Francisco deja una vara muy alta en el liderazgo mundial, más allá de credos y posiciones ideológicas. Es de esperar que su impronta acompañe el Cónclave que elegirá a su sucesor.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina
La muerte del Papa ya comenzó a derramar ríos de tinta con el objeto de desarrollar artículos y ensayos alrededor del mundo y en todas las lenguas. Algunos más eruditos, otros más sencillos, entre cuyos humildes admiradores me incluyo y, con la obligación moral y, porque no decirlo también, como orgulloso compatriota; contemporáneos, nos ha tocado vivir épocas de armonía y crecimiento, como también de horrorosas persecusiones y violencia extrema como la última dictadura militar, cuyo juicio también lo tuvo en el banquillo declarando por la desaparición de dos compañeros jesuitas. Libre de culpa y cargo por aquel tribunal en 1985, su acción pastoral y su elección por los pobres de la tierra, ha sido lo que ha marcado su paso por el Vaticano.
Dentro de las características que lo destacan es, que a diferencia de quienes lo precedieron, Francisco no dejó de ser una persona común, un hombre de a pie, de barrio. Un hincha de fútbol que asistía a la cancha de San Lorenzo de Almagro y disfrutaba de los goles como el que más. Supo reconocerlo hasta durante su papado, como lucía su camiseta o la de la selección argentina de fútbol.
Muchas de sus múltiples facetas fueron inmortalizadas en el film Los dos Papas, donde fue interpretado por el actor inglés Jonathan Price y de joven, por el argentino Juan Minujín: en tanto que, de Benedicto XVI lo hizo Antony Hopkins, quien también se destaca como celebrado pianista.
A seis años de su estreno, los diálogos cobran una actualidad asombrosa; las discusiones violentas y descalificadoras de Benedicto durante las primeras escenas donde es recibido en el Vaticano el cardenal Bergoglio, quien insiste en renunciar, exacerban las diferencias entre dos posturas encontradas de la Iglesia, una conservadora y cerrada y la otra abierta y condescendiente con quienes se han alejado de la institución por no sentirse representados. El estudioso solitario e intransigente y el hombre de la calle que conversa con el jardinero del Papa, ponen de manifiesto la manera con que Francisco abordó su rol ecuménico y siempre defendió y que, los guionistas del celebrado film tuvieron en cuenta al abordar un tema tan controvertido. Verlo luego del deceso del Santo Padre, conmueve mucho más y destaca su enorme humanidad.
Entre las rarezas que han circulado en torno a su afición futbolera, San Lorenzo publicaba que tenía como socio el número 88.235 y había partido a las 2,35 hora argentina. Joge Bergoglio estaba orgulloso de ser “cuevo”, apodo con el que con son conocidos los “gauchos de Boedo”. Eso luego de publicar que el estadio llevará su nombre y una serie de homenajes que se realizarán en su nombre, al igual que la Asociación de Fútbol Argentina, la popular AFA.
Francisco también era un consumado de la música porteña y de joven había sido bailarín antes de ingresar al seminario. Se dice que su tango favorita era La cumparsita, de Gerardo Matos Rodríguez.
Se despojó de atributos tradicionales como los célebres zapatos rojos que, en la tradición bizantina representaba, en el que el rojo el poder. Francisco continuó con el calzado que había usado desde siempre en Buenos Aires y le daban comodidad. Simplificó atributos y ceremonias y llevó a cabo un ordenamiento administrativo y financiero colosal, algo que su antecesor Benedicto no pudo realizar. Idéntica campaña llevó a cabo con la persecución de la pedofilia entre los sacerdotes, llegando a destituir al cardenal norteamericano, Theodore McCarrick de 88 años en 2019. Los sectores ultra conservadores, como el Opus Deis, se negaban a aceptar su autoridad y al pedido papal de modificar sus estatutos, ya había rechazado la primera propuesta y estaban por entregar una segunda, habiendo sido amonestada la organización, en cuya cúpula admite laicos que ocupan lugares destacados en la conducción de las sociedades de cada país; de modo que en esta instancia, quedarán a la espera de ver quién va a conducir los destinos de la Iglesia.
Al respecto, en estos días se está presentando el libro: Te serviré, de la periodista, Paula Bistagnino, editado por Planeta en 2024, haciendo referencia a las grandes fortunas que concentran los miembros de la organización y el uso discrecional que hacen de los mismos en la sociedad.
Desde que fue elegido Papa no volvió a Argentina. Sin embargo, estaba presente todo el tiempo, al punto de haber pedido con antelación ser enterrado en la Iglesia de Santa María Mayor a cien metros de la Embajada argentina en Roma.
Su decisión desde el primer momento de vivir en la Casa de Santa Marta en lugar del Palacio Apostólico marcó su austero modo de vida.
