Basta solo revisar el índice de esta publicación, que honra al periodismo y la intelectualidad latinoamericana, para percatarse de la irreductible postura de Ko-eyú y cuánto le debemos a esta revista y a Joel Atilio Cazal, siempre firme en sus principios y convicciones.
Ha muerto Joel Atilio Cazal, el gran amigo paraguayo. A mediados del año pasado, en una tregua en su lucha contra el cáncer, me pidió un texto para el número de Ko-eyú que había decidido preparar, creo que como despedida, por el aniversario 50 de la Revolución Cubana. Las noticias que a diario enviaba por Ko-eyú digital dejaron de llegar desde diciembre del año pasado, síntoma del agravamiento de su enfermedad. No sé si tuvo tiempo de editar ese último número de su revista, pero este es el texto que le envié y que me agradeció en uno de su e-mails:
Fue a fines de junio o principios de julio de 1983. Me encontraba en Caracas para participar en las sesiones del congreso sobre el Pensamiento Político Latinoamericano, con motivo de las actividades conmemorativas por el bicentenario del Libertador Simón Bolívar.
La delegación cubana, encabezada por Flavio Bravo, entonces presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular de la República de Cuba, estaba integrada por un nutrido grupo de intelectuales, entre ellos Francisco Pividal y Manuel Galich. Tuve la suerte de compartir la habitación con el doctor Galich, quien era director del Departamento de Teatro de la Casa de las Américas y mi maestro y compañero de cátedra en el antiguo Departamento de Historia de América de la Universidad de La Habana.
Galich, además de laureado dramaturgo y exitoso escritor, había tenido una destacada participación en la Revolución Guatemalteca de 1944, desarrollando durante los gobiernos de Juan José Arévalo y Jacobo Arbenz una extraordinaria labor política y diplomática que, tras la grosera intervención norteamericana en 1954, lo llevaron a radicarse en Argentina y luego en Cuba. En aquellos días en Caracas, hace más de un cuarto de siglo, pude comprobar lo conocido que era Galich entre los latinoamericanos y la admiración que despertaba su postura vertical y verbo encendido, ahora en defensa de la Revolución Cubana.
Por eso no me extrañó que una tarde tocara en la puerta de nuestra habitación del Caracas Hilton un joven periodista paraguayo exiliado en Venezuela, trigueño y muy flaco entonces, cargando una pesada grabadora de cinta, para solicitar una entrevista a Galich. Se trataba de Joel Atilio Cazal.
Fue la primera vez que lo vi y que tuve en mis manos un ejemplar de Ko-eyú, la prestigiosa revista que con tanta devoción, como pocos recursos, edita con su esfuerzo personal, el apoyo de toda su familia y el generoso concurso de leales amigos. Ese mismo día nació mi colaboración con Ko-eyú y, al mismo tiempo, fue el comienzo de una entrañable amistad con Joel que se ha hecho más firme con el paso del tiempo, forjada en la solidaridad humana, el compromiso con el movimiento revolucionario latinoamericano y la lealtad a la Revolución Cubana.
Recuerdo que en esa oportunidad le entregué para la revista mi ponencia "La Revolución Cubana y la Revolución Sandinista en el proceso liberador de Nuestra América”, presentada en el congreso del Pensamiento Político Latinoamericano en que estábamos participando, y un artículo acabado de de terminar titulado "Guatemala: raíces históricas de la insurrección popular". Estos textos salieron publicados ese mismo año en los números 31 y 32 de Ko-eyú.
Ante la frecuencia de mis colaboraciones en la revista, supuestos guardianes de la ortodoxia marxista-leninista no tardaron en hacerme llegar el sibilino mensaje de que Ko-eyú era una publicación “antisoviética”. La caída del socialismo europeo y la desaparición de la Unión Soviética pondrían definitivamente las cosas en su sitio: algunos de aquellos detractores y oportunistas se pasaron al otro bando; mientras Ko-eyú siguió consecuente con su línea revolucionaria radical que la ha caracterizado a los largo de sus treinta años de existencia, al servicio permanente de las mejores causas del continente y al lado de la Revolución Cubana.
Basta solo revisar el índice de esta publicación, que honra al periodismo y la intelectualidad latinoamericana, para percatarse de la irreductible postura de Ko-eyú y cuánto le debemos a esta revista y a Joel Atilio Cazal, siempre firme en sus principios y convicciones. En sus páginas, ilustradas por diferentes artistas –es tradicional que cada ejemplar venga acompañado de un sugestivo poster y hermosos poemas- pueden encontrarse enjundiosos análisis de valiosos cientistas sociales sobre la realidad contemporánea, valientes denuncias de la brutal represión contra el movimiento popular, en los años más duros de la historia latinoamericana reciente, así como textos dedicados a comentar el avance de la luchas revolucionarias de nuestros pueblos y, muy especialmente, de la Revolución Cubana, su verdadero leit motiv.
En este significativo 50 aniversario del triunfo revolucionario en la Mayor de las Antillas, la revista que con su nombre guaraní alude a la alborada de la segunda independencia de Nuestra América, ha decidido dedicarle un número especial de sentido homenaje. Con ello reafirma, como tantas otras veces, la admiración que sienten todos los que tienen que ver con Ko-eyú, y en primer lugar su fundador y director, Joel Atilio Cazal, con Cuba y la Revolución liderada por Fidel Castro.
La Habana, 24 de julio de 2009
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