Se conmemora este año el Centenario de la
Revolución de Octubre en Rusia, con la cual se inició el camino de ese antiguo
imperio a una nueva sociedad: el socialismo.
Juan J. Paz y Miño Cepeda / Firmas Selectas de Prensa
Latina
Sobre el tema se han escrito miles de
textos. Pero hay algunos que tienen particular importancia histórica. Uno de
ellos es la Historia Universal en dos
tomos, publicada por el Instituto de Historia de la Academia de Ciencias de la
otrora Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y la Editorial
Progreso (en español, 1977), bajo la coordinación del célebre profesor A. Z.
Manfred.
Otra es la Historia del Partido Comunista [Bolchevique] de la URSS, redactada por una Comisión del Comité Central de ese
partido, y publicada en español por Ediciones de Lenguas Extranjeras en Moscú,
en 1939. Estas dos obras circularon en toda América Latina.
La Historia del PC-URSS ubicó
la trayectoria de ese partido en el contexto del nacimiento y desarrollo de la
Revolución Rusa: la abolición del régimen de servidumbre, el desarrollo
capitalista, el auge del movimiento revolucionario, la primera revolución de
1905, la I Guerra Mundial, la caída del zarismo en la Revolución de febrero de
1917 (marzo en el calendario gregoriano), el triunfo de los bolcheviques en
octubre del mismo año (noviembre en el calendario gregoriano), la construcción
del nuevo país bajo el liderazgo de V. I. Lenin, la edificación socialista
posterior.
La Historia Universal, por su
parte, trató en el primer tomo la evolución humana general desde la “sociedad
primitiva”, pasando por las sociedades “esclavistas”, el “feudalismo”, el
nacimiento del “capitalismo”, hasta la I Guerra Mundial.
Sin embargo, los eruditos autores de la
obra no se ciñeron ciegamente al dogmático esquema de los cinco “modos de
producción” que consagró J. V. Stalin en un breve texto titulado “Sobre el
materialismo dialéctico y el materialismo histórico” (publicado en 1938), que
tergiversó los conceptos de Marx, dogmatizando un esquema historicista que
pretendía tener valor universal y que, si se observa con rigurosidad
científica, no se aplica para América Latina donde, por ejemplo, no existió el
“modo de producción feudal”, ni el esclavista, y el capitalismo tampoco se
extendió en todos los países bajo un mismo ritmo.
En Ecuador, solo la reforma agraria de 1964
logró la superación definitiva del sistema hacienda, en el que las relaciones
serviles y el dominio terrateniente hegemonizaron desde el siglo XVIII.
En el primer tomo, casi ni se toca a
América Latina. Y es el capítulo final el que brinda los antecedentes y el
primer eslabón revolucionario logrado en febrero de 1917, con la abolición del
zarismo. Pero es el segundo tomo el que tiene singular atractivo: comienza
precisamente con la Revolución de Octubre y avanza en un pormenorizado estudio
de la construcción del socialismo en la URSS y en el mundo, la II Guerra
Mundial, sin dejar de referirse al imperialismo norteamericano, aunque dedica apenas
un corto capítulo al “Auge de la lucha antiimperialista de los pueblos de Asia,
África y América Latina”.
Los libros referidos trajeron la versión
oficial de la URSS sobre el mundo y su propia realidad. Sirvieron, en su
momento, para contrastar y hasta contrarrestar la gigantesca propaganda
ideológica y mediática que siempre se realizó contra el “comunismo” y contra la
URSS como su cabeza, especialmente en el contexto de la guerra fría.
Remontándose en el tiempo, la Revolución
Rusa fue conocida en Ecuador a través de los dos o tres periódicos de amplia
difusión que había en el país a fines de la década de 1910. Se trataba de
medios regionales (Costa y Sierra) en un país dividido geográficamente de norte
a sur por la cordillera de los Andes. En Quito, capital tradicionalmente
hegemónica en el campo de los debates e intereses políticos, fue el diario “El
Comercio” el que traía las noticias más impactantes sobre la I Guerra Mundial
y, desde marzo de 1917, las inquietantes noticias sobre los acontecimientos en
Rusia.
Las informaciones llegaban por vía
cablegráfica, desde agencias situadas en Francia, Bélgica, España, Italia y los
EEUU. La primera fue publicada el 17 de marzo de 1917 bajo el título “La
Revolución en Rusia”. A día siguiente se conoció -y en forma pormenorizada- el
derrumbe del zarismo. Y en noviembre la toma del poder por parte de los
bolcheviques.
