Sabiendo quien funge de Julio César, Sergio deberá dar pruebas si es Pompeyo o Craso. Hecho ciertamente auspicioso si tenemos en cuenta que el presidente Alberto Fernández tuvo que lidiar con la deuda dejada por su antecesor, la pandemia y las consecuencias de la guerra de Ucrania, mientras la vicepresidenta frenaba a la predadora oposición desde el Senado de la Nación, sitiada por injusta justicia que pretende impedir una supuesta futura reelección.
Con grandes expectativas el líder del Frente Renovador asumió con bombos y platillos este miércoles 3 de agosto alrededor de las 20,00 horas ante unas 500 personas, entre los que se encontraban los “dueños del mercado”, como gesto de confianza, conforme la bajada del billete verde de estos días.
También contó con la presencia de Moria Casan icónica vedete argentina, actual pareja de su suegro Fernando Galmarini, ex funcionario de Carlos Menem en los dichosos noventa.
Personalmente y aprovechando una escapada a la reina del Plata, a la misma hora asistimos a la función del teatro Colón para presenciar L’elisir d´amore, la célebre ópera de Gaetano Donizetti con el tenor mexicano Javier Camarena – comentario aparte que responde anticipadamente a la pregunta ¿qué tiene que ver esto con la asunción del ministro? –, la tiene desde luego, porque la París del Sud sigue representando esa distopía inventada por el irónico economista brasileño Edmar Lisboa Bacha, autor de El rey de Belindia de 1974, viendo lo que ocurría en su país en esos años de dictadura militar y usado por el primer presidente argentino Raúl Alfonsín, también para referirse al despojo social de la devastación causada por ¿nuestros? militares.
Belindia muestra nuestras eternas contradicciones desde la Revolución de mayo de 1810 en adelante, país macrocefálico donde Dios tiene su oficina pegada al puerto. Contradicciones que muestran que muchos políticos opositores nacieron en cuna peronista y Sergio lo hizo en la UCeDé, el partido fundado por ultraliberal Álvaro Alsogaray, ministro de economía de la Libertadora y aliado del menemismo.
De allí que el teatro Colón sea una de las salas más importantes del mundo, al nivel de la Scala de Milán, la Ópera de París, el Covent Garden de Londres y el Metropolitan de Nueva York, cuya primera sede funcionó desde 1857 hasta 1888 cerca de la histórica plaza, inaugurando el actual edifico en 1908, sobre terrenos de la primera estación de Ferrocarril de Argentina, sobre la avenida 9 de julio, con una función de la ópera Aída de Verdi.
A partir de 1925, bajo el gobierno de Marcelo T. de Alvear, contó con sus propios elencos estables, seguramente por la influencia de su esposa Regina Pacini, que era una soprano ligera, hija de un barítono italiano y fundadora en 1938 de la Casa del Teatro que aún alberga a artista jubilados con necesidades económicas.
Por su escenario pasaron: Enrico Caruso, Claudia Muzio, Maria Callas, Régine Crespin, Birgit Nilsson, Plácido Domingo, Luciano Pavarotti; bailarines como Vaslav Nijinski, Margot Fonteyn, Maia Plisetskaia, Rudolf Nureyev, Mijail Barishnikov; directores como Arturo Toscanini, Herbert von Karajan, Héctor Panizza, Ferdinand Leitner, entre decenas más.
En su última gira de este año, Plácido Domingo estuvo en el teatro que reunió a la flor y nata porteña, entre los que se encontraba la nonagenaria señora de los almuerzos, Mirta Legrand y la runfla opositora con mi comprovinciano Alfredo Cornejo, vestido de gala, celebrando su posible candidatura presidencial.
El martes 2 de agosto había estado también en el Colón, el jefe de gobierno de la CABA, Horacio Rodríguez Larreta – otro posible candidato – y el diputado nacional Diego Santilli, celebrando los 85 años del Turismo de Carretera, agasajando a viejas glorias del volante.
Cabe recordar también que el entonces presidente, el ingeniero Mauricio Macri, lloraba emocionado por el espectáculo ofrecido allí por la cumbre del G20 realizada en Buenos Aires.
De modo que un ex ferroviario como yo, siguió los pasos de la vieja aristocracia obrera como para reclamar su lugar en ese templo del bel canto y que mejor que ocupar el palco presidencial del primer piso, que albergó a la rancia burguesía que se espantaba del aluvión zoológico.
No éramos los únicos, muchos laburantes habían roto la alcancía al llamado silencioso y popular de: “al Colón, al Colón”.
En cuanto al flamante ministro, vivió durante su infancia y adolescencia en la localidad de San Andrés; cursó estudios primarios y secundarios en el Instituto Agustiniano, de orientación católica.
Tras completar sus estudios básicos, ingresó a la Universidad de Belgrano para estudiar Derecho, carrera que finalizó luego de ser intendente de Tigre (2007-2013) e ingresar a la Cámara de Diputados. Previo a estos dos cargos fue director ejecutivo de la Administración Nacional de Seguridad Social ANSES (2002-2007) y Jefe de Gabinete (2008-2009) de Cristina Fernández de Kirchner.
De modo que los actuales conductores son viejos compañeros políticos en diversos momentos y situaciones socioeconómicas; saben lo que es discurrir en diversas atmósferas y lidiar con los monstruos agazapados que van mutando según la ocasión.
El romanticismo – se sabe –, fue un movimiento fundamental para poder comprender la cultura occidental moderna. La filosofía, el arte, la literatura, la música y la política fueron influenciados por él, durante el turbulento periodo revolucionario de fines del siglo XVIII.
Gaetano Donizzeti compuso su famosa ópera como expresión del romanticismo musical italiano que daba más importancia al canto lírico que al argumento, de allí la simplicidad de ese romance entre Adina y Nemorino, los personajes centrales de la obra, representados en la oportunidad por la soprano chilena Nadine Sierra y el tenor Javier Camarena. Mención especial merece el barítono Ambrogio Mestri como el doctor Dulcamara que se llevó tantos aplausos como Camarena cantando Una furtiva lágrima, y la maravillosa puesta en escena con reminiscencias de Amor sin barreras, a cargo de Emilio Sagi.
Los movimientos políticos revolucionarios tuvieron su origen en ese romanticismo y se fueron amoldando a las luchas de los mutantes poderosos, como para que descontemos esa remanida frase ronda este artículo, todo tiene que ver con todo.
Luego de tanto revuelo y expectativas, el nuevo ministro expuso sus primeras cuatro medidas: orden fiscal, cumplir la meta del 2,5% del déficit fiscal del presupuesto 2022; sostener el superávit comercial, exportar más y bajar importaciones; fortalecimiento de las reservas del Banco Central, y desarrollo con inclusión social, hacer realidad lo que viene diciendo el presidente desde el primer día de su candidatura: primero los de abajo. Esto es subsidiar energía eléctrica y gas para los más necesitados y dar bonos y aumento a los jubilados. Cuestión última que conoce bien Massa por su trayectoria en el ANSES y porque no debe defraudar a esa inmensa mayoría silente de la que depende su carrera política. No para el 2023, sino para 2027 cuando cumpla sus jóvenes 55 años.
Retriangular, tomar el toro por las astas es la única alternativa del momento de recuperar el proyecto nacional. De modo que todos esperamos que sea realmente un potente massazo.
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