América Latina se juega buena parte de su futuro en los próximos meses. Las batallas políticas y culturales que vienen no serán fáciles. El tigre norteamericano, espantado por el fogonazo de la movilización popular antiimperialista de los últimos años, como nos lo advirtió Martí, “vuelve de noche al lugar de la presa. (…) No se le oye venir, sino que viene con zarpas de terciopelo”. Sus zapadores trabajan con ahínco.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Cada vez resulta más evidente el papel que desempeñan los presidentes Felipe Calderón, Oscar Arias y Álvaro Uribe en el actual contexto regional: desde distintos frentes –económico, militar y diplomático-, hacen el trabajo de zapa que requieren los imperialistas del Norte para recuperar espacios geopolíticos en América Latina, es decir, para apuntalar las pretensiones hegemónicas de los ideólogos del Pentágono y el complejo militar-industrial sobre una región en la que Estados Unidos ha perdido influencia pero, como toda fiera, se resiste a soltar la presa.
Cada vez resulta más evidente el papel que desempeñan los presidentes Felipe Calderón, Oscar Arias y Álvaro Uribe en el actual contexto regional: desde distintos frentes –económico, militar y diplomático-, hacen el trabajo de zapa que requieren los imperialistas del Norte para recuperar espacios geopolíticos en América Latina, es decir, para apuntalar las pretensiones hegemónicas de los ideólogos del Pentágono y el complejo militar-industrial sobre una región en la que Estados Unidos ha perdido influencia pero, como toda fiera, se resiste a soltar la presa.
México, Costa Rica y Colombia son Estados dirigidos por gobiernos que, lejos de defender los intereses nacionales y de las grandes mayorías empobrecidas durante las últimas décadas, representan a las elites de la tecnocracia neoliberal, y a las viejas y nuevas oligarquías.
En consecuencia, privilegian los procesos de apertura comercial e integración de las grandes empresas en el espacio económico mesoamericano, controlado por los fuerzas del capital transnacional, predominantemente estadounidense. Dóciles y obedientes a estos mandatos, esos gobiernos no escatiman esfuerzos en romper las crecientes resistencias populares (urbanas, rurales, indígenas) que se multiplican en nuestros países, aplicando en esta tarea todos los métodos posibles –lícitos e ilícitos.
En consecuencia, privilegian los procesos de apertura comercial e integración de las grandes empresas en el espacio económico mesoamericano, controlado por los fuerzas del capital transnacional, predominantemente estadounidense. Dóciles y obedientes a estos mandatos, esos gobiernos no escatiman esfuerzos en romper las crecientes resistencias populares (urbanas, rurales, indígenas) que se multiplican en nuestros países, aplicando en esta tarea todos los métodos posibles –lícitos e ilícitos.
Por si lo anterior no fuese suficiente, México, Colombia y Costa Rica son tres de los seis u ocho aliados que, según lo proyecta Fidel Castro en una de sus últimas Reflexiones, tendrán los Estados Unidos en América Latina antes del año 2012. Fácilmente se puede identificar a los restantes “candidatos”: la Honduras de Roberto Michelleti y el general Romeo Vásquez; el Panamá de Ricardo Martinelli; el Perú de Alan García, o el Chile de Sebastián Piñera, en caso de un eventual triunfo suyo en las elecciones del 13 de diciembre.
Incluso, de Centroamérica podría surgir un aliado más: Nicaragua, si se repite aquí la estrategia golpista hondureña de cara al proceso electoral del 2011; Guatemala, según el resultado de las elecciones del 2012; o El Salvador, si el proyecto político progresista del presidente Funes es descarrilado por las fuerzas opositoras internas y las presiones de militarización que emanan del Plan Mérida.
Para todos sus “devotos”, Washington ya tiene previsto asignarles una función específica en su política exterior que, como lo señala el Dr. Luis Suárez Salazar, consiste en “contribuir a la ‘neutralización’ de las posiciones más radicales y antiimperialistas que actualmente se debaten tanto dentro de los diferentes foros oficiales latinoamericanos y caribeños, como en diferentes ámbitos del Sistema Interamericano”[1].
