El modelo económico estadounidense y, especialmente, su moneda, el dólar, atraviesan en la actualidad un amplio rechazo por parte de un creciente número de gobiernos en todo el mundo.
Daniel Kersffeld / Página12
En buena medida, esta resistencia es encabezada por los BRICS, el bloque contrahegemónico que, en su origen estaba integrado por Rusia, China, India, Brasil y Sudáfrica, y que, desde inicios de 2024, ha incorporado a Irán, Arabia Saudita, Egipto, Etiopía y Emiratos Árabes Unidos, con la renuncia del gobierno argentino por integrar este entramado de creciente gravitación geopolítica.
Con una deuda externa calculada en 35 billones de dólares, los Estados Unidos avanzan hacia una crisis inexorable. Si en 2002 el dólar constituía el 72% de las reservas mundiales, en 2024 ya es del 59%. Y si hasta 2022 la casi totalidad de las transacciones de petróleo se realizaban en dólares, desde el siguiente año una quinta parte de su comercialización se practica en diversas divisas.
La debacle de la economía hegemónica afecta también a Europa ya que el euro, que en un inicio se consideraba una alternativa creíble al dólar, también ha visto disminuir su participación en las reservas mundiales, del 28% en 2008 al 19% en la actualidad.
La actual reestructuración de los flujos financieros internacionales está promoviendo así que, de manera cada vez más acelerada, una multitud creciente de divisas domine la economía mundial, reduciendo la influencia de las monedas tradicionales, promoviendo la desdolarización y allanando, por tanto, el camino hacia una nueva era de fragmentación monetaria.
Por su parte, y en su defensa de las monedas locales, los BRICS están enviando un mensaje contundente en el que ya no se busca depender de una divisa cuya estabilidad está cada vez más cuestionada. En cambio, se proponen salidas y alternativas de amplio impacto global, como seguramente se expondrán en la 16ª cumbre del bloque en Kazán, Rusia, del 22 al 24 de octubre.
Por el momento se sabe que los BRICS impulsan la construcción de un nuevo sistema de pago a nivel internacional a partir de una nueva plataforma denominada BRICS Bridge. De igual modo, han avanzado en una moneda estable, el “UNIT”, basada en criptomonedas y en blockchains, lo que permitirá el comercio transfronterizo utilizando varias monedas alternativas al dólar.
El “UNIT” se sostendrá en una canasta integrada en un 40% por oro, y en un 60% por monedas BRICS convertibles en oro. La vuelta al metal y, en consecuencia, la superación del dólar como patrón de referencia se ha convertido en una de las principales estrategias del bloque, tal como lo plantea el World Gold Council. El Banco Mundial determinó que la acumulación de oro por los bancos centrales de los BRICS representa el 17% a nivel mundial, con Rusia, India y China ubicados entre los primeros diez lugares.
Por otra parte, los BRICS pretenden crear un sistema que compita con la red SWIFT de transacciones interbancarias formuladas bajo control de los Estados Unidos.
Si bien existen varios proyectos, el más relevante es el mBridge, basado en el desarrollo de monedas digitales creadas por distintos bancos centrales (Central Bank Digital Currency-CBDC). Se trata de una creación conjunta entre las autoridades monetarias de China, Hong Kong, Tailandia y Emiratos Árabes Unidos, junto con el Banco de Pagos Internacionales de Basilea. Recientemente, Arabia Saudita solicitó su incorporación a este acuerdo todavía en formación.
La desdolarización se está desarrollando ampliamente, y más rápido de lo que suponían sus principales impulsores. Hasta ahora, alrededor de 47 países han expresado su interés en unirse a los BRICS para, entre otros objetivos, fortalecer sus monedas locales, en una tendencia que incluye a otros bloques estratégicos como la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN).
De este modo, y si Vietnam prohibió los depósitos en moneda extranjera a largo plazo, en junio de 2023 Pakistán pagó a Rusia su primera importación de crudo a precio rebajado utilizando yuanes chinos. Mientras tanto, la atención en estas últimas semanas está colocada en Zimbabue: el país africano lanzó una nueva moneda respaldada por el oro, el Zig, para competir con el dólar y, en un plazo máximo de dos años, terminar con la dependencia frente a la divisa estadounidense.
Por supuesto, la política de desdolarización puede provocar profundas tensiones. En Irak, el intento por fomentar el uso del dinar en contra del dólar derivó hace pocas semanas en un golpe de mercado y en la suspensión de todas las transacciones bancarias en yuanes chinos, en lo que se consideró como una clara represalia por parte de Estados Unidos.
El impacto global de la desdolarización llegó incluso a la campaña electoral de los Estados Unidos. Donald Trump prometió que, en caso de que fuera elegido presidente, ningún país se animaría a abandonar el patrón dólar, y que aquel que sí lo hiciera, debería enfrentar las duras consecuencias.
Sin duda, las medidas económicas impulsadas por los BRICS y promovidas al calor de la profunda crisis económica sufrida por los Estados Unidos constituyen hoy una tendencia de creciente gravitación y de insoslayable debate en todo el mundo.
Y esto sucede pese a que algunos gobiernos se empecinen en negar esta realidad y, en cambio, sólo atisben a plantear un falso debate entre mayor o menor dolarización, al tiempo en que celebran como un éxito decisivo la supervivencia en el tiempo de una anacrónica relación de subordinación frente a una potencia inmersa desde hace años en un irrebatible proceso de decadencia.
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