En esta semana que concluye se conmemoró
el centenario de la inauguración del Canal de Panamá. Los faustos de los grupos
dominantes panameños fueron mayúsculos y elitescos, totalmente separados y
alejados del pueblo, el que luchó durante todo el siglo XX porque el Canal se
trasladara a manos panameñas y la nación pudiera dejar de ser un apéndice de
los Estados Unidos de América y sus intereses geopolíticos.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
El Canal de Panamá es una de las principales rutas marítimas del comercio mundial. |
En Centroamérica, esta conmemoración nos
encuentra con la noticia de la construcción de otro canal, el de Nicaragua, el
que siempre ha sido hasta ahora el canal “virtual”, es decir, el que podría
ser, o el que pudo ser y no fue.
Ambos canales forman parte de la
historia de la región. La consideración de Panamá como paso entre los dos
grandes océanos terrestres, el Atlántico y el Pacífico, data del período
colonial, cuando Centroamérica pasó de considerarse puente de unión entre el sur y el norte de la masa continental, a istmo,
es decir, porción de tierra que separa
y aleja los dos océanos.
Iguales son los motivos por los que el
territorio nicaragüense fue considerado para construir el paso de unión.
Baptista Antonelli, enviado por el rey de España en el período colonial, llegó
incluso a demarcar el trazado de un futuro canal, y la temprana presencia
norteamericana en su territorio estuvo siempre asociada a él.
Dados los faustos desmemoriados que
rodearon la conmemoración oficial en Panamá, no está de más traer aquí a colación
la gesta estudiantil de 1964 y la lucha del general Omar Torrijos, solo dos
referencias entre muchas otras, de la importancia que jugó el Canal en el
perfilamiento de la nación panameña.
La falta de mención de toda esta
trayectoria en el marco del megaproyecto que se lleva a cabo hoy en ese canal
no es casual. Al igual que todo el país, ha caído en manos de una élite
financieramente voraz que se ha enriquecido hasta límites inimaginables, menos
aún en paisitos pequeños y pobres como los centroamericanos.
Las voces celebratorias de la derecha
centroamericana ha aprovechado la efeméride para poner de relieve el “éxito”
panameño, el “vertiginoso desarrollo” que está teniendo lugar en ese país y
para proponerlo como modelo a seguir.
Por otra parte, no han dejado pasar la
ocasión para echar tierra y lodo sobre las intenciones nicaragüenses de
construir su propio canal. En primer lugar, lo tachan de irrealizable, de
locura megalómana, de cuento de Las mil y una noches; luego, de turbio negocio
familiar de los Ortega, de ambientalmente agresivo y otros argumentos que jamás
se han escuchado por estos lares respecto al Canal de Panamá.
Se trata, en última instancia, de una
rebatiña ideológica. Como bien se sabe, Panamá y Nicaragua se encuentran en las
antípodas políticas en América Latina. Panamá como portaestandarte de la
derecha más recalcitrante, mientras Nicaragua se inscribe en el esfuerzo por
buscar alternativas de desarrollo propias para nuestros países.
No sabemos en qué quedará el proyecto
del canal nicaragüense, si lograrán, por fin, construir la obra que han tenido
en mente durante tantos y tantos años, pero deseamos fervientemente que
realmente puedan llevarla a cabo y que se transforme en un proyecto que dé
trabajo a su gente, que lleve prosperidad a un pueblo que ha luchado durante
tantos años por salir adelante pero que se sigue encontrando entre los que
muestran los más bajos índices de desarrollo de América Latina. Ojalá hicieran
un canal que les permitiera construir su independencia económica, y los
colocara en un sitial alejado de la órbita de los intereses norteamericanos que
tanto daño le han hecho a través de toda su historia.
Y a los panameños les deseamos que más
temprano que tarde retomen el control de su nación y de su canal, secuestrados
ambos por comerciantes y mercachifles muchas veces asociados al hampa
internacional, al crimen organizado que campea en la región de la mano del
tráfico de las drogas, las armas y los seres humanos.
Son dos proyectos de las máximas
dimensiones que podrían poner a Centroamérica en un lugar privilegiado en el
mundo, como el que le auguraba Bolívar, y que hasta ahora no ha sido sino eso,
augurio.
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