Perú.
De esta manera las
ideas del Che en su parte medular siguen teniendo una gran vigencia, la liberación
de nuestros pueblos en su lucha contra el imperialismo, eleva su nivel de
organización y articulación. Sin duda la era Trump, con sus viejas y nueva
formas de intervencionismo no han concluido, por el contrario. De ahí que la
máxima del Che Guevara sigue teniendo
una gran vigencia en pleno siglo XXI cuando afirmaba: “Y si todos fuéramos
capaces de unirnos, para que nuestros golpes fueran más solidos y certeros,
para que la ayuda de todo tipo a los pueblos en lucha fuera aún más efectiva,
¡que grande sería el futuro, y que cercano![9]
[1] “La influencia de la
Revolución Cubana en América Latina”, Ernesto
Che Guevara. Escritos y discursos,
tomo 9, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1977, p. 197.
[2] José Martí, Obras Completas, tomo 6 (Nuestra América), La Habana, 1975, p. 15.
[3] Fidel Castro, Imagen del hombre nuevo: 8 de octubre de 1987, La Habana, Editora
Política, 1987, p. 23-24.
[4] “Carta a Fidel”, Ernesto
Che Guevara. Escritos y discursos,
tomo 9, p. 394.
[5] Harry Villegas, Pombo, un hombre de la guerrilla del Che,
La Habana, 1997, p. 1.
[6] Ernesto Che Guevara, “Mensaje a los pueblos del
mundo a través de la Tricontinental”, en Ernesto Che Guevara. Escritos y discursos, tomo 9, p. 367.
[7] Sergio Guerra Vilaboy y
Alejo Maldonado Gallardo, Historia de la
Revolución Cubana, Síntesis y comentario, Quito, 2005, p. 147.
[8] Harry Villegas, Pombo, un hombre de la guerrilla del Che, p. 2.
[9] Ernesto Che
Guevara, “Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental”, pp.
371-372.
No hay comentarios:
Publicar un comentario