Donald
Trump ocupó mucho de su discurso en Naciones Unidas para afirmar que fue electo
para defender la soberanía estadunidense. Dijo que todos y cada uno de los
Estados miembros también buscaban defender su propia soberanía. ¿Qué quiso
decir con esto?
Tal
vez no haya ninguna otra palabra en el vocabulario público común de dirigentes
políticos y analistas académicos que tenga tantos significados y usos en
conflicto como soberanía. La única otra que se acerca en confusión es liberalismo.
Es por tanto útil que rastreemos un poco de la historia del término.
Uno
no se encuentra el término usado antes de la creación del moderno sistema-mundo
en el largo siglo XVI. Ésta fue la época cuando las cabezas de ciertos Estados
(notablemente Inglaterra, Francia y España), proclamaron la doctrina de las
monarquías absolutas. Insistían en que el monarca era absuelto de los desafíos
de cualquier persona o institución. Esto por supuesto era una reivindicación,
no la descripción de una realidad.
Lo
que estos monarcas intentaban establecer era la soberanía de sus Estados.
Soberanía para ellos significaba que ningún poder exterior a su Estado tenía el
derecho de interferir en las decisiones de su Estado. También quería decir que
ningún poder al interior del Estado podía fallar en el encargo de llevar a cabo
las decisiones del Estado. La doble orientación (externa e interna), era
crucial al concepto.
Es
obvio que simplemente afirmar la soberanía no fue suficiente. El Estado tenía
que instrumentar estas reivindicaciones. Ningún Estado era entonces, y nunca ha
sido, plenamente soberano, ni siquiera el más poderoso. Pero los Estados más
fuertes lo hicieron y lo hacen mejor que los menos poderosos.
Cuando
decimos de algunos Estados que son hegemónicos en el moderno sistema-mundo, en
realidad queremos decir que pueden interferir, de hecho, en los asuntos
internos de otros Estados. Y en efecto logran mantener su unidad interna. No
enfrentan resistencias institucionales significativas, y mucho menos movimientos
secesionistas.
Estados
Unidos fue un poder hegemónico más o menos entre 1945 y 1970. Impuso su modo en
el sistema-mundo 95 porciento del tiempo en 95 por ciento de los asuntos. Otro
término para describir esto es decir que Estados Unidos era imperialista.
Imperialista es un término negativo y una potencia hegemónica puede lograr, en
gran medida, prohibir su utilización.
Conforme
declina la hegemonía, el imperialismo como término comienza a usarse más
ampliamente. Así también la soberanía. Los países menos poderosos afirman sus
derechos como poderes soberanos para luchar contra los poderes imperiales. Así
Trump estaba en lo correcto, en el sentido de que muchos, tal vez la mayoría de
los miembros de Naciones Unidas hoy, defienden públicamente su soberanía.
Cuando
Trump afirma la soberanía estadunidense, esto es señal de debilidad. Es
precisamente porque Estados Unidos es un hegemón en decadencia aguda, que tiene
que recurrir a usar el mito de la soberanía y rechazar la idea de que las
instituciones supranacionales pueden tener algo que decir de las políticas
estadunidenses. Cuando un Estado báltico afirma su soberanía, está demandando
respaldo contra lo que considera que es la reafirmación de Rusia de su propia
autoridad. Y cuando China afirma su soberanía, busca expandir su poder de toma
de decisiones a nuevas áreas.
Los
movimientos secesionistas nos fuerzan a todos a confrontar nuestra utilización
del término. Cataluña celebra un referendo sobre su derecho a la independencia
soberana. España dice que dicho referendo viola la soberanía española. En la
situación de reivindicaciones directamente opuestas, cada quien debe decidir
cual reivindicación es más legítima. Algunas veces esto puede dirimirse sin
violencia.
Éste
es el caso, por ejemplo, de cuando Eslovaquia se separó de Checoeslovaquia. Y
algunas veces hay guerra civil. Pero dado que ninguna secesión elimina nunca
todas las diferencias en las subcategorías al interior de un Estado, el derecho
a la secesión debe cesar en alguna parte.
El
punto que quiero enfatizar es que la soberanía es un mito, uno que todos
podemos usar, uno que tiene diferentes consecuencias en diferentes momentos del
sistema-mundo. Nuestro juicio moral depende de la totalidad de las
consecuencias y no del mito de la soberanía. Cuando Trump utiliza el término,
tiene implicaciones reaccionarias. Cuando otros lo usan, puede tener
implicaciones progresistas. El término mismo no nos dice nada.
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