sábado, 5 de abril de 2025

Francisco desde nuestra América, en el X Aniversario de Laudato Si’.

Hoy, nuestra propia transición civilizatoria abre paso a un nuevo desplazamiento de ese eje, desde la economía hacia la ecología. Desde allí, en rechazo a la mercantilización de la biosfera y las sociedades del descarte, Francisco plantea a la biosfera como un bien común cuyo cuidado es indispensable para garantizar la sustentabilidad del desarrollo humano hoy amenazado.

Guillermo Castro H./ Especial para Con Nuestra América
Desde Alto Boquete, Panamá


“… y el mérito es de la verdad, y no de quien la dice.”

José Martí, 1893[1]


El próximo 26 de mayo, la encíclica
 Laudato Si`, dedicada por el papa Francisco a los peligros y los motivos de esperanza que alientan en la crisis socio-ambiental que padecemos, cumplirá diez años de publicada. Como sabemos, el papa adoptó el nombre de Francisco inspirado en el ejemplo del compromiso con los pobres y con el mundo natural que inspiró a San Francisco de Asís (1181/1182-1226). De él nos dice en los primeros parágrafos de su Encíclica que

 

10. Francisco es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad. Es el santo patrono de todos los que estudian y trabajan en torno a la ecología, amado también por muchos que no son cristianos. Él manifestó una atención particular hacia la creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados. Amaba y era amado por su alegría, su entrega generosa, su corazón universal. Era un místico y un peregrino que vivía con simplicidad y en una maravillosa armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo. En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior.[2]

 

Esto, agrega enseguida, “nos muestra también que una ecología integral requiere apertura hacia categorías que trascienden el lenguaje de las matemáticas o de la biología y nos conectan con la esencia de lo humano,” porque  

 

Si nos acercamos a la naturaleza y al ambiente sin esta apertura al estupor y a la maravilla, si ya no hablamos el lenguaje de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo, nuestras actitudes serán las del dominador, del consumidor o del mero explotador de recursos, incapaz de poner un límite a sus intereses inmediatos. En cambio, si nos sentimos íntimamente unidos a todo lo que existe, la sobriedad y el cuidado brotarán de modo espontáneo. La pobreza y la austeridad de san Francisco no eran un ascetismo meramente exterior, sino algo más radical: una renuncia a convertir la realidad en mero objeto de uso y de dominio.

 

Esta visión tiene una clara afinidad con nuestra cultura de la naturaleza, en la cual lo natural y lo social interactúan entre sí con especial riqueza. Ella muestra, por ejemplo, una rica afinidad con la obra del liberal anticlerical José Martí (1853-1895), para quien la posesión de la verdad “no es más que la lucha entre las revelaciones directas de la naturaleza, y las revelaciones impuestas de los hombres. Unos sucumben, y son meras voces de otro espíritu. Otros triunfan, y añaden nueva voz a la de la naturaleza.”

 

A esa voz correspondió, nueve años después, que en 1891 afirmara que “a lo que es, allí donde se gobierna, hay que atender para gobernar bien”, de donde venía que “el libro importado” hubiera sido “vencido en América por el hombre natural”, y no hubiera aquí batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza.”[3] Desde esa perspectiva, para Martí era evidente que

 

cuando se ve que la intervención humana en la Naturaleza acelera, cambia o detiene la obra de ésta, y que toda la Historia es solamente la narración del trabajo de ajuste, y los combates, entre la Naturaleza extrahumana y la Naturaleza humana, parecen pueriles esas generalizaciones pretenciosas, derivadas de leyes absolutas naturales, cuya aplicación soporta constantemente la influencia de agentes inesperados y relativos.[4]

 

De la oposición a esas generalizaciones pretenciosas nos vino la teoría del desarrollo elaborada por la Comisión Económica para la América Latina y el Caribe, que a partir de 1950 procuró trascender el libro importado para plantearse la necesidad de superar nuestro legado colonial en un mundo regido por el intercambio desigual y combinado entre las grandes potencias centrales del mercado mundial y las sociedades de su periferia. Y de las postrimerías de ese empeño resultó en 1980 aquella admirable síntesis del estado del debate sobre la dimensión ambiental del desarrollo titulada Estilos de Desarrollo y Medio Ambiente en América Latina.[5]

 

