"Argentina, 1985", película nacional, se presentó en Los Ángeles mientras era preseleccionada para competir en la categoría “Mejor película internacional” en los Premios Oscar en la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina
El arte ilumina, el cine es un faro incandescente cuando acomete con hechos históricos que tienen nombre y apellido, muchos de cuyos protagonistas – expuestos o no en la pantalla – siguen vivos, buscando descendientes o restos de las víctimas del terrorismo de Estado.
Pero también significa un baldazo de agua fría para aquellos que invocan el odio y el ejercicio de la violencia todo el tiempo, sabiendo que alimentan el monstruo que habita en las profundidades de cada ser humano que se siente frustrado en sus expectativas de vida, en ese sálvese quien pueda naturalizado desde los medios.
Así lo sienten los realizadores del film, Santiago Mitre, Mariano Llinás y Axel Kuschevatzky – director, coguionista y productores – hombres jóvenes que se hicieron la pregunta: ¿qué hecho histórico argentino contemporáneo nunca fue reflejado por el cine? La respuesta fue inmediata: el Juicio a las Juntas, comentó Kuschevatzky a Roger Koza, de la revista Ñ, continuando …soy de esa generación que se enojó mucho y se sintió traicionada por lo que pasó después en la Argentina. No era necesario que aclarara la intervención de Carlos Menem y lo que vino después.
Hombres jóvenes, gente acostumbrada a la ficción, sabían que se enfrentaban a un hecho histórico delicado, con personajes que habían existido, intentaron reflejar códigos y procedimientos alineados con la realidad, por lo que llevaron a cabo una profunda investigación en la que recopilaron toda la información que pudieron, entrevistaron a las personas que lo protagonizaron y estuvieron alrededor del juicio, sin olvidar que se trataba de una película y tenían la responsabilidad de que fuera atractiva, emocionante.
Para ello fue fundamental mostrar a un Strassera creíble en la piel de Ricardo Darín, un actor laureado con el que ya habían trabajado en La cordillera, quien estuvo entusiasmado con la idea desde el primer momento ya que también es productor, junto a su hijo, el Chino Darín.
Ricardo Darín cuenta la anécdota que, estando filmando en Tribunales, se le acercó alguien que había conocido a Strassera y le dijo: “No te pareces en nada, pero estás igual.”[1]
Era importante mostrar a un hombre común al que le cayó una responsabilidad inmensa y tuvo que optar por hacer lo que tenía que hacer, en un momento en que el aparato represivo militar estaba intacto y ponía en riesgo su vida y la de su familia. De allí los diálogos mantenidos en la intimidad con su mujer y su hijo de 13 años, el actor Santiago Armas, que es un fenómeno, a los que les trasmite sus miedos, sus inseguridades.
Un hecho importantísimo fue contar con el asesoramiento y opinión del ex fiscal, Luis Moreno Ocampo, quien estuvo todo el tiempo observando su rol encarnado por Peter Lanzani.
El jurista, de 70 años, actualmente residente en Malibú y dedicado al cine últimamente, luego de una destacada actuación en organismos y cortes internacionales, sabe más que nadie que es más importante la versión de los hechos que los hechos en sí, que opine que el film, Argentina, 1985, “es mágico” porque permite una reflexión colectiva. La magia es el resultado de esfuerzo, son los héroes de la lucha por la memoria; porque finalmente, sale a la luz la verdad y eso tiene un peso indudable.
Pero avancemos en la somera descripción de los principales protagonistas: los dos fiscales. El primero, Strassera, era un funcionario de carrera del Poder Judicial que había desempeñado varios cargos dentro del período abarcado por la dictadura (1976-1983), también dedicado a la docencia que, como muchos de sus pares si bien sospechaba de lo ocurrido dentro de ese oscuro tramo de la historia, no avanzaba más ni iba en busca de evidencias concretas de las tantas denuncias sobre desapariciones realizadas.
Moreno Ocampo, mucho más joven que Strassera, nunca había ejercido de fiscal, era hijo de una familia de la alta burguesía, con parientes militares y militantes radicales que habían perdido sus fortunas por las apetencias políticas que los rodeaban; no dejaban de estar de acuerdo con la tarea emprendida por las FFAA.
Es muy importante en el film la opinión de la madre de Moreno Ocampo, muy crítica al comienzo, pero va mudando progresivamente hasta colocarse en la vereda de enfrente de lo que estaba, antes del juicio.
Datos éstos fundamentales que se desprenden del film para poner blanco sobre negro en momentos como los presentes, porque convengamos, el “pensamiento Recoleta” ese que ronda las mentes del vecindario de Cristina Fernández, no difiere al de la atmósfera que rodeaba al juicio. Atmósfera que permea todas las épocas y que no deja de representar el añejo pensamiento conservador que vive de espaldas al país y mira con envidia y admiración a Europa y los EEUU, desdeñando con idéntico entusiasmo y urticaria a los indeseables vecinos que llegan en oleadas cada vez más numerosas. Fomentar la xenofobia conforma parte de una plataforma política tácita, como también el uso de la violencia represora de viejo cuño.
Han pasado 37 años de aquel juicio memorable, comparable como anuncian muchos titulares con el de Núremberg por su trascendencia a nivel interno y externo. “Entre abril y agosto de 1985, los seis jueces que integraban la Cámara Federal: León Aslanián, Andrés D’Alessio, Ricardo Gil Lavedra, Jorge Torlasco, Guillermo Ledesma y Jorge Valerga Aráoz, el fiscal Strassera y su adjunto, Luis Moreno Ocampo, recibieron más de 800 testimonios, en 530 horas de audiencia.”[2]
Recordemos también en ese ejercicio obligado de memoria, que el flamante presidente Raúl Alfonsín de la recuperada democracia, creó la Comisión Nacional de Desaparición de Personas CONADEP el 15 de diciembre de 1983, a escasos días de su asunción, nombrando antes de terminar el año al escritor Ernesto Sábato como presidente de dicha Comisión con el objetivo de investigar la desaparición forzada de personas. Fruto de esta Comisión y del esfuerzo colectivo fue el informe oficial publicado en 1984, ahí se suministró testimonio de la desaparición y muerte de más de 8.961 personas durante la dictadura, concluyendo con una serie de recomendaciones para iniciar acciones legales contra los responsables, es decir, los elementos fundamentales para el juicio, publicados en el libro Nunca más, de la editorial EUDEBA en 1984.
En honor a la memoria, verdad y justicia, valores refrescados por Argentina, 1985, vale reproducir el último tramo del alegato del fiscal Julio César Strassera, brindado el 18 de septiembre de 1985:
“A partir de este juicio y esta condena, el pueblo argentino recuperará su autoestima, su fe en los valores sobre la base de los cuales se constituyó la Nación y su imagen internacional, severamente dañada por los crímenes de la represión ilegal...
Los argentinos hemos tratado de obtener la paz fundándola en el olvido, y fracasamos: ya hemos hablado de pasadas y frustradas amnistías.
Hemos tratado de buscar la paz por la vía de la violencia y el exterminio del adversario, y fracasamos: me remito al período que acabamos de describir.
A partir de este juicio y de la condena que propugno, nos cabe la responsabilidad de fundar una paz basada no en el olvido sino en la memoria; no en la violencia sino en la justicia.
Esta es nuestra oportunidad: quizá sea la última.
Señores jueces: quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria.
Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino.
Señores jueces: ‘Nunca más’.”
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