En América Latina y el Caribe las grandes luchas populares de los últimos años han reforzado sus excepcionales fundamentos históricos, culturales y políticos para profundizar la unidad e integración.
Ángel Guerra / Rebelion
La aplastante opción por el sí en el referendo sobre la nueva Constitución de Ecuador confirma la consolidación de una correlación de fuerzas en América Latina y el Caribe que permite asestar derrotas cruciales por vía política a las elites locales y al sistema de dominación del imperialismo. Por supuesto, en primer lugar es una gran victoria del pueblo ecuatoriano y del presidente Rafael Correa, a quien la gran mayoría ha reiterado su apoyo y confianza.
Ecuador es ahora un Estado jurídicamente plurinacional que proclama la prerrogativa de impulsar el desarrollo sostenible y redistribuir la riqueza con equidad, defender su patrimonio con una economía solidaria, proscribe el latifundio, prohíbe las bases militares extranjeras y aboga por la democracia participativa, conquistas consagradas en el texto aprobado entre otras fundamentales por las que han luchado sus pueblos originarios, afrodescendientes y el conjunto de su movimiento popular.
Sin la experiencia y conciencia colectivas fraguadas en históricas contiendas sociales este triunfo no podría haberse conseguido frente a una frenética campaña mediática de la oligarquía, los caciques tradicionales, la derecha y la jerarquía católica, monitoreados por Washington. Son ellos los que han visto disminuida por las medidas de este gobierno su secular condición privilegiada y es su régimen e instituciones de saqueo, dependencia, exclusión y racismo los que están condenados a desaparecer por el nuevo ordenamiento constitucional.
Las experiencias venezolana, boliviana y ecuatoriana muestran que aprovechando inteligentemente el estrecho y rígido marco de una institucionalidad oligárquica agotada, las fuerzas populares pueden, mediante difíciles y muy complejas batallas políticas, impulsar importantes trasformaciones sociales. Combinando una vigorosa movilización social y su poder de veto con el derecho al voto, han llegado al gobierno y hecho avanzar desde allí proyectos profundamente populares, democráticos y humanistas, afianzados en la unidad e integración latinoamericana y caribeña. Desde el gobierno y con la fuerza del voto han abierto espacios jurídicos, políticos e institucionales para construir comunalmente un poder desde el pueblo, que permite acometer el desmantelamiento de las estructuras oligárquicas y las políticas neoliberales y crear las condiciones objetivas y subjetivas para la liberación y realización plena de los sectores excluidos, oprimidos, discriminados y explotados.
Venezuela, Bolivia, Ecuador y la revolución Cubana transitan sus propias rutas liberadoras nacionales al tiempo que tejen los más estrechos vínculos de cooperación y solidaridad entre sí y con los demás gobiernos que coincidan, no importa su orientación ideológica, en impulsar la independencia, unidad e integración regional. La primera gran prueba de fuego de este proceder fue la derrota en mar del Plata del Área de Libre Comercio de las Américas(ALCA); la última, la cumbre de UNASUR en Santiago de Chile. En el trayecto, con el empuje inestimable de Hugo Chávez, surgieron la Alternativa Bolivariana para nuestra América (ALBA), Petrocaribe, la Operación Milagro, la propia UNASUR, el Banco del Sur y otras iniciativas de integración, entre las cuales el Consejo de Defensa Suramericano impulsado por Lula da Silva.
Mientras, la economía capitalista mundial bajo hegemonía estadunidense se despeña hacia un insondable abismo, arrastrada por insostenibles guerras coloniales y el creciente gasto militar, el consumismo, la corrupción sin freno, la codicia especulativa y el derroche de recursos renovables y no renovables, que condenan al hambre a cientos de millones y a todos al biocidio.
Se acelera la reconfiguración geopolítica planetaria con nuevos espacios de poder económico y político regionales. En América Latina y el Caribe las grandes luchas populares de los últimos años han reforzado sus excepcionales fundamentos históricos, culturales y políticos para profundizar la unidad e integración y creado valiosas experiencias para el surgimiento de alternativas de convivencia social basadas en la fraternidad humana, la equidad, la diversidad y el cuidado de la madre naturaleza.
Sin la experiencia y conciencia colectivas fraguadas en históricas contiendas sociales este triunfo no podría haberse conseguido frente a una frenética campaña mediática de la oligarquía, los caciques tradicionales, la derecha y la jerarquía católica, monitoreados por Washington. Son ellos los que han visto disminuida por las medidas de este gobierno su secular condición privilegiada y es su régimen e instituciones de saqueo, dependencia, exclusión y racismo los que están condenados a desaparecer por el nuevo ordenamiento constitucional.
Las experiencias venezolana, boliviana y ecuatoriana muestran que aprovechando inteligentemente el estrecho y rígido marco de una institucionalidad oligárquica agotada, las fuerzas populares pueden, mediante difíciles y muy complejas batallas políticas, impulsar importantes trasformaciones sociales. Combinando una vigorosa movilización social y su poder de veto con el derecho al voto, han llegado al gobierno y hecho avanzar desde allí proyectos profundamente populares, democráticos y humanistas, afianzados en la unidad e integración latinoamericana y caribeña. Desde el gobierno y con la fuerza del voto han abierto espacios jurídicos, políticos e institucionales para construir comunalmente un poder desde el pueblo, que permite acometer el desmantelamiento de las estructuras oligárquicas y las políticas neoliberales y crear las condiciones objetivas y subjetivas para la liberación y realización plena de los sectores excluidos, oprimidos, discriminados y explotados.
Venezuela, Bolivia, Ecuador y la revolución Cubana transitan sus propias rutas liberadoras nacionales al tiempo que tejen los más estrechos vínculos de cooperación y solidaridad entre sí y con los demás gobiernos que coincidan, no importa su orientación ideológica, en impulsar la independencia, unidad e integración regional. La primera gran prueba de fuego de este proceder fue la derrota en mar del Plata del Área de Libre Comercio de las Américas(ALCA); la última, la cumbre de UNASUR en Santiago de Chile. En el trayecto, con el empuje inestimable de Hugo Chávez, surgieron la Alternativa Bolivariana para nuestra América (ALBA), Petrocaribe, la Operación Milagro, la propia UNASUR, el Banco del Sur y otras iniciativas de integración, entre las cuales el Consejo de Defensa Suramericano impulsado por Lula da Silva.
Mientras, la economía capitalista mundial bajo hegemonía estadunidense se despeña hacia un insondable abismo, arrastrada por insostenibles guerras coloniales y el creciente gasto militar, el consumismo, la corrupción sin freno, la codicia especulativa y el derroche de recursos renovables y no renovables, que condenan al hambre a cientos de millones y a todos al biocidio.
Se acelera la reconfiguración geopolítica planetaria con nuevos espacios de poder económico y político regionales. En América Latina y el Caribe las grandes luchas populares de los últimos años han reforzado sus excepcionales fundamentos históricos, culturales y políticos para profundizar la unidad e integración y creado valiosas experiencias para el surgimiento de alternativas de convivencia social basadas en la fraternidad humana, la equidad, la diversidad y el cuidado de la madre naturaleza.
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