Una de las manifestaciones de esta neutralización es el sistemático abandono de los empeños –siempre incompletos, pero necesarios- del proceso de integración múltiple y diverso nuestroamericano, por parte de los aliados estadounidenses. Así quedó demostrado en la última cumbre del grupo de países del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC), la semana anterior, cuando el representante de México abogó por el pronto ingreso de Colombia y Costa Rica a esta organización.
Este interés por el foro APEC contrasta con el desdén con que Arias y Uribe miran el Sistema de Integración Centroamericano (SICA) y la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), respectivamente. Y es que para las élites gobernantes en estos países, América Latina termina en la frontera colombo-venezolana. Más allá, como afirmó despectivamente el presidente costarricense en días pasados, lo que existe es una región donde las naciones caminan “hacia el futuro con los ojos en la espalda”[2].
En el fondo, lo que queda claro es que se encuentra en marcha un proceso de reequilibrio de las fuerzas políticas en la región: entre las tendencias nacional-populares y progresistas, por un lado, y las tendencias oligárquicas y panamericanistas (pro-imperialistas), por el otro.
En este escenario, la administración Obama tiene clara su estrategia: continuar “sus acciones dirigidas a ‘contener’, aislar y, si fuera posible, derrotar (roll back) por vías predominantemente ‘pacíficas’ y ‘democráticas’ a algunos o todos los gobiernos fundadores o integrantes del ALBA-TCP. En particular, a los gobiernos de Cuba y de la República Bolivariana de Venezuela”[3].
La obstinación imperial en mantener el bloqueo económico contra Cuba, a pesar del rechazo universal en la ONU; la instalación de bases militares y aeronavales en Colombia y Panamá; el golpe de Estado en Honduras y sus intentos de emulación en Paraguay; la trampa diplomática del Acuerdo de San José; o las maniobras que –a todo nivel- se realizan para forzar y “legitimar” una intervención militar en Venezuela, son muestras inequívocas de las múltiples acciones que despliega Washington en la región.
América Latina se juega buena parte de su futuro en los próximos meses. Las batallas políticas y culturales que vienen no serán fáciles. El tigre norteamericano, espantado por el fogonazo de la movilización popular antiimperialista de los últimos años, como nos lo advirtió Martí, “vuelve de noche al lugar de la presa. (…) No se le oye venir, sino que viene con zarpas de terciopelo”[4]. Sus zapadores trabajan con ahínco.
NOTAS
[1]Luis Suárez Salazar. «La ambivalente política hemisférica de Barack Obama». Artículo publicado por la Agencia de Información Latinoamericana (ALAI). 16 de julio de 2009. Disponible en: http://alainet.org/active/31723
[2] Oscar Arias Sánchez. “Cuatro trabas culturales”, en La Nación, 15 de noviembre de 2009. P. 31A.
[3] Luis Suárez Salazar. Op. cit.
[4] José Martí. “Nuestra América”, Hart Dávalos, Armando (editor) (2000). JOSÉ MARTÍ Y EL EQUILIBRIO DEL MUNDO. México DF: Fondo de Cultura Económica. Pág.210
[1]Luis Suárez Salazar. «La ambivalente política hemisférica de Barack Obama». Artículo publicado por la Agencia de Información Latinoamericana (ALAI). 16 de julio de 2009. Disponible en: http://alainet.org/active/31723
[2] Oscar Arias Sánchez. “Cuatro trabas culturales”, en La Nación, 15 de noviembre de 2009. P. 31A.
[3] Luis Suárez Salazar. Op. cit.
[4] José Martí. “Nuestra América”, Hart Dávalos, Armando (editor) (2000). JOSÉ MARTÍ Y EL EQUILIBRIO DEL MUNDO. México DF: Fondo de Cultura Económica. Pág.210
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