sábado, 11 de mayo de 2024

Enojo y frustración

 Estamos en la época de la frustración y la violencia: golpear, patear, gritar, pisar la cabeza del otro. Si no paramos esto, cada vez será peor. Llegará el momento en el que esto que vivimos palidecerá en un mundo de guerra a dentelladas.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica 

Muchos de los nuevos fenómenos políticos que experimentamos hoy en América Latina, provienen del enojo y la frustración de grandes grupos sociales luego de cuarenta años de progresivo deterioro de sus condiciones de vida, la reducción de sus oportunidades de movilidad social, el aumento de la desigualdad, el incremento de la violencia y el deterioro del tejido social.  
 
Es el período de prevalencia del modelo que profundizó el capitalismo a través de su expresión neoliberal. Es la época de prevalencia del capital financiero, especulativo, que dinamizó la circulación y concentración del capital, de la globalización basada en la movilidad de capitales y de la producción. 
 
 En estos cuarenta años -inaugurados con la llegada al poder político de los conservadores Margaret Thatcher de Gran Bretaña y de Ronald Reagan en Estados Unidos- se ha dado un paulatino y sistemático desmantelamiento del Estado de Bienestar, que había sido construido a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial como contra balance frente a las sociedades socialistas. 
 
Las consecuencias de este rumbo han permeado todos los ámbitos de la vida social, transformándola radicalmente, creando un nuevo sentido común que tiene como pivotes los valores del individualismo a ultranza y el consumo indiscriminado. 
 
Estos no son valores nuevos, puesto que son sobre los que se ha sustentado el capitalismo desde su inicio, pero sí es nueva su radicalización y profundización, en el sentido de cubrir todos los ámbitos de la actividad humana, al punto de transformarse en referentes “naturales” del comportamiento social y, por lo tanto, no pudiendo imaginarse un mundo alternativo.  
 
Las soluciones que se buscan al deterioro que sufre la mayoría de la gente se hacen en ese marco y solo en ese marco. Las herramientas -teóricas y prácticas- con las que cuenta para la reproducción de su vida, le son proporcionadas como necesarias y suficientes para “alcanzar el éxito” y poder “triunfar en la vida”. Son regidas por lo que Hobbes -en los albores del capitalismo- llamó los valores del homo homini lupus (el hombre lobo del hombre), es decir, el ser humano que se encuentra en una selva en la que debe sobrevivir a costas de vencer a sus congéneres.  
 
La primera frustración surge cuando se da cuenta que con esas herramientas no va a ninguna parte, que el “mundo de los triunfadores” no está a su alcance y que, para colmos,  se rige por otras reglas. Por más que lo intenta, está atrapado en un mundo en el que el selfmademan no funciona, y su puesto está en una cadena en la que sus habilidades son infravaloradas y mal remuneradas.
 
La segunda frustración aparece cuando desde la política lo manipulan: le identifican culpables que no son sino señuelos, es decir engañabobos, distractores de su atención. La dirigen hacia congéneres que están sobre él en remuneración, y le dicen que son los culpables de su situación. Hay un trabajo sistemático, concienzudo  permanente para introyectar esa idea, se cuenta con herramientas de seducción que terminan por hacerla parte del sentido común que antes mencionamos.
 
 Todo eso lleva al enojo y a la rabia, se dan manotazos a diestra y siniestra, se quiere destruir lo que aprisiona y oprime, se ridiculiza todo lo que parece ser el sistema que posibilita y sustenta su fracaso. Pero, aprisionado en su visión alienada del sentido común neoliberal, no ve más alternativa que dentro del propio sistema, y su visión lo lleva a pelear solo por un mejor posicionamiento dentro de él, pero bajo la filosofía del hombre lobo del hombre. 
 
Es ahí donde aparecen los mecenas “antisistema”, canalizadores de la frustración y el enojo. En primer lugar, no son antisistema, sino más bien, sus profundizadores. Dirigen la rabia hacia los señuelos, azuzan a la gente incentivando su odio, su frustración y su miedo. Crean mareas desbocadas en dónde prevalece la furia irracional. 
 
Por eso estamos en la época de la frustración y la violencia: golpear, patear, gritar, pisar la cabeza del otro. Si no paramos esto, cada vez será peor. Llegará el momento en el que esto que vivimos palidecerá en un mundo de guerra a dentelladas. Los poquísimos grandes ganadores prolongando unos cuantos años más una vida a salvo en sus bunkers climatizados. Los que realmente podemos salvar esto, matándonos entre nosotros, echándonos la culpa unos a otros. La distopía total.  

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