En un mundo que, cada
día más, nos
emplaza a decidir entre imperio o humanidad, entre muerte o vida, entre la
opulencia y el dominio de unos pocos, o la justicia, la igualdad y la
democracia profunda para toda esa inmensa humanidad postergada por aquel Norte revuelto
y brutal que todavía nos desprecia, la actualidad del Che está fuera de
discusión.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
El Che junto a un albañil cubano. |
Desde muy temprano, en
1954, como testigo directo del derrocamiento de Jacobo Arbenz en Guatemala
–también con intervención de la CIA-, el Che advirtió que su vida estaría
irremediablemente vinculada a la luchas de los pueblos de nuestra región. “América será el teatro de mis aventuras
con carácter mucho más importante de lo que hubiera creído; realmente creo
haber llegado a comprenderla y me siento americano con un carácter distintivo
de cualquier otro pueblo de la tierra”, afirmó en una carta dirigida a su
madre.
Diez años más
tarde, luego del triunfo de la
Revolución Cubana y de conocer, enfrentar y denunciar la brutalidad del
imperialismo en todos los foros posibles, desde un cañaveral junto a trabajadores
de la zafra a la reunión informal en una empresa nacionalizada, y desde el
mitin político en la isla a la Asamblea General de las Naciones Unidas, el Che
había perfilado ya su altura quijotesca y su proyección universal. “No creo que
seamos parientes –responde en 1964 a una mujer, María Rosario Guevara, quien le
envía una carta desde Marruecos-, pero si
Ud. es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en
el mundo, somos compañeros, que es más importante”.
En su trilogía Memoria del fuego, Eduardo Galeano
describe el asesinato de Guevara con un relato de magistral brevedad: “Una
ráfaga lo acribilla. El Che muere de bala, muere a traición, poco antes de
cumplir cuarenta años, exactamente a la misma edad a la que murieron, también
de bala, también a traición, Zapata y Sandino”; y se preguntaba el escritor
uruguayo: “¿Ha muerto en 1967, en
Bolivia, porque se equivocó de hora y de lugar, de ritmo y de manera? ¿O ha
muerto nunca, en ninguna parte, porque no se equivocó en lo que de veras vale
para todas las horas y lugares y ritmos y maneras?”
En un mundo como el
nuestro, que se debate entre problemas inéditos y acuciantes propios de la
compleja crisis civilizatoria que vivimos –crisis de la civilización del
capital-; en un mundo que mira con temor las amenazas de guerra e
intervenciones militares en América del Sur, Europa, Medio Oriente y Asia,
signo inequívoco de la locura autodestructiva del imperialismo permanente (y de
la camarilla de gánsteres que hoy gobiernan en Washington); y en definitiva, en
un mundo que, cada día más, nos emplaza a decidir entre imperio o humanidad, entre muerte o vida,
entre la opulencia y el dominio de unos pocos, o la justicia, la igualdad y la
democracia profunda para toda esa inmensa humanidad postergada por aquel Norte revuelto
y brutal que todavía nos desprecia, la actualidad del Che está fuera de
discusión, porque no se equivocó en su inclaudicable opción por los desposeídos de la Tierra.
De norte a sur y de
este a oeste, allí donde alguien agita una bandera de lucha por la justicia
social y contra el capitalismo; donde un pueblo se llena de dignidad y se
levanta para enfrentar los atropellos del imperialismo, el legado del Che
–pensamiento y acción- sigue vigente como posibilidad y desafío, pero
especialmente, como ejemplo de una ética y una praxis política de liberación
surgida desde las entrañas del dolor y el sufrimiento de los pueblos, y que se
nutre de su amor y de su esperanza.
1 comentario:
Compañero Mora, no es lo mismo "fusilado" que "ejecutado a sangre fría" y no es diferencia de matices, es de fondo. El "Che" VIVE !
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