En momentos en que el conflicto bélico en el Medio Oriente pareciera trascender los límites regionales, continúa la tensión internacional sobre las elecciones de Venezuela. Ambos sucesos hacen parte de la disputa por la geopolítica global. Veamos por qué.
Desde Colombia
Así, de nuevo se preparó a una opinión pública internacional, desconcertada por las cifras de la emigración venezolana. Cifras que, por lo demás, manejan a su conveniencia, como lo vemos en el caso de Colombia.
La demora en el escrutinio exacerbó la situación. Las autoridades electorales denunciaron un saboteo informático, aunque aclararon que, aun así, el proceso se ajustaba a los plazos legales institucionales.
Todo esto llevó a una movilización social, a favor y en contra del Gobierno, promovida desde ambos lados. Nuevamente los medios internacionales magnificaron el descontento y la violencia e incluso recurrieron a fotos de otros lugares del planeta. Por supuesto que hicieron abstracción del apoyo al Gobierno.
Lo cierto es que el enfrentamiento por el poder en Venezuela debe entenderse en un contexto histórico y geográfico más amplio. Empezó a expresarse desde cuando el comandante Chávez llegó a la presidencia hace 25 años y, junto con Lula desde Brasil, encabezaron la primera ola de gobiernos progresistas en la región.
Ejercieron un claro liderazgo en la defensa de la soberanía nacional, el desarrollo de una política internacional y de un modelo de integración autónomos. Desafiando los mandatos neoliberales, priorizaron la lucha contra la pobreza, el reconocimiento de los derechos y la dignidad de poblaciones diversas, históricamente excluidas.
Chávez propició la nacionalización del petróleo y puso en jaque los intereses de las grandes multinacionales y de la vieja oligarquía venezolana, una de las más corruptas del continente.
El país posee las mayores reservas petroleras del mundo y uno de las mayores en gas y en oro. Por eso, los viejos y nuevos poderes coloniales no perdonan a Chávez y a su sucesor.
En medio de muchas dificultades y ataques permanentes, Venezuela ha logrado avanzar en un proceso no exento de errores. Sin embargo, la responsabilidad principal de la crisis económica y social la tienen las numerosas sanciones de todo tipo, que fueron incrementadas durante la Administración Trump y han golpeado muy duro a su población.
Pero también el Gobierno ha sufrido ataques directos a su estabilidad, intentos de invasión y de golpe de Estado, impulsados desde el territorio colombiano, con la complicidad de la ultraderecha latinoamericana, cada vez más organizada.
María Corina Machado es la mejor representante de ese sector. Tiene una clara trayectoria de conspiración y traición a su país. Se mueve en las altas esferas del poder en Washington. Ha llamado a intensificar las sanciones, a la invasión, a confiscar los recursos de Venezuela, para lo cual se prestó el figurín de Guaidó.
Es cercana a Milei, a Álvaro Uribe y a Netanyahu. Todo un coctel explosivo. Pero la llamada comunidad internacional se sorprende de que su candidatura fuera inhabilitada.
Es clarísimo, entonces, que lo que quieren es un gobierno incondicional frente a EE.UU., que le garantice el control del petróleo, sin ninguna restricción. Quieren convertir al país en un nuevo bastión de la ultraderecha, lo que le permitiría amainar la honda crisis económica que vive, ante el avance incuestionable del mundo hacia el multilateralismo.
En la actual fase de la disputa, Venezuela ya ganó un round muy importante. El 1 de agosto, el secretario de Estado, Antony Blinken, afirmó tener “pruebas abrumadoras” de que el candidato opositor “logró la mayoría de los votos” en las elecciones. Pero cinco días después, el portavoz del Departamento de Estado, sostuvo que Washington “no está en el punto” de considerar ganador a González.
¿Qué pasó entre los dos anuncios? Maduro anunció que le otorgaría a los BRICS la explotación del petróleo concesionado a las empresas estadounidenses. De hecho, Venezuela está a punto de ingresar a dicha organización.
Lo que sí es claro es que hay un descontento del pueblo venezolano frente a sus condiciones de vida. Como señala Sergio Rodríguez en reciente artículo, a este respecto, el Gobierno debe atender tres problemas básicos: bajos salarios, deficiencia en los servicios públicos y escaso abastecimiento de combustible para los hogares.
Por último, el pronunciamiento conjunto de los presidentes de Brasil, México y Colombia resalta la necesidad de resolver las controversias por la vía institucional y respetar la soberanía del pueblo venezolano.
Petro ha hecho un llamado de alerta frente a un posible enfrentamiento entre Colombia y Venezuela, promovido por los intereses del petróleo, que sería catastrófico para los dos países y para la paz regional.
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