Siempre hubo una sombra de dudas. A fin de
cuentas Rusia era un país lejano, desconocido, exótico. Y la palabra comunismo,
que ya se había empleado ocasionalmente aún antes (Eloy Alfaro, líder de la
Revolución Radical de 1895, fue tildado de “comunista” en alguna hoja volante
de 1910), pasó a formar parte del léxico político nacional para atacar toda
manifestación de orden popular o laboral. Pero, vista desde otro ángulo
histórico, la Revolución Rusa, mal o bien conocida, contribuyó a la afirmación
de los primeros grupos socialistas ecuatorianos, cuyos intelectuales estaban
mejor informados sobre el tema.
El 16 de noviembre de 1924 apareció “La Antorcha”,
primer periódico socialista del Ecuador. La Revolución Juliana del 9 de julio
de 1925 instauró un gobierno identificado con la naciente izquierda y creó el
ambiente social/político para la fundación del Partido Socialista en 1926. En
su Asamblea inaugural se reivindicó la socialización de los medios de
producción y se exaltó la “dictadura del proletariado” como “fase transitoria,
hasta conseguir la extinción de la clase capitalista”.
Aún así, había posiciones críticas sobre el
bolchevismo, el comunismo y lo que sucedía en la URSS. En una de las sesiones
intervino Ricardo Paredes, Secretario General del PS para criticar, a su vez, a
quienes sostenían que la Revolución Rusa era una “locura mística”, y para
defender la doctrina de Karl Marx, dedicando varios minutos a explicar lo que
fue la Revolución Rusa y los logros de la URSS, tan admirables para el mundo.
Uno de los temas de esa asamblea fue la
afiliación a la III Internacional Comunista. Hubo un confuso episodio sobre el
asunto, que no quedó aclarado. Años más tarde, Ricardo Paredes viajó a la URSS
para participar en el VI Congreso de la Internacional Comunista. A su retorno
logró que el partido ratificara la afiliación. Pero ello provocó divisiones y
hasta protestas, de modo que en el II Congreso del Partido Socialista,
realizado en 1931, se resolvió la creación del Partido Comunista del Ecuador,
claramente pro-soviético. El marxismo político quedó dividido, en adelante, en
dos partidos que reivindicaron para sí la autenticidad para la conducción de la
revolución ecuatoriana.
Ha pasado tanto tiempo desde aquellos días
felices y revolucionarios. Hoy ya no existe la Unión Soviética y los partidos
marxistas ecuatorianos sufren -desde hace décadas- de esclerosis histórica
múltiple, sin ofrecer alternativas válidas para el futuro “socialista” del
país.
Desde luego, esa ausencia es la que
explica, en mucho, el auge de la Revolución Ciudadana que lideró, entre 2007 y
2017, el presidente Rafael Correa, y que reivindicó tanto a la nueva izquierda
como al Socialismo del Siglo XXI.
Pero hay tres principios históricos que
constituyen una herencia de la izquierda ecuatoriana (y latinoamericana) desde
la época de la Revolución de Octubre:
-primero, el Estado tiene que jugar un
papel rector y regulador de la economía, que ha sido un rasgo de la lucha
antioligárquica y contra el dominio de las burguesías rentistas y atrasadas de
la región;
-segundo, el fortalecimiento de los
derechos laborales y de los servicios sociales (educación, salud, seguridad
social, vivienda) han asegurado, desde el Estado, el mejoramiento de las
condiciones de vida y de trabajo de la población que nunca llegaron de la mano
de la “iniciativa privada”;
-y, tercero, es necesario promover una
fuerte redistribución de la riqueza, sobre todo a través de los impuestos
directos como el de rentas (y hoy sobre patrimonios, herencias o plusvalías),
que encienden las pasiones contrarias de los propietarios del capital, que
creen que este tipo de instrumentos tributarios solo representan la rapiña de
los Estados a los recursos que suponen provenir de su “trabajo” emprendedor y
hasta sacrificado, sin mirar los siglos de explotación a los sectores populares
subordinados al dominio del capital.
A cien años de la Revolución de Octubre,
América Latina continúa la lucha por la construcción de esa utopía que
significa dejar atrás el capitalismo por la edificación de una nueva sociedad.
Quito, 18 de octubre de 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario