Hay que rescatar la importancia de las relaciones
de trabajo, en un mundo en el que, más que nunca, la mayoría aplastante de la
humanidad vive del trabajo, por más diferenciadas que sean esas actividades.
Emir
Sader / El Telégrafo (Ecuador)
Conforme los trabajadores fueron logrando disminuir
la duración de la jornada de trabajo, los grandes empresarios fueron
implementando métodos nuevos de explotación de la fuerza de trabajo. Como no
podían disponer de los trabajadores por tantas horas, han tenido que implementar
la productividad del trabajo, la utilización de la mano de obra de manera más
intensa, para mantener e incluso extender la extracción del excedente.
En el centro del capitalismo ese mecanismo ha
permitido un gran ciclo de desarrollo económico, que ha combinado expansión e
integración de amplios sectores de la clase trabajadora. Mientras que, en la
periferia, los mecanismos han sido otros. Llegando retrasada al mercado
internacional, las burguesías periféricas han intensificado la explotación de la
clase obrera para lograr condiciones competitivas en el plan internacional, que
les permitiera encontrar espacios en ese mercado. De ahí que los mecanismos de
superexplotación se hayan desarrollado tan ampliamente en la periferia.
La categoría de superexplotación del trabajo es
parte inherente de la teoría marxista de la dependencia, elaborada por Ruy
Mauro Marini, gran intelectual brasileño, que ha vivido y producido
prácticamente toda su obra en el exilio, en Chile y en México, siempre asociada
a la militancia política, en Brasil en la organización Política Obrera (Polop),
en los otros países en el MIR chileno. Su obra articula una concepción de cómo
en la periferia se combinan la dependencia externa con las condiciones
específicas de la lucha de clases, particularmente de la extracción del
excedente.
Es solo en ese marco teórico que se puede comprender
a cabalidad el significado y el lugar de la superexplotación del trabajo. Se
trata de formas agregadas de explotación, de extensión de la jornada y de intensificación
de la explotación que, combinadas, generan mecanismos que elevan la explotación
muy por encima de las condiciones normales, estructurales de extracción de la
plusvalía. Esos mecanismos, a su vez, bloquean cualquier posibilidad de
expansión del mercado interno de consumo popular, porque se remunera a los
trabajadores por debajo de sus necesidades básicas. De ahí que los modelos de
acumulación en la periferia dependan de las altas esferas de consumo del
mercado y de exportación.
La superexplotación requiere, a su vez, condiciones
políticas para que se efectúe. En Brasil, fue indispensable el bloqueo
salarial para que se diera el ‘milagro
económico’ durante la dictadura militar. Fue el santo del milagro económico. La
dictadura combinó así la represión política con la superexplotación de los
trabajadores. Las restauraciones
neoliberales en países como Argentina y Brasil concentran gran parte del
accionar de los gobiernos en generar las condiciones de elevar la explotación
de los trabajadores.
Los regímenes de excepción, en que el Poder Judicial
ya no es garante del Estado de derecho, en que gobiernan los banqueros, en que
se impone la tercerización de las relaciones de trabajo, en que se retira las
defensas de los sindicatos para defender las conquistas de los trabajadores, en
que se impone el Estado mínimo, con la centralidad del mercado, es el mejor
escenario político para que la superexplotación de los trabajadores se imponga.
Hay que rescatar la importancia de las relaciones de
trabajo, en un mundo en el que, más que nunca, la mayoría aplastante de la
humanidad vive del trabajo, por más diferenciadas que sean esas actividades.
La teoría marxista de la dependencia de Ruy Mauro
Marini es el mejor marco teórico para ese indispensable rescate.
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