sábado, 27 de mayo de 2023

Argentina: La Plaza del 25 de Mayo, sobre llovido, mojado

 Como en aquel lejano 25 de mayo de 1810, la histórica plaza se llenó de cientos de miles de simpatizantes convocados por la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner para celebrar los 20 años de la asunción al gobierno de Néstor Carlos Kirchner, el desobediente – según su propia definición. 

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

Como en aquel lejano día perdido en la memoria de las imágenes del imaginario patriótico y simbólico de nuestra identidad nacional, llovió con intensidad, hecho que no restó para nada el entusiasmado fervor ni la presencia de miles de argentinos y argentinas seducidxs por la palabra y la presencia de aquella mujer elevada por propios y ajenos, pero sobre todo por la furiosa oposición, al rango de mito viviente. 
 
Dirigente apasionada y militante de alma que señala el futuro camino a seguir para el relevo de la gestión del país en los próximos años. Sobre llovido, mojado.
 
¿Quiénes estuvieron en el palco? Los más íntimos, los del círculo áulico, los de confianza. Todos pegaditos como en misa, una misa profana y familiar, Máximo Kirchner, su ex compañera, Rocío García y sus hijos; su cuñada, la gobernadora de Santa Cruz, Alicia Kirchner; el ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro; el ministro de Economía, Sergio Massa; el gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof; el gobernador dela Rioja, Ricardo Quintela; los massistas, Cecilia Moreau y Felipe Solá; el referente de La Cámpora y ministro bonaerense, Andrés “El cuervo” Larroque; el Secretario de la CTA y diputado nacional, Hugo Yasqui; el titular de la UOM, Abel Furlán; el secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Zanini; el senador nacional, Oscar Parrilli y la ex ministra de Seguridad, Nilda Garré.
 
Quien no estuvo fue el presidente Alberto Fernández, quien luego de asistir solo al último Tedeum, dado por el cardenal Mario Poli, última ceremonia para él también, partió hacia Chapadmalal. 
 
Agotado y ausente, el rostro del presidente mostraba las secuelas del esfuerzo extraordinario que tuvo que realizar para conducir el país en su peor momento, con un estado desguazado, un ministerio de Salud rebajado a Secretaría, hospitales en ruinas, sumido en gravísimas crisis internas y externas, lidiando con un endeudamiento artero y atroz, una pandemia desconocida, los efectos de una guerra ajena y una horrorosa sequía que lo dejó sin reservas. 
Cumplió con la misión encomendada. No le pidamos más, al menos los del palo que para eso, está la crítica odiadora que siempre está buscando carne para picar. Ellos están para eso, les pagan para que al país le vaya mal, mientras engordan sus bolsillos. 
 
Dentro de la estrategia trazada en mayo del 2019, Alberto Fernández hizo lo que pudo, tal vez no pudo con la negociación de la deuda del Fondo y, a pesar de la recuperación económica, ésta no se vio reflejada en la recuperación del poder adquisitivo de los salarios de los trabajadores. 
 
Pero… que sólo hagan blanco en la inflación, la misma que digitan los grandes productores de alimentos, es de una desvergüenza descomunal. Pero bueno… eso ya lo sabemos. 
 
Ingenuo sería dar algo de crédito a su prédica mentirosa. De allí que siempre volvemos a la influencia de los grandes medios y el ejército de trolls que maneja las redes y a la manipulación constante de la subjetividad colectiva.
 
Tal vez, la dividida, desconcertada y aterrada oposición ha sido la que más se dedicó a tiempo completo a realizar la exégesis del acto, los entretelones de su convocatoria y las debilidades y fortalezas de cada párrafo del discurso dado, como cada expresión, énfasis y pausas de su autora; siendo el canal La Nación + de propiedad del empresario ex presidente quien diseccionó con más detalle todo lo ocurrido durante la extensa jornada. Paso a paso fue recorriendo el escenario, los presentes y la inmensa multitud llegada desde todos los confines de la patria, desde esa Argentina profunda descripta por la más grande dirigente política argentina de las últimas décadas.   
 
Su discurso se centró en cuatro grandes ejes, además de su insistencia sobre la necesidad de reflotar el ejercicio de la soberanía nacional en todo su extenso y delicado significado para la dignidad como estado independiente, como para el ejercicio de la gobernabilidad de quienes tienen la responsabilidad de ejercer el mando, como la de los mandados, quienes también deben ser respetados en los derechos adquiridos y una justa distribución de la riqueza. Punto último éste que viene reiterando desde la salida de la pandemia y las negociaciones por la deuda con el Fondo. De lo que se desprende que “la deuda se otorgó por consideraciones políticas y por lo tanto, debe tener una solución política”. 
 
