sábado, 18 de julio de 2020

Centroamérica y el 41 aniversario de la Revolución Sandinista

En el sentido económico y social, la crisis se ha incrementado en el marco de la pandemia. Los países centroamericanos nos muestran una región política y socialmente balcanizada, lo que aumenta su vulnerabilidad.


Adalberto Santana / Especial para Con Nuestro América

Desde Ciudad de México


Han pasado más de cuatro décadas desde que en Nicaragua triunfaron las fuerzas populares encabezadas por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) contra una de las dictaduras más sangrientas del mundo. La misma que encabezaba la familia del general  Anastasio Somoza García impuesto como Jefe de a Guardia Nacional de Nicaragua por el gobierno estadounidense desde los inicios de los años treinta del siglo XX.   Precisamente cuando ese dictador se convirtió en el representante del imperialismo yanqui en el país centroamericano, al que convirtió en una gran hacienda de su propiedad.
  

Hoy el escenario de la Nicaragua es otro. Quizá mucho más complejo en los inicios de la tercera década del siglo XXI. El país centroamericano famoso también por sus hermosos lagos y volcanes, se encuentra inmerso como la mayoría de los  pueblos del mundo luchando contra un nuevo enemigo, encarnado  en  la COVID-19.  Según  la estadística de la  Universidad Johns Hopkins relativa a la pandemia, la patria del General Augusto C. Sandino,  hasta el viernes 17 de julio de 2020, contaba con 3,147 casos de personas confirmadas de la enfermedad y 99 fallecidos. En tanto otros países centroamericanos tienen estadísticas relativamente más  incrementadas como Costa Rica con 9,969 infectados y 47 fallecidos y El Salvador 11,207 y 309 respectivamente. Siendo mucho más elevadas en el caso de Honduras con 30,967 y 837; Guatemala 32,939 y 1,404; Panamá 50,373 casos de infectados confirmados y 1,000 decesos. Únicamente más reducidas en el caso de Belice con 40 infectados y 2 personas fallecidas. Claro que en el caso beliceño, es el país menos poblado de la región centroamericana con apenas 400 mil habitantes. En tanto que Costa Rica suma un poco más de cinco millones de habitantes, El Salvador más de 6,700 mil pobladores; Guatemala 17,263,000; Honduras 9, 300,000; Panamá 4 y medio millones de habitantes y Nicaragua con casi 6 millones  500 mil  personas. Lo cual nos muestra que en el conjunto de la región centroamericana el crecimiento de la pandemia ha sido impactante y tiende a ser cada vez más relevante. Lo que hace más vulnerable a la región, es el frágil  sistema de  salud centroamericano, así como la vulnerabilidad en el plano económico y social agravado por el impacto del crecimiento y afectación de la coronavirus. Un dato alarmante de esa situación es que en Honduras, señala la historiadora Yesenia Martínez: “La red hospitalaria pública del país está compuesta por 29 hospitales entre nacionales, regionales y departamentales. La pandemia COVID-19 desnudó por completo el débil sistema sanitario del país, el cual años anteriores ya presentaba signos y síntomas de colapso producto de 40 años de abandono” (https://presencia.unah.edu.hn/noticias/construccion-de-hospitales-publicos-en-honduras-una-deuda-de-siempre/).

 

En el sentido económico y social la crisis se ha incrementado en el marco de la pandemia. Los países centroamericanos al mostrarnos una región política y socialmente balcanizada, aumenta su vulnerabilidad. Problema añejo generado desde el colapso en 1839 de la República Centroamericana que llevaba adelante el más grande prócer del Istmo centroamericano del siglo XIX, el presidente Francisco Morazán Quezada. En el momento actual, apunta la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), que el impacto de la crisis en general en América Latina y el Caribe se enfrenta en una posición de mayor debilidad en relación al resto del mundo. Afirma la CEPAL que:  “Antes de la pandemia, la CEPAL preveía que la región crecería un máximo del 1,3% en 2020. Sin embargo, los efectos de la crisis han llevado a cambiar esa previsión y pronosticar una caída del PIB de al menos un 1,8%. Sin embargo, no es de descartar que el desarrollo que la pandemia lleve a previsiones de contracciones de entre un 3% y un 4%, o incluso más. El impacto económico final dependerá de las medidas que se tomen a nivel nacional, regional y mundial”(https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/45337/S2000264_es.pdf?sequence=6&isAllowed=y). Pero en el caso de los países de la América Central, que esencialmente viven de las exportaciones primarias y la mayoría de ellos de las remesas,  verán reducidas el volumen de sus exportaciones a -1,3%.  Elemento que también va a confluir con el desempleo regional de toda nuestra América, pero tendrá un mayor peso proporcional en las subregiones más vulnerables. “Debido a los efectos directos e indirectos de la pandemia, es muy probable que las actuales tasas de pobreza extrema (11,0%) y pobreza (30,3%) aumenten aún más en el corto plazo”.

 

Si a esta situación le sumamos el escenario político regional, sin duda en varios países centroamericanos el conflicto político va a incrementarse. En el caso de Nicaragua, el sandinismo enfrentará a una oposición más beligerante pero a su vez más débil por su fragmentación. Cuestión que también mostrará su debilidad por su dependencia con Washington para las elecciones del 2021. Especialmente si Donald Trump no triunfa en las elecciones del 3 de noviembre de 2020 en los EU. Recordemos que para el actual ocupante de la Casa Blanca, el sandinismo es también un enemigo a vencer junto con los gobiernos de Cuba y Venezuela. La ventaja de las fuerzas progresistas centroamericanas es que Trump parece tener sus horas contadas. Especialmente por el descontento del desempleo que llega a más de 32 millones de trabajadores en la economía estadounidense y por el mayor crecimiento de la oposición al interior de las ergástulas del imperio que se ha aglutinado con la campaña de #BlackLivesMatter  (que de hecho se originó en 2013 y que elevó tremendamente en 2020). Especialmente  con la acumulación de fuerzas progresistas y de la juventud estadounidense que se ha convertido en el movimiento de masas más grande de la historia política de los EU. Situación en la que también figura la coyuntura electoral del 3 de noviembre donde el candidato demócrata Joe Badin, podría sumar los votos anti-Trump.  A la par de que las candidaturas del sector progresista estadounidense, como fueron las de los aspirantes Bernie Sanders y Elizabeth Warren,  en tanto que Sanders se manifestó  por la no intervención yanqui en Cuba y  Venezuela.

 

Así, el domingo 19 de julio de 2020,  se conmemorará en Nicaragua el  41 aniversario de la Revolución Popular Sandinista. No habrá por las condiciones de la pandemia un acto de masas como ha sido la tradición de las últimas cuatro décadas, el ánimo de la mayoría del pueblo nicaragüense se inserta en la acumulación de fuerzas frente a la matriz desestabilizadora que se ha ejercido contra la patria de Sandino. Sin duda en la nueva coyuntura el sandinismo en la época del COVID-19, busca derrotar la  matriz que se ha puesto en marcha para el derrocamiento del gobierno bolivariano en Venezuela. Pero como en otros momentos de la historia centroamericana, la experiencia acumulada del pueblo nicaragüense, es decir, de los hijos del General de Hombres Libres, derrotarán más temprano que tarde a los contingentes del poder imperial. Así, la herencia de Sandino mostrará que sigue viva en la memoria combativa del pueblo nicaragüense.

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