Marlene Vázquez Pérez / Para Con Nuestra América
Desde La Habana, Cuba
A veces advierte las diferencias sociales entre la población, ya que unos podrán celebrar abundantemente, y cederán al lujo y la ostentación, y habrá mucha familia humilde, con padres tristes por no poder satisfacer la fantasía de sus pequeños con un solo regalo. No obstante, la prosa seductora de Martí en este tema se presta a reflexiones más profundas, pues su capacidad asociativa nos revela el carácter universal de la festividad, y los nexos que guardan los símbolos navideños con otras épocas y culturas. Veamos:
Ved! Aquí pasa un árbol de Christmas, es de bálsamo, porque son tenidos por vulgares, y se dejan para gente modesta, los de pino y los de cedro. ¡Ved, corona de flores y hojas secas que vienen de Alemania! ¡Cuánta estrella, hecha de mirtos y siemprevivas! ¡Cuánta guirnalda, hecha de laurel y acebo! ¡Cuándo adorno valioso, que se colgará luego en las paredes del comedor engalanado, y en puertas y ventanas! ¡Ved el muérdago, la rama sagrada de los galos, ante la cual juraban las sacerdotisas y los druidas eterno odio a César, y cuyas palmas verdes, a los acentos bélicos de la magnífica Velleda, postraban en el bosque misterioso, en la pálida luz de noches tibias, frente a los mudos y divinos dólmenes! ¡Ved estas violetas, que son de Nápoles y Parma! Ved esos cestos de rosas, grandes rosas de Francia; de claveles encarnados; de inmortales amarilis, que vienen de Italia; de jacintos rumanos; de camelias japónicas! ¡Y tomadlas y ponedlas junto a la cuna de vuestro último hijo, que es mi don de Pascuas![1]
Sobre Jesús –cuyo nacimiento es motivo de las celebraciones pascuales–, su trascendencia simbólica y alcance ético dentro de la obra martiana mucho se ha escrito. Pero en estos días navideños, marcados por la tristeza que provocan las noticias del genocidio que tiene lugar en Palestina, donde no habrá alegría, sino desolación y angustia; donde no habrá nacimientos en Belén, sino una ciudad vacía mordida por las balas y el odio, vale la pena revalorar estas palabras de Martí, alusivas al ejemplo de sacrificio, altruismo, inspiración y vocación de servicio que el ser humano debe encontrar en Cristo, por encima de credos religiosos o motivaciones ideológicas. En un mundo en crisis, lacerado hasta la raíz por la ambición y la indiferencia, urge mantener vivo el ejemplo del amor y la concordia, de la honradez y la entrega, siquiera para mantener viva la luz de la esperanza en un mundo más justo y demostrar que no cejamos en el empeño de construirlo permanentemente:
No hay, pues, que emprender ahora cruzada para reconquistar el Santo Sepulcro. Jesús no murió en Palestina, sino que está vivo en cada hombre. La mayor parte de los hombres ha pasado dormida sobre la tierra. Comieron y bebieron; pero no supieron de sí. La cruzada se ha de emprender ahora para revelar a los hombres su propia naturaleza, y para darles, con el conocimiento de la ciencia llana y práctica, la independencia personal que fortalece la bondad y fomenta el decoro y el orgullo de ser criatura amable y cosa viviente en el magno universo.[2]
De igual manera, reconoce que hay motivaciones menos trascendentales, apegadas a la contingencia de la vida cotidiana, y que el ser humano necesita de esas pequeñas alegrías y placeres comunes para reponerse de las fatigas y emprender nuevos ciclos de la existencia bajo otros auspicios: Reunirse, festejar en familia, compartir el pan y la amistad, con generosidad y cariño, reponen las fuerzas para un futuro esperanzador:
Nada es en la verdad de la vida, un año que acaba, ni otro que empieza; pero el hombre […] en el choque trágico e inevitable del egoísmo desidioso y la abnegación activa, que es, a fin de cuentas, la historia toda del mundo, gusta y necesita de detenerse de vez en cuando en el camino, para limpiarse del rostro la sangre y el sudor, y volver al cielo los ojos de su esperanza.[3]
Ello no le impide insistir en el deber supremo de los cubanos, ya en los preparativos de la Guerra necesaria, en un artículo publicado en Patria, y fechado el 6 de enero de 1894. En el mismo da cuenta de la terrible situación de desamparo y miseria que atravesaba la Isla bajo el gobierno colonial, y del egoísmo de los que en tierra extranjera se prestaban a los juegos del anexionismo y al cuidado de la propia riqueza, desentendidos del dolor mayor de los compatriotas que resistían en la tierra de origen. Concluye así sus reflexiones al respecto: “¡Para un pueblo esclavo no hay más año nuevo que el que se abra con la fuerza de su brazo por entre las filas de sus enemigos: el primer día de año nuevo será el primer combate por nuestra libertad!”.[4]
Invito a la lectura completa de este último artículo que he citado (“El año nuevo”), el cual, salvando las distancias, nos debe servir de inspiración para reflexionar y accionar en el ya cercano 2024. Que la paz, la unidad y la laboriosidad de sus hijos abra una etapa superior para la heroica patria de Martí.
*La autora es la directora del Centro de Estudios Martianos en La Habana, Cuba.
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