En un período de dos semanas,
desde el referéndum catalán 1-O y las
elecciones venezolanas 15-O, se ha demostrado que es posible, contra toda
maquinaria conspiratoria, hacer prevalecer valores democráticos en donde de
principio a fin el pueblo se convierte en el principal actor de las decisiones
de su destino.
José Toledo Alcalde / Especial para Con
Nuestra América
Desde Estados Unidos
La transpolitización de la
“democracia liberal” en dos semanas salió
del closet. El rostro oculto de la democracia liberal no soporta más
sobrevivir detrás de bambalinas y gime por mostrar su real personalidad ajena a
los intereses del pueblo. En muy breve tiempo cronológico (kronos), pero históricamente amplio y profundo (kayros), el mundo, ha sido testigo que desde la jurisprudencia
legislativa (Constitución) y más allá de ella existe democracia (Carles
Puigdemont). Fueron dos mecanismos
democráticos los cuales, puestos en escena soberanamente, han demostrado, que a
pesar de no ser elaborados por el pueblo, fue él mismo quien se encargó de su cumplimiento.
Nos referimos al Referéndum y Elecciones vividos en Cataluña y Venezuela.
Cuando el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy aseveró: “El
Ejecutivo defiende para Venezuela lo mismo que para España, en el sentido de
que haya libertad, democracia y respeto a las personas y sus derechos”, lo
tenemos claro, no se refirió a la puesta en escena del pueblo catalán en donde
– desde el ejercicio del derecho a la libre determinación de los pueblos –
salieron al encuentro de las urnas el pasado 1º de agosto decidiendo por su
destino en relación a su independencia político-económica del gobierno español.
La “libertad, democracia y respeto a las personas y sus derechos” que desea
Rajoy para Venezuela se encargó de confrontar agentes, policías, guardias
civiles con fuego y sangre contra el pueblo. Resultado: 893 civiles heridos vs
431 policías y guardias civiles.
Las palabras de Rajoy nos recuerda la lealtad “democrática” con la
cual el dictador Francisco Franco justificó su razón de ser: “El referendo que
pretendía liquidar la Constitución española e independizar a una parte de
nuestro país sin contar con la opinión del conjunto de los españoles
simplemente no ha existido. Se ha evitado con el fundamento de la ley, con el
respaldo de los demócratas, con la determinación de los tribunales y con la
actuación de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado”. Y, a esto, le
llaman democracia!
En Cataluña, el 1 de octubre de 2017 votaron
2.286.217 personas (una participación del 43% del censo). El 'sí'
obtuvo 2.044.038 votos (90,2% del voto válido), por 177.547 del 'no'
(7,8%) y 44.913 en blanco (2%). También hubo 19.719 votos nulos.
Carles Puigdemont, de cara al Parlamento, finalizó su discurso: “Hoy el
Gobierno de Cataluña hace un gesto de responsabilidad y generosidad, y vuelve a
extender la mano al diálogo… Porque queremos ser fieles a nuestra larga
historia, a todos los que han sufrido y se han sacrificado, y porque queremos
un futuro digno para nuestros hijos e hijas, por toda aquella gente que quiera
hacer de Cataluña su tierra de acogida y de esperanza”.
En Venezuela, caso paradigmático del ejercicio de una Democracia
Socialista y Directa, el 15 de octubre de 2017, 18.099.391 votantes fueron
convocados en 23 estados del país. De igual forma, fueron habilitadas 13.559
centros de votación y 30.274 mesas electorales. Todo esto en un contexto de
convocatorias a elecciones presidenciales, congresales, regionales, plebiscitos
y referéndums, que superan a cualquier país del continente. La autenticidad del
sistema político venezolano no está reñida con los valores y principios
democráticos regidos por la Constitución de la Republica Bolivariana. En otros casos la jurisprudencia
constitucional legitima actos totalitarios revestidos de atuendos falsamente
democráticos.
Mientras España (calcando la Ley
Fundamental de Bonn, art.37, vía
coactiva federal) constriñe, paradójicamente, el no derecho a la libre
autodeterminación de las Comunidades Autónomas por medio del art. 155 de la
Constitución, Venezuela garantiza la autonomía y libre determinación de todos
sus ciudadanos y ciudadanas. Mientras España encarcela ciudadanos y ciudadanas
catalanes (caso Jordi Sánchez y Jordi Cuixart), Venezuela libera ciudadanos que
atentaron contra el orden constitucional y la vida (caso Leopoldo López) y
permite – constitucionalmente - la libre determinación del sector opositor (Verbi gratia, antes contaron con 3
gobernaciones, en las elecciones del 15-O ganaron 5).
No entendemos cómo puede seguirse sosteniendo la teoría de la
dictadura venezolana en un país que cuenta con una de las constituciones más
respetuosas de los derechos fundamentales y el sistema electoral más eficiente
del planeta.
Es inaudito observar como la derecha internacional no para de
desgarrar sus vestiduras ante democracias como las desarrolladas y respetadas
por Cataluña y Venezuela. Es innegable como Washington y su leal siervo, la
OEA, respaldan falsas democracias como el representado por Rajoy. Estos falsos
profetas y profetizas de falsos valores humanos y democráticos no duermen
pensando en el momento oportuno para altar y apropiarse – como es de costumbre
– del oro y petróleo como botín de guerra. ¿No es esta la razón de tanta “ira
democrática” del Imperio y sus aliados?
El real rostro de la “democracia liberal” quedó una vez más al
descubierto mostrándose tal cual es: totalitarista, violenta, excluyente,
insensible, dictatorial, por ende anti democrática.
Como parte del proceso de resistencia democrática, catalana o
bolivariana, en contextos de supremacía del
imperio del mercado (totalitarismo de métodos), en un periodo
de dos semanas, desde el referéndum catalán 1-O
y las elecciones venezolanas 15-O, se ha demostrado que es posible,
contra toda maquinaria conspiratoria, hacer prevalecer valores democráticos en
donde de principio a fin el pueblo se convierte en el principal actor de las
decisiones de su destino. Tanto en el caso catalán como venezolano (salvando las diferencias), sobre
la base de la defensa de la identidad histórica, están en juego tres ejes
fundamentales que todo pueblo democrático debería contar como pilares:
dignidad, independencia y soberanía.
No hay lugar para dudas, sin dignidad, independencia y soberanía no
podemos hablar de democracia. De cualquier cosa podemos hablar, menos de
democracia!
Un gran número de pueblos, otrora sojuzgados por cruentas tiranías,
antes cívico-militar, hoy del mercado, han llegado a tal nivel de madurez
política que asumen, cada vez más y sin miedos, su rol histórico más allá de
normativas jurídico-legislativas o imposiciones política y económicamente
nefastas.
Democracia más allá de la Constitución en el caso catalán, democracia
con Constitución en mano tal cual lo enseñó el Comandante eterno Hugo Chávez
Frías en el caso bolivariano. Sea cual fuere la experiencia del Gran Soberano, debe respetarse, sobre
todo, la libre autodeterminación de los pueblos (Erga omnes/ Ius cogens),
caso contrario desde las tribunas callejeras y virtuales, siempre será parido,
con júbilo y esperanza, el grito soberano: ¡No pasarán!
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