La presión de Occidente sobre Netanyahu, el respaldo internacional a Palestina y la ruptura de relaciones del gobierno Petro están en el escenario del horror en Gaza.
Consuelo Ahumada / Para Con Nuestra América
Desde Colombia
A partir de octubre, millón y medio de personas, en especial niños y niñas, mujeres y personas mayores, fueron obligadas a desplazarse al sur en medio de los bombardeos y ataques del ejército israelí.
Las familias desplazadas sobreviven en campamentos, en condiciones de extrema precariedad. Una tragedia escalofriante, bastante documentada, que como en tantos otros escenarios, tiene cara de mujer: 37 madres mueren cada día en Gaza debido a los ataques de Israel, de acuerdo con informe de marzo de la Media Luna Roja palestina.
El ejército israelí tomó control de Rafah, limítrofe con Egipto, frenó la ayuda humanitaria y conmina a la población a desplazarse nuevamente. ¿Hacia dónde? Nadie lo sabe.
“Hay miles y miles de personas movilizándose en carros, camiones, autos o caminando”, explica Paulo Milanesio, coordinador de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Gaza. En solo cinco días salieron más de cien mil.
Desde hace semanas, Netanyahu anunció una invasión terrestre en el sur para eliminar a Hamás y ha emprendido incursiones parciales. Por eso, tampoco le interesan las negociaciones que se adelantan para el cese al fuego.
Sin embargo, cada vez más cercado por la opinión pública internacional, se debate entre ceder a las presiones de su principal aliado EEUU, y de otros países para que desista de hacerlo; o no dar marcha atrás en sus planes de exterminio del pueblo palestino.
Pero la presión de occidente no es suficiente. “Con sus fondos multimillonarios y su apoyo armamentístico directo, las naciones más poderosas han dado de facto carta blanca a Israel para cometer crímenes de guerra”, denuncia el director de la ONG Oxfam Intermón
En cualquier caso, el gobernante de Israel tiene mucho que perder. Se rumora que su principal aliado estaría intercediendo para frenar una orden de captura emitida en su contra por la Corte Penal Internacional. Esta es la primera cara del genocidio.
La segunda cara tiene que ver con el enorme respaldo internacional que recibe el pueblo palestino en estos momentos críticos. Aunque las manifestaciones persisten en diversas regiones del mundo, el estallido de la protesta estudiantil desde comienzos de abril ha sido contundente.
Primero fueron las universidades estadounidenses, entre ellas las más prestigiosas. Los campamentos se generalizaron en más de 60 y el movimiento arreció en la medida en que miles de jóvenes han sido detenido/as. La protesta se extendió después a universidades de varios países europeos y de otras regiones, incluidos Asia y Latinoamérica, entre ellos México y Brasil.
La juventud protesta contra el genocidio y la complicidad de sus propios gobiernos con Israel, en contra la industria militar. Exige cese al fuego inmediato en Gaza y rompimiento de los convenios de las universidades con Israel.
La enorme movilización amenaza con extenderse. En EEUU son las mayores manifestaciones antibélicas desde la lucha contra la guerra de Vietnam y el racismo. De hecho, se compara con este movimiento y con el Mayo francés, una portentosa revuelta contra el poder colonial, el orden establecido y la cultura dominante. Ambos tuvieron origen estudiantil.
Por ahora, es difícil prever si este nuevo despertar estudiantil tendrá el mismo alcance. Lo cierto es que la situación ha complicado la reelección de Biden, a escasos meses de las elecciones. “Genocida Joe, ¿cuántos niños has matado en Gaza?”, es la pregunta que se repite en los campamentos universitarios.
Una enorme contradicción, entre tantas otras, viven los demócratas. Israel es su principal aliado en el Medio Oriente y le proporcionan toda la ayuda militar. De hecho, en abril pasado la Cámara aprobó US 26.400 millones para otorgarle nuevo armamento.
Pero la movilización estudiantil les puede representar perder una apretada contienda electoral frente a Trump. Y, más allá del oscuro papel de Biden frente a la región, el triunfo de la ultraderecha en EEUU sería todavía más catastrófico para Palestina y el mundo entero, incluida Colombia.
Por último, la tercera cara del genocidio la representa la dignidad y valentía de gobiernos como el de Gustavo Petro. Su anuncio de romper relaciones diplomáticas con Israel el pasado 1 de Mayo, en medio de la movilización política y social, es consecuente con su posición frente a Israel y su rechazo al genocidio. “Si muere Palestina, muere la humanidad”, señaló.
Por supuesto que esta decisión tiene consecuencias. Netanyahu lo acusa insistentemente de terrorista que apoya a Hamás. Su ministro de Relaciones Exteriores lo llamó un "presidente antisemita y lleno de odio".
La administración Biden le pidió restablecer cuanto antes las relaciones y tanto republicanos como demócratas criticaron el anuncio.
Pero la decisión, que ya se puso en práctica, es muy importante. Primero, porque durante décadas, la oligarquía colombiana asumió sus relaciones con ese país como un acto de obediencia a la Casa Blanca, en contravía de la postura de otros gobiernos latinoamericanos. De hecho, Israel tuvo un papel importante en la descomposición del conflicto armado en Colombia.
Segundo, porque esta medida se toma cuando el gobierno atraviesa por graves dificultades internas, es ejemplo para el resto del continente.
De hecho, Israel es nuestro principal socio comercial en el Oriente Medio. Está vigente un TLC entre los dos países, que garantiza sobre todo asistencia y suministros militares. Al respecto, el gobierno anunció que se cumplirán los contratos vigentes, al tiempo que se desarrollará un proceso de diversificación de proveedores para evitar la dependencia del Estado de un país para estos suministros.
Por supuesto, los neoliberales cuestionaron la decisión con cifras de supuestos intercambios comerciales perdidos. El negocio por encima de la vida.
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