Independientemente
de la indignación que ocasiona la represión franquista al pueblo catalán,
también indigna la diferenciación con el que el establishment neoliberal mira a
Venezuela y a Catalunya.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial
para Con Nuestra América
Desde
Puebla, México
El 16 de julio de 2017,
la oposición derechista venezolana hizo una consulta electoral para que los
venezolanos determinaran si querían una asamblea constituyente. Al final del
día, esa derecha aseguró de manera discutible que había obtenido entre 7 y 8
millones de votantes, la mayoría de los cuales habría rechazado la posibilidad
de esa constituyente. El proceso era ilegal y sin embargo el gobierno
encabezado por Nicolás Maduro no interfirió en el mismo, ni efectuó acciones
represivas. Hubiera sido una inmoralidad y una tontería el hacerlo. Como dijo alguna vez el genio tenebroso
Fouché, habría sido “peor que un crimen, un error político”. Una de las batallas de la revolución bolivariana es la de la
legitimidad y en particular la de la legitimidad internacional. La dictadura
mediática internacional ha calificado al régimen chavista como una “sangrienta dictadura totalitaria y populista”.
Hoy la derecha venezolana ha perdido varias batallas políticas y se encuentra a
la defensiva, cuatro de sus gobernadores electos accedieron de marea realista
juramentarse ante la Asamblea Nacional Constituyente. Pero el asedio mediático
y los grandes poderes mundiales no ceden: el actual gobierno venezolano es una
dictadura.
El domingo 1 de
octubre de 2017, pueblo y gobierno de
Catalunya realizaron un referéndum para determinar si los catalanes optaban por la independencia
del país o decidían seguir formando
parte de España. Estado y gobierno españoles arremetieron contra dicha consulta
popular, la declararon ilegal y la satanizaron mediáticamente. El día del
referéndum el gobierno de Mariano Rajoy
arremetió contra la población, intentó decomisar urnas, golpeó salvajemente a los votantes. El saldo del día fue de 893
heridos en esa salvaje represión. No
quiero ni imaginar si ese error político, peor que un crimen en palabras de
Fouché, lo hubiese cometido el gobierno venezolano. Hubiese sido el principio
del fin de la revolución bolivariana. Pero no fue así. Lo cometió “el gobierno
democrático” de Mariano Rajoy quien
según la dictadura mediática, de esa manera trata de mantener el estado de
derecho en España y actúa de acuerdo a
la ley. Hoy estamos en la vísperas de un golpe de estado del gobierno
español contra la Generalitat, la cual virtualmente desaparecerá en el momento que el franquista
Rajoy asuma el gobierno catalán. Se espera la destitución del presidente
catalán Carles Puigdemont y una ola de arrestos que seguirían a los de “los
Jordis”, Jordi Sánchez (presidente de la Asamblea Nacional Catalana) y Jordi
Cuixart (presidente de Omniun Cultural). Ambos se encuentran guardando prisión
por los delitos de sedición. Lo que estamos viviendo en España en el momento
actual es el franquismo revivido.
Independientemente de
la indignación que ocasiona la represión franquista al pueblo catalán, también
indigna la diferenciación con el que el establishment neoliberal mira a
Venezuela y a Catalunya. Como una
dictadura sangrienta al gobierno de Maduro (pese a haber permitido la
realización pacífica de la ilegal consulta de la derecha) y como una gobierno
democrático al encabezado por Rajoy (pese a la represión sangrienta del
referéndum).
He aquí el doble
estándar neoliberal.
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