sábado, 25 de mayo de 2024

Panamá: del amanecer que venga

Hoy, el régimen establecido a partir de la intervención militar de Estados Unidos parece haber entrado en una fase de descomposición que se hace evidente en la demanda de una renovación política conservadora, que genere el crecimiento económico necesario para garantizar a un tiempo los intereses del sector empresarial y la estabilidad social amenazada por el deterioro del régimen político aún imperante en el país. 

Guillermo Castro H./ Para Con Nuestra América
Desde Alto Boquete, Panamá

“La colonia continuó viviendo en la república; y nuestra América se está salvando de sus grandes yerros –de la soberbia de las ciudades capitales, del triunfo ciego de los campesinos desdeñados, de la importación excesiva de las ideas y fórmulas ajenas, del desdén inicuo e impolítica de la raza aborigen– por la virtud superior, abonada con sangre necesaria, de la república que lucha contra la colonia.”

José Martí, 1889[1]


Se dice que un conflicto no termina mientras no cesen de operar sus consecuencias. De eso se trata, en buena medida, cuando nos referimos al persistente legado del protectorado militar establecido por los Estados Unidos en Panamá desde comienzos del siglo XX.

 

Ese régimen hizo parte de las modalidades de ingreso de los Estados Unidos a la condición de potencia mundial tras su breve guerra de 1898 contra lo que quedaba del imperio español – aquel donde nunca se ponía el sol en el siglo XVII. De allí resultó el paso de la condición de Cuba de colonia a neocolonia y la transferencia a Estados Unidos del poder colonial que España detentaba sobre Puerto Rico, Guam y las Filipinas. [2] A eso se agregaría a partir de 1903 la separación de Panamá de Colombia al amparo de un régimen de protectorado militar que vino a disolverse gradualmente de 1936 en adelante, hasta diluirse con la firma del Tratado Torrijos-Carter de 1977. 

 

Si bien ese Tratado eliminó el enclave militar de la Zona del Canal, debió incluir una enmienda -reclamada por un senador norteamericano para aprobarlo - que colocó al Canal (de hecho, al país) bajo lo que Omar Torrijos llamó “el paraguas del Pentágono” en caso de que la vía interoceánica se viera amenazada. Con esa enmienda concluía – y no - un largo de un proceso histórico, cuyo origen puede remitirse por un lado a la proclamación de la Doctrina Monroe por los Estados Unidos en 1822 – aquella del “América para los (norte) americanos”[3] -, combinado con el fracaso del Congreso Anfictiónico de Panamá en 1826 para iniciar la aún pendiente integración de nuestra América. 

 

Para 1885, José Martí pudo decir que tras los conflictos que desde la independencia habían agitado nuestros países, se hacía sentir “un inmoderado deseo, saludable y urgente cuando se encierra en naturales límites, de desarrollar, a costa aun de la libertad futura de la Nación, sus riquezas naturales.”  Así, Nicaragua había “contratado con el gobierno de los Estados Unidos” la cesión “de una faja de territorio que de un Océano a otro cruza la República,” 

 

para que en ella construya el gobierno norteamericano y mantenga, a su propio costo, un canal, con fortalezas y ciudades de los Estados Unidos en ambos extremos,sin más obligación que una reserva de derechos judiciales en tiempos de paz a las autoridades nicaragüenses, y el pago de una porción de los productos líquidos del canal, y de las propiedades que fincan en el territorio cedido al gobierno americano.[4]

 

Ya para entonces una empresa ferroviaria norteamericana controlaba el tránsito interocéanico por Panamá desde 1855, facilitando la comunicación entre la costa Este de los Estados Unidos y la California que le había sido arrebatada a México en la guerra de 1846-1848. Ahora el canal interoceánico por Panamá pasaría a ser un objetivo estratégico para el ingreso de Estados Unidos a la categoría de potencia mundial. 

 

Ese objetivo estaba ya presente, in nuce, tanto en la insistencia norteamericana en “compeler a Colombia a reconocerle en el istmo derecho dominante, y privarle de la facultad de tratar con los pueblos sobre su territorio”, como su constante injerencia en los conflictos internos de aquel país en el Istmo. [5] De lo primero daba cuenta José Martí en 1889, como lo había hecho en 1885 sobre lo segundo, señalando que “en Panamá, aunque con mesura y apariencias de servicio público, y orden de no hacer más de lo que fuere necesario”,

 

- ¿no ha ido la marina americana más allá de la mera protección de su bandera, puesto que ha impedido con la imposición y la amenaza de la fuerza los actos de uno de los partidos beligerantes en el país, y ayuda con esta actitud y con sus propios buques las operaciones de guerra de otro de estos partidos?[6]

 

La combinación de aquellos conflictos internos y esa injerencia externa llevó a la separación de Panamá de Colombia y su constitución en República en noviembre de 1903, al amparo de un régimen de protectorado establecido en el Tratado Hay-Bunau Varilla del 2 de diciembre de 1903 “Para la construcción del canal interoceánico”. El Artículo I, en efecto, establecía que los Estados Unidos garantizan y mantendrán la independencia de la República de Panamá”, mientras en el VII la novel República concedía a los Estados Unidos VII el “derecho y la autoridad” para “el mantenimiento del orden público en las ciudades de Panamá y Colón y en los territorios y bahías adyacentes, en caso de que la República de Panamá, a juicio de los Estados Unidos, no estuviera en capacidad de mantenerlo.”[7]

 

Por su parte, para el 15 de febrero de 1904, quienes elaboraron la primera Constitución de la República de Panamá ampliaron ese derecho de intervención al establecer en su Artículo 136 que el gobierno de los Estados Unidos podría

 

intervenir, en cualquier punto de la República de Panamá, para restablecer la paz pública y el orden constitucional si hubiere sido turbado, en el caso de que por virtud de Tratado Público aquella Nación asumiere, o hubiere asumido, la obligación de garantizar la independencia y soberanía de esta República.[8]

 

Así, los Constituyentes de 1904, reunidos en el campo feliz de la unión pactada entre liberales y conservadores en el tratado de paz firmado en el acorazado norteamericano Wisconsin 21 de noviembre de 1902, que puso fin a la última guerra civil colombiana en el Istmo, utilizaron ese mandato constitucional para la protección de sus intereses.[9]El recurso más notable a esa obligación tuvo lugar en octubre de 1925, cuando el gobierno panameño solicitó al norteamericano que interviniera militarmente en la ciudad de Panamá “para restablecer el orden público” alterado por la movilización de trabajadores contra el alza de los alquileres que debían pagar por sus viviendas.

 

Para 1936, si bien el Tratado Arias-Roosevelt de 1936 permitió dar por cancelado ese derecho a la intervención en los asuntos internos de Panamá, no exorcizó el espíritu del protectorado en la relación entre ambos países.[10] No es de extrañar que ese espíritu fuera objeto de un constante rechazo por parte de los sectores populares y de capas medias del país, que alcanzó una victoria decisiva en diciembre de 1947, con el rechazo a la pretensión norteamericana de conservar más de 100 instalaciones militares contruidas durante la II Guerra Mundial fuera de la Zona del Canal.

 

Aun así, el espíritu del protectorado se vio renovado por el desorden político que siguió a la muerte del General Torrijos en 1981. Ese desorden llevó a establecer un régimen militar que liquidó la base de sustentación social creada por el torrijismo en la década de 1970, y permitió a los sectores más conservadores del país presentarse como los adalides de la restauración de la democracia en el Istmo a partir de la intervención militar de los Estados Unidos en el país en diciembre de 1989.

 

El espíritu del protectorado había sido invocado una vez más, y su presencia en la política panameña se vio renovada a lo largo de las tres décadas siguientes. Hoy, el régimen establecido a partir de entonces parece haber entrado en una fase de descomposición que se hace evidente en la demanda de una renovación política conservadora, que genere el crecimiento económico necesario para garantizar a un tiempo los intereses del sector empresarial y la estabilidad social amenazada por el deterioro del régimen político aún imperante en el país. 

 

Amanecerá y veremos si el espíritu del protectorado aún subsiste, cuando culmine el anochecer en que otra vez hemos ingresado.

 

Alto Boquete, Panamá, 20 de mayo de 2024

 


[1] “Nuestra América”. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VI, 19.

[2] Cabe recordar que V.I. Lenin en 1917, en su ensayo El Imperialismo. Fase superior del capitalismo, señalaba que la literatura económica y politica de su tiempo recurría “cada vez más al término imperialismo para caracterizar la época presente”, sobre todo “tras las guerras hispano-americana (1898) y anglo-bóer (1899-1902)”  https://www.fundacionfedericoengels.net/images/PDF/lenin_imperialismo.pdf

[3] https://es.wikipedia.org/wiki/Doctrina_Monroe

[4]  “Cartas de Martí”. La Nación, Buenos Aires, 22 de febrero de 1885. Ibid. VIII, 87-88.

[5] Martí, José: “Congreso Internacional de Washington. Su historia, sus elementos y sus tendencias. II. Nueva York, 2 de noviembre de 1889”. La Nación, Buenos Aires, 20 de diciembre de 1889. Ibid., VI, 62.

[6] “Cartas de Martí”. La Nación, Buenos Aires, 21 de agosto de 1885. VIII, 98.

[7] https://es.wikisource.org/wiki/Tratado_Hay-Bunau_Varilla

[8] https://es.wikisource.org/wiki/Constituci%C3%B3n_de_la_Rep%C3%BAblica_de_Panam%C3%A1_(1904)  

[9] Al respecto, el hecho visto desde Colombia en https://www.banrepcultural.org/biblioteca-virtual/credencial-historia/numero-117/el-tratado-de-wisconsin-noviembre-21-de-1902

[10] Tratado General de Amistad y Cooperación entre los Estados Unidos y la República de Panamá

http://gacetas.procuraduria-admon.gob.pa/SN355_1936.pdf

No hay comentarios: