El deterioro de las condiciones de vida es alarmante, el empleo no se ha recuperado, la situación de las mujeres es crítica, un punto clave en la puja del salario mínimo.
Consuelo Ahumada / Para Con Nuestra América
El debate se da en medio de los estragos sociales de la crisis y de la proliferación de cifras sobre el deterioro de las condiciones de vida, hambre y desnutrición, pobreza extrema, carencia de ingresos, gasto público regresivo, inflación desbordada, corrupción desenfrenada.
Sin embargo, desde la primera reunión de la semana pasada, el gobierno ha insistido en sus logros. Según los ministros, la reactivación económica ha sido sorprendente. Los datos, manipuladas al extremo, muestran una supuesta recuperación del 85,5 % del empleo perdido.
En su estilo tendencioso y superficial, buscan reafirmar la ortodoxia neoliberal, tan rebatida hoy en el mundo. Contra toda evidencia, reafirman que el incremento salarial causa desempleo; pregonan la austeridad, los criterios abstractos de productividad y competitividad. No podían ser otros los estertores de este nefasto gobierno.
No obstante, lo que predomina hoy son trabajos precarios, de bajos ingresos y sin protección social. El empleo formal no se ha recuperado. Ha habido una superexplotación laboral. Prolifera la informalidad en donde predominan las mujeres.
En este panorama tan desalentador, la situación de las mujeres es crítica, como lo muestran las mismas cifras del Dane al respecto, que tan poco interés suscitan en la negociación. El incremento de la brecha de género es gravísimo.
La tendencia se registra en toda Latinoamérica. De acuerdo con Cepal, la pandemia produjo un retroceso de más de una década en la participación laboral de las mujeres. Su trabajo es crucial en la primera línea de respuesta a la crisis. Representan un 73,2 % del sector salud. Además de enfrentar situaciones extremas, soportan condiciones históricas de discriminación salarial.
De acuerdo con el Dane, por cada cuatro hombres que ingresaron a la ocupación en marzo 2021, fue expulsada una mujer. Del total de 20,8 millones de personas ocupadas, 12,5 son hombres y 8,2 mujeres. Para los primeros el incremento fue de 2,9 frente al año anterior, mientras que para las mujeres hubo una caída del 1 %. El desempleo llegó al 10,9 % para hombres (10,1 % en marzo 2020), y para mujeres 18,8 % (16,1% 2020).
¿Cómo explicar tan significativos deterioro y tendencia regresiva?
Las mujeres dejaron de ser parte de la población ocupada por asumir la carga del cuidado en la pandemia. En las zonas rurales, en el rango de 25 -54 años, por cada tres hombres que recuperaron su trabajo, una mujer lo perdió. Pero la brecha se incrementó también en las ciudades. En 2020 Colombia registró la brecha de género más grande en términos de empleo de la OCDE.
Para entender tan grave situación, es necesario establecer una correlación con los resultados de la ENUT (encuesta de uso del tiempo), desarrollada en el marco de la Ley 1413 de 2010, que estableció la inclusión de la economía del cuidado en el sistema de cuentas nacionales.
De acuerdo con la última encuesta, publicada parcialmente por el Dane la semana pasada, la mujer dedica más del doble del tiempo que el hombre a actividades no remuneradas, que incluyen los cuidados propios del hogar. Entre mayo y agosto 2021, en promedio la mujer invirtió 7 horas, 46 minutos diarios y el hombre 3 horas, 6 minutos.
En el caso de la mujer, este tiempo ha ido aumentando. En comparación con la ENUT 2016-2017, las mujeres ahora gastan 51 minutos más al día en trabajos no remunerados y los hombres 18 minutos menos.
En contraste, las mujeres dedican 7,37 horas diarias en promedio al trabajo remunerado y los hombres 8,57. Un 53,3 por ciento de ellos participaron, frente a solo un 29,9 por ciento de las mujeres.
Por el contrario, 90,4 por ciento de las mujeres participan en actividades de trabajo no remunerado, frente al 63,4 % hombres. La jornada de trabajo de la mujer es de 13,5 horas, la del hombre de 11,40 horas.
Otro dato muy importante muestra el incremento de la sobreexplotación laboral con respecto a la encuesta de 2017. Mujeres y hombres ahora dedican una hora menos de su día a actividades personales, educativas, sociales, culturales.
Por último, según el indicador de carga global de trabajo, en Colombia las mujeres trabajamos casi tres horas más que los hombres al día: 15,47 horas (incremento 1,21 frente a encuesta anterior), frente a 12,6 de los hombres (reducción 21min).
De acuerdo con Acopi, el 96 % de las empresas son pymes y mipymes, que aportan el 40 % del PIB, el 80 % del empleo. Sin embargo, el Programa de Apoyo al Empleo Formal, PAEF, se concentró en las grandes empresas.
Sin duda, las cifras son contundentes. La reactivación del empleo digno no es real. Pero frente al empleo, las más golpeadas por la crisis y el peso histórico de la sociedad patriarcal y la agenda neoliberal, con todas sus consecuencias, son las mujeres. Un punto clave para la negociación en curso.
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