En febrero de 2016 me encontraba en la Ciudad de México, cuando fue la visita del Papa. México, país que separó el Estado de la Iglesia con las Leyes de Reforma de Benito Juárez a mediados del siglo XIX, es un país eminentemente católico. Desde una semana antes de su llegada, familias de todo el país se agrupaban en las cercanías del Zócalo y la iglesia de Guadalupe. Era conmovedor observar la devoción de familias completas, padres, hijos, abuelos y nietos, esperando que pasara por la avenida Insurgentes rumbo a la Nunciatura Apostólica, lugar donde se hospedaría durante su estancia en el DF. Allí advertí por primera vez en primera persona el carácter político que le imprimió a su gestión desde un primer momento. Cada lugar elegido para dar su mensaje pastoral tenía un objetivo claro, abrazar a los más necesitados, insuflar esperanza y fe entre quienes las circunstancias los habían llevado al delito, al narcotráfico especificamente y denunciar y reprender a quienes eran indiferentes y responsables de tanta injusticia. Eran tiempos de Enrique Peña Nieto y su gobierno hacía alarde de una época infame. Estuvo en Ciudad de México, el Estado de México, Chiapas, Chichuahua y Morelia, Michoacan. Se despidió en Ciudad Juárez, frente a la frontera con Estados Unidos, gobernado por primera vez por Donald Trump; ya en su viaje de vuelta comenzó a ser agredido por el presidente norteamericano. Un detalle de lo que sería después.
Previo al arribo a la capital mexicana, hizo escala en el aeropuerto internacional JOsé Martí de la Habana, Cuba, donde tuvo un encuentro con Cirilo, el patriarca de Moscú y toda Rusia; esta fue la primera vez en casi mil años que los líderes de las Iglesias católica y ortodoxa rusa se encontraron cara a cara. Esto no ocurría desde el Gran Cisma de 1054, donde diferentes causas separaron a los cleros de Occidente y Oriente. La capital de la Iglesia católica se volvió Roma y la capital de la ortodoxa fue Moscú.
Francisco inspiraba amor y confianza y muchos de los que estábamos presente en aquella ocasión en la capital mexicana, nos reencontramos con la fe, algo tan íntimo que por diversas situaciones se debilita. Allí, su presencia y la cercanía de la Virgen de Guadalupe, obraron el milagro; un milagro que no fue posible en ocasión de la visita a Mendoza de Juan Pablo II, cuando se celebró en 1980 el Congreso Mariano Nacional. No participé de ninguna ceremonia, era un joven rebelde y estaba fresca la alianza con Ronald Reagan, Margaret Tatcher y la condena por parte del sucesor de Pedro a la Iglesia latinoamericana, que muchos le dimos la espalda a toda la pompa que recibió el polaco.
El Sábado de gloria, cuando aún el Papa vivía, no sé por qué azarosas razones vi un reportaje que el periodista Jorge Fontevechia le hizo a Francisco hace dos años. Fue una entrevista extensa donde pudo explayarse de muchos temas, incluso de profundizar en reflexiones que utilizó en sus trabajos ecuménicos.
En la exhortación apostólica Evangeli gaundium acerca de la dimensión de la evangelización, el papa Francisco abordó el tema del bien común y la paz social. En ese contexto postula cuatro principios: el tiempo es superior al espacio; la unidad prevalece sobre el conflicto; la realidad es más importante que la idea, y el todo es superior a la parte.
El tercer principio fue retomado más tarde en la encíclica Laudato si, en el pasaje en el que se nos invita a enfrentar la crisis ecológica pensando en el bien común y avanzando por el camino del diálogo.
Cada sentencia papal es una exhortación a la reflexión para ser aplicada en nuestra vida cotidiana como guía de comportamiento, sobre todo en los momentos críticos por los que atravesamos. Cada uno de estos principios nos pone a prueba interiormente y pone a prueba también nuestra vida en comunidad, por más pequeña que sea ésta. Hecho del que no escapa nadie.
Como podemos observar, los consejos de Francisco van mucho más allá de divulgar y promover la práctica del Evangelio, sirven tanto a racionalista. Agnósticos, ateos o personas de otros credos religiosos; tienen un alcance universal, llevan paz y armonía en momentos donde las tensiones hegemónicas y los conflictos bélicos se multiplican por doquier y las grandes mayorías padecen las mayores injusticias y comen de las migajas de una distribución avara y egoísta. Un mundo para una ínfima minoría que disfruta concentrar el poder financiero y tecnológico para esclavizar el planeta, donde su agotamiento y consecuente cambio climático, poco o nada interesa.
Francisco deja una vara muy alta en el liderazgo mundial, más allá de credos y posiciones ideológicas. Es de esperar que su impronta acompañe el Cónclave que elegirá a su sucesor.
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