Para 1992 nuestra cultura de la naturaleza animó la advertencia que hiciera Fidel Castro en la Cumbre de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible celebrada en Rio de Janeiro en 1992. “Una importante especie biológica” dijo allí, “está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre. Ahora tomamos conciencia de este problema cuando casi es tarde para impedirlo.”[6]

 

Ante ese peligro, dijo, era necesario “señalar que las sociedades de consumo son las responsables fundamentales de la atroz destrucción del medio ambiente. Ellas nacieron de las antiguas metrópolis coloniales y de políticas imperiales que, a su vez, engendraron el atraso y la pobreza que hoy azotan a la inmensa mayoría de la humanidad.” Salvar a la humanidad de esa autodestrucción, añadió, demandaba que cesaran los hegemonismos, la insensibilidad, la irresponsabilidad y el engaño, pues “Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo.”

 

Esta evolución del discurso sobre el desarrollo, que lleva de la aspiración del crecimiento económico sostenido a la de la sustentabilidad del desarrollo humano no deja de recordar lo ocurrido entre 1450 y 1650, cuando la transición de la Edad Media a la Moderna desplazó a la teología por la economía como eje de organización de los saberes. Hoy, nuestra propia transición civilizatoria abre paso a un nuevo desplazamiento de ese eje, desde la economía hacia la ecología. Desde allí, en rechazo a la mercantilización de la biosfera y las sociedades del descarte, Francisco plantea a la biosfera como un bien común cuyo cuidado es indispensable para garantizar la sustentabilidad del desarrollo humano hoy amenazado.

 

Así, en su parágrafo 13 Laudato Si’ nos dice que el “desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar.” Esto es tanto más necesario, como lo advierte en los parágrafos 48 y 49, pues el ambiente humano y el natural “se degradan juntos, y no podremos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social.” Y, por lo mismo, “un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres.” 

 

El soporte de esa visión encuentra su más clara síntesis en el parágrafo 139, donde la Encíclica nos recuerda que, al referirnos al “medio ambiente”

 

se indica particularmente una relación, la que existe entre la naturaleza y la sociedad que la habita. Esto nos impide entender la naturaleza como algo separado de nosotros o como un mero marco de nuestra vida. Estamos incluidos en ella, somos parte de ella y estamos interpenetrados. Las razones por las cuales un lugar se contamina exigen un análisis del funcionamiento de la sociedad, de su economía, de su comportamiento, de sus maneras de entender la realidad. Dada la magnitud de los cambios, ya no es posible encontrar una respuesta específica e independiente para cada parte del problema. Es fundamental buscar soluciones integrales que consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas sociales. No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza.

 

De esto resulta que, desde la ecología integral que invoca Francisco, resulte cada vez más evidente que si deseamos un ambiente distinto, debemos construir sociedades diferentes, capaces de constituirse en la noosfera que demanda la sustentabilidad del desarrollo humano.

 

Desde nuestra América, esto nos remite nuevamente a una cultura de la naturaleza íntimamente vinculada a la fe en el mejoramiento humano, en la utilidad de la virtud y en la necesidad de luchar por el equilibrio del mundo. Así, a Francisco en el X Aniversario de Laudato Si’, podemos ofrecerle lo que ofreció Martí a Ralph Waldo Emerson en 1882:

 

“¡Anciano maravilloso, 

a tus pies dejo todo 

mi haz de palmas frescas, 

y mi espada de plata!” 

 

 

Alto Boquete, Panamá, 29 de marzo de 2025


NOTAS:

 

[1] “Ciegos y desleales” . Patria, Nueva York, 28 de enero de 1893. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. II, 215.

 

[2] Carta Encíclica Laudato Si’ Del Santo Padre Francisco Sobre el Cuidado de la Casa Común

http://w2.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html Todas las citas de la Encíclica provienen de esta edición, identificadas con el número del parágrafo correspondiente.

 

[3] “Nuestra América”. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891. Ibid., VI, 17.

 

[4] Ibid., “Serie de artículos para La América”. XXIII, 44.

 

[5] Sunkel, Osvaldo y Gligo, Nicolo, editores. Fondo de Cultura Económica, México. https://repositorio.cepal.org/entities/publication/1fdc664d-bb71-4765-81b0-537b23740d4f

[6] Discurso de Fidel Castro en Conferencia ONU sobre Medio Ambiente y Desarrollo. Rio de Janeiro, 12 de junio de 1992

https://rds.org.co/es/novedades/discurso-de-fidel-castro-en-conferencia-onu-sobre-medio-ambiente-y-desarrollo-1992

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