La metáfora posee la capacidad de combinar simultáneamente a múltiples significados no excluyentes entre sí. Así lo hace José Martí al decir que su verso es “como un puñal / que por el puño echa flor” y al mismo tiempo “un surtidor / que da un agua de coral”.
Guillermo Castro H./ Especial para Con Nuestra América
Desde Alto Boquete, Panamá
“¿Cómo es posible pensar en el presente o un presente bien determinado con un pensamiento elaborado para problemas del pasado a menudo bien remoto y superado? Si esto sucede, significa que se es “anacrónico” en el tiempo propio, que se es fósiles y no seres modernamente vivientes.”
Antonio Gramsci[1]
Cuando nos proponemos ver el mundo de cierta manera, y no de otra, es bueno definir esa visión con la debida propiedad. Si aspiramos a un desarrollo humano que sea sostenible, por ejemplo, conviene reflexionar sobre el contenido de los términos de esa expresión.
Esto puede parecer simple, pero no es sencillo. Esos términos, para empezar, se refieren a circunstancias que debemos construir desde una realidad ya construida, y no a metas ya establecidas a las que debemos llegar. Todos ellos, además, constituyen expresiones originadas en el pasado que deseamos superar, y a menudo se presentan en forma de metáforas que expresan más (y menos) de lo que parecen decir a primera vista.
Ese es por ejemplo el caso de la sostenibilidad, asociada normalmente a la expresión “desarrollo sostenible”. De ese desarrollo se dice poco que vaya más allá de la necesidad de encontrar alguna solución duradera a los graves conflictos que hoy aquejan a las relaciones de las sociedades humanas entre sí, con sus propios integrantes, y con su entorno natural. En este terreno, las Humanidades nos ayudan a comprender mejor el lugar que ocupa esa carencia en el proceso mayor de la historia natural de la especie humana, a partir del examen de la función que desempeñan las metáforas en la formación del conocimiento científico.
La metáfora, en efecto, posee la capacidad de combinar simultáneamente a múltiples significados no excluyentes entre sí. Así lo hace José Martí al decir que su verso es “como un puñal / que por el puño echa flor” y al mismo tiempo “un surtidor / que da un agua de coral”. Esto permite a la metáfora aludir a aquellos factores de incertidumbre que nutren las situaciones de malestar en la cultura, facilitando el paso de la intuición a la certeza, y de ésta a la acción.
En esta tarea, la metáfora opera mediante intercambios muy diversos entre campos distintos de la cultura y el conocimiento. Así, por ejemplo, la comprensión básica de nuestras relaciones de el mundo natural se ve facilitada cuando nos referimos a la naturaleza como una madre generosa que trabaja para sostener a sus hijos, pero que puede también someterlos a duro castigo si éstos abusan de ella.
A la inversa, la noción de desarrollo – heredera de las de civilización y progreso, y de los fósiles correspondientes a la vida pasada de la que surgieron esas nociones - opera a partir de la apropiación, por parte de las ciencias sociales, del concepto de desarrollo, proveniente de la biología, donde designa el proceso de formación, maduración y muerte de los organismos vivientes. La metáfora, sin embargo, alude y elude a un tiempo el sentido más profundo de aquello que señala.
Así, al atribuir al excluir del desarrollo como categoría social y económica la muerte del organismo que se desarrolla, atribuye un carácter natural a hechos de carácter cultural, limitando la posibilidad de comprender las contradicciones que los animan. En este sentido, visto como metáfora, el desarrollo sostenible alude al agotamiento de aquella visión del mundo que, entre las década de 1950 y 1970, sintetizó en el desarrollo (sin adjetivos) la esperanza de que el crecimiento económico sostenido permitiera que el progreso técnico y sus frutos llegaran a toda la Humanidad, y garantizara bienestar social y participación política crecientes para todos.
Sin embargo, la metáfora del desarrollo sostenible elude al propio tiempo referir ese agotamiento al de las condiciones históricas en que tomó forma aquel concepto original. En verdad, el desarrollo del que se trata es el de nuestra especie a lo largo de los últimos diez mil años en su doble dimensión biológica y sociocultural. Los problemas de ese desarrollo incluyen, por supuesto, aquellos que se derivan de las condiciones creadas por ese proceso en el curso de los últimos cinco siglos – y del XX en particular.
Esas condiciones van desde el extraordinario crecimiento del número de los humanos hasta la formación de nuestra primera comunidad mundial, el despliegue de formas de intervención en la naturaleza, de niveles de producción de bienes y desechos sin precedentes. En el proceso, las formas de relación social y cultural que hicieron posible todo esto vinieron a entrar en contradicción creciente con las necesidades que se derivan de esos resultados.
La metáfora, aquí, elude considerar el hecho de que ese proceso general tiene una historia particular, y no puede ser confundido con las formas históricas que contribuyeron a su despliegue hasta generar problemas nuevos y más complejos de los que en contribuyó a resolver. Esto nos obliga a decidir si aún cabe subordinar el desarrollo humano a la preservación de una forma histórica de organización social que hoy conspira contra sus bases naturales de sustentación, o si va llegando la hora de encarar la construcción de formas nuevas de socialidad, que faciliten el pleno aprovechamiento de las enormes conquistas que ha logrado nuestra especie en materia de ciencia y tecnología.
Asumir esta disyuntiva obliga a trascender la metáfora del desarrollo sostenible, para pasar del problema de hacer sostenible una forma histórica particular del desarrollo humano, a encarar la necesidad de encontrar y construir las formas nuevas que hagan sostenible ese desarrollo en el futuro. Hoy, en suma, ya resulta evidente que nuestro desarrollo será sostenible por lo humano que llegue a ser y que ese carácter tiene y tendrá su expresión más clara en nuestras capacidades para la cooperación solidaria.
Haber llegado a esta disyuntiva constituye quizás el mayor de nuestros logros como especie. La forma en que la encaremos definirá no solo nuestro destino en el planeta en que ha tenido lugar el desarrollo de nuestra especie que hemos llegado a ser a lo largo de los últimos dos millones de años, al menos.
Alto Boquete, Panamá, 26 de marzo de 2024
[1] Gramsci, Antonio, 1999: Cuadernos de la Cárcel. Edición crítica del Instituto Gramsci. Ediciones ERA, México. IV, Cuaderno 11 (1932 - 1933): “Apuntes para una introducción y una iniciación en el estudio de la filosofía y de la historia de la cultura”, p. 245 - 247.
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