Tiene que ser la propia Argentina la que proponga la forma en que tendrá que pagar. Para esto se necesita consolidar unidad interna sobre este punto, de lo contrario es muy difícil sostenerlo. De la misma manera que es muy difícil llegar a un acuerdo sobre este punto con los responsables internos del desastre. El macrismo no hizo autocrítica. Es un enfoque para ser llevado al Congreso y sacarlo por mayoría y para eso se necesita una elección importante que les garantice un fuerte bloque de legisladores.
 
El otro eje se basó en la experiencia de la mayoría de los países que han logrado un desarrollo significativo de su economía a través de una alianza entre lo público con lo privado. Es difícil que el capital concentrado, el dispositivo sojero y los archirreaccionarios de las tecnológicas acepten esta idea. Pero hay miles de medianos y pequeños productores y empresarios que pueden ser convocados. Algo que ya Perón hizo a través de la Confederación General Económica a su regreso en los ’70.
 
La vicepresidenta hizo un mea culpa de lo ocurrido con la 125 en 2008, donde los pequeños y medianos empresarios agrupados en la Federación Agraria al no ser escuchados, se pasaron a la vereda de enfrente. Esto sin tener en cuenta el voto vendido del entonces vicepresidente a cargo del Senado, Julio Cleto Cobos, se excusó con aquel vergonzante, “mi voto no es positivo” y que su ministro de Economía era Martín Lousteau, actual senador nacional opositor. Traiciones aparte, porque de eso no se habla.
 
El tercer eje se centró en avanzar hacia la construcción de un gran acuerdo político entre todas las fuerzas para renovar el pacto democrático que prevaleció hasta el surgimiento del discurso de odio contra el adversario político. El país tiene constancia de que este discurso deriva irremediablemente hacia la violencia, como fue el atentado contra su vida. Es un discurso que la derecha no usa si cree que va a ganar. Cuando siente que su adversario crece, saca a relucir el “chorra”, “corruptos” y demás insultos que forman una cortina de humo para evitar el debate político, porque es el terreno donde son más débiles.
 
El cuarto eje es la transformación de un sistema de administración de justicia anacrónico, con formas feudales. Son temas para mejorar el sistema republicano y la convivencia democrática de los argentinos. Y es posible que en ninguno de ellos se llegue al cien por ciento de cumplimiento. Pero la sociedad tiene que empezar por incluirlo en la agenda de los pasos imprescindibles y emprender la búsqueda hacia esos objetivos.
 
Más allá de ello, la crítica se centró en la Suprema Corte de Justicia, una rémora monárquica, nadie sabe dónde viven, cuánto ganan, cuánto tienen como tampoco pagan ningún impuesto; tampoco acatan las observaciones emanadas de los órganos de control establecidos en la Constitución Nacional, como lo fue el Informe de la Auditoría General de la Nación respecto de las irregularidades observadas en la tramitación del mayor préstamo otorgado por el Fondo Monetario Internacional a un país, como el que le fue concedido a la administración Macri, cuyas consecuencias tienen con la soga al cuello al pueblo argentino.
El descrédito generalizado impuesto en la sociedad por los actos de los supremos, dos de los cuales entraron por la ventana gracias a los Decretos de Necesidad y Urgencia del ex presidente, fueron de alguna manera teatralizado por un grupo de actores en un momento determinado en un espacio de la plaza, donde cuatro encapuchados perseguían a otra actriz, representando a la Justicia, una justicia ciega que intentaba escapar de sus perseguidores haciendo malabares con la balanza en una mano, mientras ellos, le escondían la espada, el otro atributo inseparable que la identifica.
 
Todo está claro, cualquier analista extranjero no dudaría en su renunciamiento como tampoco de su extraordinario liderazgo, capaz de mantener en vilo a toda la caterva política derechosa, mascarón de proa del empresariado ultraconcentrado que responde a sus patrones extranjeros.
 
La suerte está echada por largo tiempo. Un tiempo que excede un mandato. Un tiempo de formación y fortalecimiento de los nuevos cuadros políticos que custodien y desarrollen el proyecto nacional y popular acorde con los convulsos tiempos que se vienen. Un tiempo de acción para la “generación diezmada”, aquellos niños recuperados de los campos de concentración de la sanguinaria dictadura, como es el caso del ministro Eduardo “Wado” De Pedro, cuyos padres fueron desaparecidos y él, de escasos meses de vida, fue dejado por los secuestradores con un vecino; él como tantos hijos y nietos recuperados por las madres y abuelas, ahora tienen que tomar la posta. Más claro, agua. Sobre llovido, mojado. Quien quiera oír, que oiga.

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