sábado, 21 de septiembre de 2024

Argentina: Sin pan y sin trabajo

 “Sin pan y sin trabajo” es un cuadro de Ernesto de la Cárcova, pintado en 1894 y que puede observarse en el Museo Nacional de Bellas Artes. De la Cárcova era un joven de clase alta, tradicional de Buenos Aires que, con 19 años viaja a Italia a formarse como artista. Ocho años después vuelve al país con un cuadro sin terminar que completa al año siguiente, en 1894 y se convierte en la estrella del Segundo Salón del Ateneo. 

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

En principio pensaba llamar a su pintura “La huelga”, porque representaba una conmovedora escena de protesta y desaliento de una familia en la miseria: un obrero impotente, imposible determinar la identidad del ocasional modelo o fue inspirado entre muchos trabajadores del momento, mira a través de la ventana una fábrica detenida, sin humo en las chimeneas y la policía presta a reprimir a los huelguistas; lo acompaña su mujer que da de mamar a su hijo. La mujer desnutrida fue agregada luego de varios bosquejos, y la postura del hombre inclinado sobre la silla con una mano en la cortina deshilachada de la ventana, mientras su otro puño crispado tiene a escasos centímetros sus herramientas de trabajo, herramientas que pueden transformarse en armas de defensa. Son imágenes crudas y elocuentes de la crisis de esos años y las luchas por la cuestión social que comienza a erosionar la periferia fabril de Buenos Aires. Imagen que luego cambia su título por “Sin pan y sin trabajo”, título que mejor ilustra la cuestión social por la que vienen luchando los obreros en el país.  
 
Si bien el pintor pertenece a una familia sin problemas económicos, simpatiza rápidamente con la causa obrera, se afilia al Club Socialista en 1894 que luego, en 1896, se transformará en el Partido Socialista, creado por Juan B. Justo. 
 
Sin pan y sin trabajo, es un retrato que, salvadas las épocas, vuelve 130 más tarde de la mano de un mandatario que añora el modelo agroexportador de esos años y que, en nueve meses se ufana de haber realizado el mayor ajuste de la historia de la humanidad. 
 
En la presentación inédita del presupuesto 2025 en un Congreso vacío, volvió a reiterar el mismo ajuste para el año entrante, algo que parece disfrutar de manera exponencial, como un astronauta que ha logrado la mayor cantidad de órbitas alrededor de la tierra.
 
Sin pan y sin trabajo, con una caída tremenda de la actividad en todas las áreas de la economía y los salarios por el suelo, como también un desempleo como nunca se ha visto en décadas, bien podríamos haber vuelto a la década infame o a la infame situación de los obreros que en el mundo occidental y cristiano peleaban por la cuestión social a fines del siglo XIX; una explotación excesiva de la fuerza laboral que no les permitía recuperar las fuerzas dada la extensión de la jornada como a la ausencia de alimentos que les permitiera subsistir. 
 
De allí la preocupación de los progresistas positivistas de principios del siglo pasado en recabar datos concretos sobre la situación de los obreros de la República Argentina, encargando al médico catalán, Juan Bialet Massé, el famoso Informe que servirá de base objetiva del proyecto de ley de trabajo a redactar por el Congreso de la Nación. 
 
Transcurría 1903, un año antes de que finalizara el período del segundo gobierno del General Julio Argentino Roca y su ministro del Interior, autor de la iniciativa, era el doctor Joaquín V. González, fundador de la Universidad de la Plata en 1905.
 
De modo que, como en aquel tiempo de creación y movilización del movimiento obrero nacional, es imposible no volver a revivir en las calles las protestas sociales, acalladas de manera vergonzosa por las fuerzas de seguridad, los medios y las redes sociales. 
 
La pantomima montada por el presidente con un operativo de 25 millones de pesos para armar su show un día domingo en el Congreso y la ridiculez de su telenovela amorosa montada entre Yuyito González en el palco ubicada entre el anciano matrimonio Milei y Lilia Lemoine, desde su bancada empinándose para filmar con su teléfono celular el arribo del galán demente que funge de presidente, son cosas muy groseras de narrar. Una vergüenza que se le podría ahorrar al sufrido pueblo argentino.
 
Acallados a palos los ancianos manifestantes que rodeaban el edificio de las leyes, los que en su mayoría opinan que no tienen nada que perder, salvo sus vidas, y un apagón televisivo que marcó un récord de baja de audiencia y hubo que mentirle al mandatario, para que no estallara en ira.
 
El orador único, se autoelogió como es su costumbre y volvió a desplazar al ministro de Economía, que es quien debe presentar al Congreso el proyecto de la Ley de leyes; con un “¡Hola a todos!” en voz grave y en sorna, como si fuera un espectáculo teatral de la calle Corrientes o se dirigiera a sus fanáticos, comenzó su archiconocida perorata descriptiva de macroeconomía del déficit fiscal, la que no agregó absolutamente nada nuevo que no haya dicho a lo largo de todas sus conferencias; Milei da vueltas sobre conceptos que sólo él entiende, como si estuviera planteando una teoría en un aula, mientras las respuestas operativas de la Ley de leyes, exigen explicar las acciones a desarrollar y la obtención de los recursos necesarios para llevar a cabo esas acciones. Sólo se hace en el año en cuestión lo que allí está escrito. Así de simple y claro. Quienes hemos cursado Finanzas Públicas o Presupuesto Público, lo sabemos. Reitero, es simple y claro. Pero... en su abstruso mensaje nada es claro... 
 
No era el pueblo argentino su destinatario, sino las autoridades del gobierno de Estados Unidos y del Fondo Monetario Internacional, a los efectos que le adelanten los dólares que bajo ningún concepto han llegado al país. Un rol subalterno adoptado frente al imperio y rigor y crueldad para sus connacionales, a los que se supone, debería proteger y cuidar. 
Como le aconseja CFK: “Las palabras de un presidente no pueden tener violencia simbólica o explícita. La palabra de un presidente debe ser sanadora”.
 
Sin pan y sin trabajo, es una situación crítica que viven los 47 millones de argentinos, mientras los 87 legisladores comprados por Javo Milei para el veto, tuvieron un asado en Olivos este martes a la noche. Una cena valuada en 20 mil pesos por persona que debían desembolsar antes de ingresar. Una manera de homenajear a los tránsfugas, del mismo modo como premia a los fugadores de capitales o a los grandes evasores, los héroes destructores del Estado; premisa sobre la cual se erige su núcleo teórico y de  acción.
 
Sin pan y sin trabajo, los abrumados pobladores del conurbano bonaerense volvieron a sufrir la suba de transporte, algo que impacta de sobremanera en las personas que deben tomar tres o cuatro colectivos y/o trenes para ir a sus trabajos, lo que incide sobre sus magros salarios. Viendo las imágenes de las grandes estaciones terminales de Once, Constitución y Retiro, la gente salta masivamente los molinetes, eludiendo el pago de pasaje, mientras el personal ocupado en vigilancia mira al costado, solidarizándose con ellos, bajo riesgo de perder sus propios trabajos. 
 
Tampoco es novedad plantear esta comparación del título, la expresidenta y exvice presidenta, Cristina Fernández de Kircher citó Sin pan y sin trabajo en su discurso en la Universidad Nacional del Oeste, en Merlo, San Luis, donde le otorgaron un doctorado honoris causa.
 
Allí le dio una lección de economía al presidente, lección que, según cuentan los íntimos, lo volvió loco o, mejor dicho, lo enloqueció, tiró todo lo que tenía en mano. Porque la expresidenta insiste que en una gestión de gobierno no sólo valen las teorías económicas de las escuelas tradicionales, sino que hay que gobernar para los argentinos y Argentina es un país que exige una especial manera de conducirlo, puesto que tiene un territorio extenso con diversas economías regionales y población con necesidades muy específicas. Un inmenso país, eminentemente federal y profundo, con pueblos dispersos en lugares remotos, donde debe llegar el Estado con toda su asistencia, como lo ha hecho la educación pública a través de escuelas de frontera desde siempre, donde a veces concurren diez alumnos que tienen que recorrer kilómetros para recibir educación o servicios como el correo argentino que distribuye correspondencia en los lugares más alejados. Instituciones éstas, fundamentales en la construcción de nuestra identidad nacional.
 
Esto es algo que el presidente libertario desconoce y tampoco tiene intenciones de conocer y mucho menos recorrer. Su escenario son las grandes ciudades del mundo desarrollado, donde concurren miles de viajeros cosmopolitas.
 
La semana próxima viaja nuevamente a Nueva York para tener su primera intervención en Naciones Unidas; entidad que ha condenado la gestión del presidente argentino por el incumplimiento de los derechos humanos.
 
Allí, en la ONU expondrá su corta gestión sin ninguna agenda oficial, dado que Estados Unidos se encuentra en proceso eleccionario y no tiene prevista reunión alguna con las autoridades de otros Estados nacionales; tal vez, en la emergencia, aproveche para darse una vuelta remolona por el Fondo Monetario Internacional, para ver si le arrojan alguna limosna.
 
El tiempo transcurre ajeno a los deseos humanos. Todos envejecemos y vamos a morir. Si hay algo democrático es la muerte, a todos nos llega. No hay diferencia entre ricos y pobres. 
El presidente libertario tan despiadado con los ancianos, va a envejecer; será como su anciano padre que miraba desde el balcón del Congreso, el discurso del presidente que cuando niño castigaba.
 
Sus diez minutos de gloria y fama van a pasar. Sus locuras y teorías dementes lo arrojarán a un costado de la vía y, puede que en algún momento, él y su hermana Karina, evoquen a aquellas dos personas desesperadas y hambrientas de Sin pan y sin trabajo.
 
Probablemente Javo ya no tendrá la vitalidad ni la sorna libertaria, como tampoco la melena que lo caracteriza; su papada que tanto le preocupaba, semejará el cuello arrugado y colgante de las iguanas de Galápagos; mirando por la ventana, con sus ojos vacuos, con la silla inclinada, cargado de desesperación y ansiedad, la calle le devolverá el bullicio de una dinámica social de la que estará excluido. Karina de espaldas a la ventana, como aquella madre que intenta amantar a su hijo con unos pechos secos, tendrá la mirada perdida, el cabello revuelto y una expresión de espanto que espantará a quien la vea. Semejarán dos viejos brujos como en aquellos cuentos de terror que asustan a los niños. Los cuervos de la parca estarán al acecho. Del poder y la gloria de este 2024, ya no quedará nada...
 
Sin embargo, Sin pan y sin trabajo, el célebre cuadro de Ernesto de la Cárcova, seguirá siendo visitado por multitudes en el Museo Nacional de Bellas Artes.   

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