sábado, 30 de enero de 2021

Las relaciones argento trasandinas en pandemia

 Este es el tercer viaje del presidente Alberto Fernández a Chile, luego de su visita a Uruguay y Bolivia. Era imprescindible para el mandatario argentino, reconstruir las relaciones con su par trasandino y, desde la CEPAL, sede de Naciones Unidas, hacer un llamamiento a la unidad e integración de los países de la región en esta catástrofe en que estamos sumidos.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América

Desde Mendoza, Argentina


Nuestras relaciones nunca fueron buenas; siempre fueron de amor y odio conforme el predominio de la influencia porteña. No bien el General San Martín crea y equipa el Ejército Libertador en Mendoza para iniciar su campaña contra el ejército godo, Bernardino Rivadavia le quita suministros indispensables, mientras su amigo Martín de Pueyrredón, asumido Director Supremo de las Provincias Unidas del Sud el 3 de mayo de 1816 a escasos días de la Declaración de la Independencia del Congreso de Tucumán, le envía todo lo que su fortuna puede reunir.

 

Si Buenos Aires estaba dominado por los viejos intereses coloniales fieles al antiguo régimen, Santiago ni cualquiera de las otras capitales de la América Hispana se quedaba atrás. Siglos de enriquecimiento, dominación y explotación del nuevo mundo generaron una clase dominante, ociosa y feroz que perseguía furiosa cualquier rebelión.

 

Pero en la segunda década del siglo XIX el entusiasmo de los patriotas por lograr romper el yugo español desbordaba a los pueblos y se armaba contra el veterano ejército realista que comenzaba a recomponerse luego de la invasión napoleónica.

 

Todo ese siglo estuvo marcado por el expansionismo expresado en el escudo de Chile: “Por la razón o la fuerza”. Su espíritu aguerrido lo llevó a tener conflictos con sus vecinos, desde la ocupación de capital peruana, Lima, hasta quitarle la salida al mar a Bolivia y a mantener encontronazos con Argentina en varias oportunidades. En 1898, los conflictos demoraron la construcción del Ferrocarril Trasandino y terminaron con el emplazamiento del monumento del Cristo Redentor en 1904 con la promesa de no levantarse en armas entre hermanos. Promesa que, desde luego, no se cumplió. Chile siguió corriendo los hitos que marcaban los límites de las altas cumbres en los años sesenta del siglo pasado en Laguna del Desierto, al pie del cerro Fitzroy, y un nuevo enfrentamiento entre las cúpulas castrenses en 1978, terminaron con la mediación del Cardenal Antonio Samoré, enviado por el Vaticano, declarando la paz entre los dos estados. Tampoco es novedad que Pinochet fue un estrecho colaborador con las tropas británicas en la guerra de Malvinas y un factor determinante en la localización de los blancos argentinos.

 

Sin embargo y es necesario destacarlo, hubo otros momentos en donde los ánimos de integración y confraternidad estuvieron presentes como cuando los presidentes Juan Domingo Perón de Argentina, Getulio Vargas de Brasil y Carlos Ibáñez del Campo de Chile conformaron el ABC, donde imaginaron un bloque unido del cono sur, cuya magnitud podía mejorar el poder de negociación con los países dominantes. 

 

Hecho demasiado grandioso para ser tolerado tanto por los países centrales como para sus lacayos locales. Los viejos amos cafetaleros cercaron a Getulio Vargas, quien impotente de actuar, se suicidó en 1954. 

 

El golpe militar de 1955 terminó con el periodo más revolucionario de la historia argentina, sepultando el proyecto de liberación que significaba el ABC e hicieron retroceder la situación del país a épocas degradantes, como la década infame de los negros treinta.

 

Más recientemente, la primera dama chilena, Cecilia Morel, se quejaba de la invasión alienígena que le reclamaba ceder privilegios, apenas días después de las protestas del 18 de octubre de 2019 que irrumpieron sepultando más de medio siglo de esclavitud y sumisión. Hecho que puso de manifiesto que los pueblos no olvidan y siempre están aguardando el momento de tomar el toro por las astas.

 

El exitoso modelo económico chileno, elogiado por las derechas vernáculas, se caía estrepitosamente frente a un pueblo cansado de ser oprimido. Hartos los chilenos no dejaron las calles a pesar de la fuerte represión emprendida por los carabineros, aquel legendario cuerpo creado por Carlos Ibáñez del Campo, temido por sus crímenes en la dictadura pinochetista. En todas las ciudades de sur a norte y de este a oeste hubo constantes manifestaciones que lograron la convocatoria para elaborar una nueva Constitución que reemplace la de la dictadura. 

 

Sebastián Piñera, empresario como Mauricio Macri, como otros de la región, respaldados por el todopoderoso Donald Trump surgieron  a la arena política desconociendo ideologías, historia, amparados por los medios hegemónicos, con la única formación de hacer negocios. De allí que rápidamente desmontaron los mecanismos de integración regional que tanto había costado armar desde la Cumbre de Mar del Plata en 2005 y se centraron en el grupo de Lima, cuyos objetivos se oponían a los de los pueblos que representaban. 

 

En ese agitado 2019, se alegraron del golpe en Bolivia y la persecución que hicieron los rebeldes contra Evo Morales, su familia y los principales miembros del gobierno democrático, manteniendo la cruzada en contra de la sitiada Venezuela, adulando al fantoche Juan Guaidó. 

 

El triunfo del Frente de Todos en Argentina, una experiencia única elaborada por la ex presidenta Cristina Fernández, sin recursos y con los medios en contra, arrasó en las PASO de agosto y abrió el camino al triunfo de Alberto Fernández. 

 

El ingeniero empresario enloqueció y en los tres meses de mandato hizo todos los desmanes posibles para dejar tierra arrasada. No pudo ser reelecto como luego le pasó a Trump, su amigo y patrón mayor. 

 

Después vino la pandemia y cambió todo lo existente. Ese virus diminuto derrumbó paradigmas, contagió, eliminó población y obligó a un recluimiento obligatorio que tiró abajo a la economía planetaria. El desconcierto fue colectivo.

 

El rol del Estado fue fundamental como la concentración de los recursos humanos y materiales y científicos en la contención sanitaria de la población. Donde el Estado había sido desregulado como en el caso de Chile y Brasil, la enfermedad hizo estragos. La lógica del mercado y la iniciativa privada hicieron agua por todos lados. 

 

Piñera tuvo que debatirse entre dos frentes y ante los dos, trastabillaba. El pueblo no cesaba de reclamar, mientras la enfermedad cobraba cada día más víctimas. El fluido comercio terrestre como corredor obligado del Mercosur se vio afectado y tuvo que cerrarse el estricto control sobre el incesante tránsito de camiones de Brasil, Uruguay, Argentina y Chile. Los Libertadores y Horcones no dieron abasto en la contención y espacios de estacionamiento en la alta montaña.

 

Es en este complicado escenario que, el presidente Alberto Fernández viajó esta semana al vecino país con el Canciller, Felipe Solá, el Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, varios ministros y funcionarios, y los gobernadores de las provincias fronterizas: Gustavo Sáenz de Salta, Ricardo Quintela de La Rioja, Raúl Jallil de Catamarca y Sergio Uñac de San Juan. Fue notoria la ausencia de Rodolfo Suárez de Mendoza, la provincia que tiene el mayor flujo de tránsito dado que es el tradicional corredor entre los dos países. Dato que resintió a los allegados del gobernador, cuyo mentor, el diputado nacional y presidente de la UCR, Alfredo Cornejo, es uno de los principales candidatos a presidente para 2023 de la oposición de Juntos por el Cambio, quien no cesa de atacar la gestión de Fernández, sobre todo en pandemia.

 

Este es el tercer viaje del presidente luego de su visita a Uruguay y Bolivia. Era imprescindible para el mandatario argentino, reconstruir las relaciones con su par trasandino y, desde la CEPAL, sede de Naciones Unidas, hacer un llamamiento a la unidad e integración de los países de la región en esta catástrofe en que estamos sumidos.

 

Los medios opositores como siempre han puesto toda la carne al asador, diciendo que la gente protestaba por la visita. Pero sabemos que tiene el objetivo de destruir cualquier posibilidad de fortalecimiento de las relaciones entre los pueblos como viene ocurriendo hace más de dos siglos.

 

Sin embargo, la pandemia puso en evidencia lo bueno y lo malo, la verdad y la mentira, el individualismo consumista y la colectividad solidaria, que nadie se salva solo, como dijo el presidente en la CEPAL, parafraseando al Papa Francisco, llamado que el desconcertado mandatario anfitrión, esperemos que haya escuchado y obligado a reflexionar. 

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