El gobierno de Mauricio
Macri llama a los principales dirigentes de todo el arco productivo y los
gobernadores provinciales para anunciar los nuevos cambios. Cambios que ya
incluyen modificación del régimen laboral, en lo posible a la brasileña, nuevas
reglas para los sindicatos con baja en los salarios, subas de servicios y, si
se dispara la inflación, automáticamente el Banco Central, aumenta las tasas,
cosa de seguir montados en la bicicleta financiera.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra
América
Desde
Mendoza, Argentina
La embriaguez
triunfalista del gurú Duran Barba le llevó a expresar en los medios esta semana
que “Macri es la nueva izquierda”. Un absurdo absoluto pero totalmente cierto
en el clima post eleccionario instalado desde el domingo. No importa el
resultado. No importa el escaso margen respecto de Unidad Ciudadana, liderada
por CFK en la provincia de Buenos Aires. Nada tiene sentido en el sin sentido
instalado y blindado por los medios, como tampoco que el pasado lunes el pueblo
se haya levantado con una nueva suba de combustibles que, en lo que va del año,
ronda un 27% y nadie proteste. Que se agache la cabeza porque hay que seguir
viviendo aunque no alcancen los sueldos. Se puede – como repetían en sus
publicidades todo el tiempo –, claro que se puede hacer antojadizamente todo
dentro de la burbuja The Truman Show en que se ha transformado el país.
El resultado mínimo o
inexistente, ha promovido un envalentonamiento oficial que, exultante, llama a
los principales dirigentes de todo el arco productivo y los gobernadores
provinciales para anunciar los nuevos cambios. Cambios que ya incluyen
modificación del régimen laboral, en lo posible a la brasileña, nuevas reglas
para los sindicatos con baja en los salarios, subas de servicios y, si se dispara
la inflación, automáticamente el Banco Central, aumenta las tasas, cosa de
seguir montados en la bicicleta financiera. Tampoco importa que vuelvan el
mismo lunes, día de tantas reuniones, funcionarios del FMI, dispuestos a
vigilar y controlar las cuentas nacionales, como en las viejas épocas en que el
organismo colocaba los presidentes del Banco Central y de otros organismos
financieros.
Sin embargo el aluvión
mediático cómplice se llevó por delante el cadáver de Santiago Maldonado
identificado a escasas horas de su encuentro, se llevó a los posibles
culpables, aunque todas las sospechas caen sobre la Gendarmería, esa misma
Gendarmería que, con sus uniformes de tortugas ninjas reprimen las
manifestaciones y salieron rápidamente ayer a capturar al ex senador Julio de
Vido, luego del infamante cuadro montado en el Congreso para su desafuero y
posterior prisión en Devoto. Todo un espectáculo indignante, de circo romano,
un montaje espeluznante que, sin lugar a dudas, arrepentirá a los horrorizados
que hoy vivan con tanto entusiasmo la destrucción de las instituciones de la
República, donde la Justicia es una caricatura más, una gárgola simiesca, cuyos
representantes se arrastran como monstruos íncubos celebrando la decadencia
colectiva.
También ya deslizan que
Cristina podría ir a prisión antes de asumir en el cargo para el que fuera
elegida y, seguramente, ya han armado todo un entramado de mentiras para
instalar este nuevo sofisma. Entre los periodistas que se animan a dar la cara
en esta nueva puesta en escena, ya la acusan de traición a la patria y como es
de esperar, una turba que se solaza con las achuras sangrientas del escándalo
aplaude frenéticamente, frente al televisor y las redes sociales expresamente
diseñadas para los cinco minutos de odio.
Antonio Tabucci, el
celebrado escritor italiano ya fallecido y enconado enemigo de Silvio
Berlusconi, “Il cavalieri”, quien ejercía su poder sin límites a través de
construir un absolutismo mediático, en un reportaje de la Rnw[1] (Radio mundial de los
países bajos) solicitando libertad de prensa, exponía escándalos similares a
los que aquí suceden, desde un celebrado apoyo de la dirigencia empresarial –
cabe recordar el reciente Coloquio de Idea en Mar del Plata en que, por primera
vez estuvieron los potentados de las principales empresas del país que no se
juntaban allí desde 2004, hasta el dictado de una ley de blanqueo de capitales
para los íntimos – escudo fiscal, se le denominó en Italia – como el que hubo
aquí. Al momento en que se le efectuaba el reportaje, Tabucci sufría
acusaciones y juicios millonarios con el fin de intimidarlo, hecho que
descalificaba por razones de edad, pero que le hacía perder un tiempo precioso
dedicado a escribir, en la defensa de tanta patraña.
La pesadilla bufonesca
desapareció de Italia hace unos años y, las recientes apariciones de Berlusconi
con Forza Italia fueron – como era de esperar – para mofarse de Emmanuel Macron
y su esposa, 24 años mayor. Pero ya no disfruta de su poder omnímodo y es
probable que los jóvenes, adictos a la tecnología y las redes, ya no lo
identifiquen.
Tabucci reflexionaba
desconcertado sobre los espasmos sociales que llevan a las multitudes a apoyar
cuestiones aberrantes y recordaba a su país en los años ’20 y ’30 del siglo
pasado, como también a la Alemania de esos mismos años, que luego se unieron en
una guerra horrible, imposible de calificar. De la misma época de la gran
depresión se entronizaron las mafias y el tango Cambalache de Enrique Santos
Discépolo echó raíces en la gran confusión.
He evocado al autor de Sostiene Pereyra, porque de él leía:
“creo haber comprendido una cosa, que las historias son siempre más grandes que
nosotros, nos ocurrieron y nosotros fuimos inconscientemente sus protagonistas,
pero el verdadero protagonista de la historia que hemos vivido no somos
nosotros, es la historia que hemos vivido.”[2]
Desde luego no nos
excusa del disparate en que estamos inmersos, pero tampoco nos hace cómplices
complacientes, porque el asco nos excede.
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