El prócer cubano José Martí es presencia ineludible en la obra de Roberto Fernández Retamar; a él dedicó una serie de ensayos que con el tiempo serían compilados bajo el título de Introducción a Martí (2018), aunque en realidad, la obra de Retamar es en su totalidad heredera y continuadora del pensamiento martiano.
Cristóbal León Campos / Para Con Nuestra América
Desde Mérida, Yucatán. México.
El pensamiento martiano de Retamar es fruto de la estirpe revolucionaria de Cuba que se mezcla con el marxismo y demás pensadores libertarios como Simón Bolívar y Francisco Bilbao. Al respeto escribió Retamar en el último párrafo de su ensayo “Martí en su (tercer) mundo” publicado originalmente en la revista Cuba Socialista en 1965 que: “Ello quiere decir que se ha “superado” a Martí en el sentido de haberlo incorporado, asimilado a la nueva conciencia. Además, no poco de lo que dijo en el orden político, y desde luego, en el de los problemas culturales, sigue teniendo impresionante vigencia. Por lo pronto, su preocupación política mayor, que lo llevaba de Cuba a nuestra América y los Estados Unidos, sigue siendo en gran medida la nuestra. Su obra se sitúa en los albores de la articulación de Cuba con el mundo. Esa articulación, hoy manifiesta, es la que permite hacer ver la importancia de la tarea de este pensador, uno de los primeros de los países subdesarrollados”.
Para Martí como para Retamar, nuestra América es la utopía que nos mueve al porvenir, la unidad e integración son sueños necesarios, y es que como se ha planteado, estamos integrados con una sola identidad unida en la diversidad, fortalecerla y protegerla es parte de la militancia de la vida en las geografías nuestras, la esperanza sobrevive en estas tierras al perjurio y la soberbia imperial. La dignidad nos hace ser virtuosos y útiles para la humanidad, la América nuestra vive en la memoria de nuestros pueblos y en el ahora en que nosotros la defendemos y reproducimos. Retamar supo hacer eco de la sentencia martiana que dice “hacer es la mejor manera de decir”, en estos tiempos de grandes discursos y pocas acciones en favor de la humanidad estas palabras resuenan en lo profundo de los corazones que laten empujando el deseo irrenunciable de construir nuevas realidades en libertad. La cultura latinoamericana y caribeña es única porque retoma lo más universal y lo suscribe en forma originaria sin perder nunca su creación propia.
Una nueva patria necesita de una nueva realidad continental, mirar a nuestra historia para encontrarnos en el conjunto de las naciones hermanas, en el origen común y en las necesidades compartidas, en la urgencia de la transformación como de la confrontación ante todo aquello que siga impidiendo el bienestar de los pueblos, el pensamiento crítico al servicio de las necesidades sociales, no como evangelio, sino a favor de un nuevo inicio del largo camino de concientización y de renovación nacional, latinoamericana, universal y humana. La república de los oprimidos debe suplantar a las repúblicas de la opresión en que hemos vivido, la transformación está en nuestra participación consciente y comprometida con las necesidades de nuestros pueblos: la raíz tendrá que ser nuestra.
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