Venezuela, contra los
pronósticos de quienes poetizan su caída -retomando la imagen escrita por José
Martí-, está de pie y dio una lección histórica: se puede enfrentar esta nueva
forma de guerra y ganar.
Marco Teruggi / Cubadebate
Algunos análisis de
derecha y de izquierda coinciden en un punto: el chavismo ya no tendría fuerzas
para la batalla. El movimiento histórico sería una imagen despintada de lo que
fue, con capacidad para unos últimos guantazos al aire en una pelea perdida, a
punto de caer por nocau furioso o sobreacumulación de golpes. Así lo repiten
desde hace varios años, cada vez más seguros, y de esa certeza desprenden
conclusiones que escriben en artículos o proyectan en planes para el definitivo
retorno al poder político.
La realidad en cambio,
en los comicios electorales, les quita razón y capacidad política: el chavismo
no solo tiene fuerzas, sino que logra victorias electorales inmensas. Este
domingo fue una nueva prueba de eso, al quedar en sus manos 18 de las 23
gobernaciones en juego. Un resultado contrario a los pronósticos repetidos por
una oposición triunfalista, por los medios de comunicación dominantes que
habían hecho un vacío alrededor de la contienda, y ahora no saben cómo explicar
lo sucedido, salvo con la -predecible e insostenible- denuncia del fraude o no
reconocimiento de los votos hasta el reconteo. ¿Dirán que hubo fraude allí
donde perdieron y reconocerán los resultados donde ganaron?
El chavismo ganó
entonces. La iniciativa política está de su lado: tiene la Asamblea Nacional
Constituyente en ejercicio, con la legitimidad de origen de más de ocho
millones de votos, y un mapa de gobernaciones a su favor. La derecha por su
parte quedó fuertemente golpeada. Por un lado, el ala insurreccional/armada,
centralmente Voluntad Popular (VP) y Primero Justicia (PJ), sumó su derrota de
ayer a la de julio. VP queda sin gobernación, y PJ perdió Miranda, el estado
gobernado por su principal dirigente, Capriles Radonski. En cuando a Acción
Democrática, más propenso a una estrategia electoral, quedó con cuatro
gobernaciones, sin pasar a ser una alternativa/amenaza al chavismo.
Significa que la
derecha sufrió dos derrotas consecutivas en tres meses, sus dos alas quedaron
mal heridas, y sus líderes demostraron no tener liderazgo. Su dependencia hacia
los Estados Unidos y aliados, como la Unión Europea, se torna entonces mayor.
Las señales desde allá se pusieron en marcha aún antes del domingo -¿ya
anticipaban el resultado?- con la instalación del Tribunal Supremo de Justicia
ilegal en la sede de la Organización de Estados Americanos. Es una certeza: el
chavismo pelea contra los Estados Unidos. Si solo fuera un asunto nacional el
adversario político sería pequeño, casi sin posibilidades.
Esto no significa
subestimar las posibles reacciones que puedan desencadenarse desde dentro de
Venezuela, articuladas a lo internacional. El mapa de las gobernaciones muestra
que la derecha quedó con zonas estratégicas: fronterizas y petroleras. En un
esquema de desgaste y asaltos, donde los ataques alternan entre la economía y
la violencia política, esto puede indicar que en esos territorios y nudos económicos
podrían profundizarse algunos de los golpes más fuertes. Es seguro que volverán
a atacar, el conflicto alterna entre sus formas, nunca se detiene.
El chavismo por su
parte queda con la ratificación de la iniciativa política en sus manos, y la
urgencia de resolver la guerra/crisis económica. El resultado de ayer [domingo
15 de octubre] mostró que el tiempo de la política puede imponerse sobre el
tiempo de la economía a la hora de votar, pero ese desgaste económico
representa una erosión permanente en la vida de la gente de a pie, en las
subjetividades, en la batalla cultural. Y así como la dirección ha ratificado
la capacidad para resolver el conflicto político y llevarlo a los votos y no a
la muerte, también ha dado señales de su dificultad severa de resolver esas
necesidades económicas. ¿Es por un problema de modelo, de corrupción, de
ataques internacionales? ¿Una mezcla de todo eso?
Ahí se debe poner la
fuerza, la rectificación interna y las alianzas internacionales -esto último
parece más avanzado, en particular con las alianzas rusas/chinas/indias. La
mayoría de la población, así lo dicen los votos, quiere que sea este gobierno,
este proyecto histórico, el que resuelva los problemas a los que se enfrenta el
país. La derecha sigue sin poder construirse como una alternativa viable, como
una propuesta de país creíble, una solución a las dificultades, producto de su
propia incapacidad política, de leer a la sociedad venezolana, entender las
razones del chavismo, los territorios y pasiones desde donde se gestó y se
renueva este movimiento histórico.
Si se mide en plazos
electorales no queda mucho tiempo. Las elecciones a alcaldes deberían ser
dentro de poco, y las presidenciales en de un año. Con los resultados de las
gobernaciones como indicativos, significa que el chavismo tiene posibilidades
de mantenerse -la economía será clave- y la derecha se encuentro ante más
incertidumbres que certezas. Esto podría traducirse en que intenten acelerar
las acciones, sea para volver a intentar una salida por la fuerza, o para
agudizar el desgaste sobre la población, el caso en la vida cotidiana. Uno de
los planes de la derecha es empeorar el cuadro general para llegar a las
contiendas electorales con el mayor desgaste posible, y traducir el descontento
en votos. Hasta el momento solo funcionó en las elecciones legislativas del
2015 -no es la única explicación de aquellos resultados.
Como se sabe, las
elecciones son un momento dentro del proyecto bolivariano, que se plantea
construir el socialismo del siglo XXI -un horizonte borroso en esta etapa. Es
decir que la revolución es más que las imprescindibles victorias en las urnas,
es centralmente una construcción de poder popular territorial, económico, de
una nueva institucionalidad comunal. Ahí debe volver a ponerse la mirada y
articularlo junto con lo económico. El pueblo venezolano ha demostrado tener la
capacidad para resistir las provocaciones armadas de la derecha, enfrentar el
peso de la economía, y dar los primeros pasos para la sociedad por-venir.
Radicalizar la democracia podría ser una de las tareas para esta etapa.
Venezuela, contra los
pronósticos de quienes poetizan su caída -retomando la imagen escrita por José
Martí-, está de pie y dio una lección histórica: se puede enfrentar esta nueva
forma de guerra y ganar. Eso representa una victoria en lo subjetivo, un
mensaje hacia fuera, una muestra más de que el legado de Hugo Chávez y el
recorrido protagónico de la revolución se arraigaron en las profundidades del
pueblo humilde, y desde esas zonas nace la fuerza en los momentos más difíciles.
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