Después de década y
media de triunfos en medio de un capitalismo en crisis pero planetario, el Foro
de Sao Paulo puede ser el punto de partida de una nueva oleada para salir de
cierta desaceleración y profundizar el largo recorrido por los caminos de la
emancipación.
Hugo Moldiz / Cubadebate
A pesar que la mayor
parte de los países de América Latina y el Caribe tienen gobiernos de izquierda
y progresistas, la fuerza de la ola revolucionaria de la última década y media
da señales de cierto agotamiento, por lo que se hace necesario sentar
condiciones favorables para arrancar una nueva oleada que defienda lo
conquistado y profundice el camino hacia un horizonte emancipador de los
pueblos y la naturaleza.
El desafío no es nada
fácil. Ya poco antes del fallecimiento del presidente Hugo Chávez se percibía
una relativa desaceleración de la tendencia hacia la izquierda en la región. Es
mucho lo que se ha hecho en pocos años en medio de un capitalismo realmente
planetario.
Tres parecen ser los
factores que explican la desaceleración y que están dialécticamente
relacionados:
En primer lugar, hay un
retroceso en el nivel de desarrollo de conciencia de los sujetos sociales y
políticos que después de un gran momento de protagonismo en su condición de
sujetos históricos devienen en actores interesados más en sus intereses
particulares que en su visión universal. Hay una pasividad o confusión frente a
la envergadura de las tareas históricas, aún en los países en que hay procesos
revolucionarios. Los foros sociales han perdido su capacidad de generar mejores
y mayores ideas para luchar contra las clases dominantes en aquellos países
donde la izquierda no ha accedido al gobierno o no ha conquistado el
poder. A eso hay que agregar las grandes
dificultades que enfrentan los pueblos y la izquierda que no está en el
gobierno para construir unidad y revertir el poder de la derecha que es más
dominación que dirección.
Segundo, sobre la base
de la disminución de la densidad de la movilización y el protagonismo social,
pero también desde cierta “fetichización” del poder, los gobiernos de izquierda
avanzan y obtienen conquistas a partir de la sola intervención desde el
Estado.A veces son parte de la solución pero también del problema. Los
gobiernos son los grandes autores y actores de muchas conquistas de los últimos
cinco años, pero también tienen algo de responsabilidad de la pasividad social.
De esta manera, la conquista y ampliación de la hegemonía se produce solo a la
fuerza de la iniciativa desde el Estado o el menos con poco protagonismo desde
los “organismos privados” de la sociedad civil siempre en disputa.
La combinación de ambos
factores se traduce en un menor grado de articulación de los mecanismos
alternativos de integración y foros de concertación política como el ALBA, la
UNASUR y la CELAC. Hay una suerte de pausa entre lo que se dice y lo que se
hace, aunque lo acumulado en década y media todavía da un margen bastante
importante de ventaja a favor de las fuerzas sociales y políticas revolucionarias.
El desarrollo
contradictorio de los dos anteriores datos de la realidad se registra al mismo
tiempo, como tercer factor, en medio de una contraofensiva imperial que combina
las acciones más o menos conocidas de la última década (subversión ideológica,
como es el caso del ZunZuneo contra Cuba y otras acciones similares contra
Bolivia y Ecuador) con otras de nuevo tipo que, por razones de espacio, se
pueden agrupar en dos: a) la activación de la Alianza Pacífico, un proyecto
–como afirma la investigadora Lourdes Regueiro- al que se lo puede calificar
como el “ALCA plus”, y b) un nivel de agresión contra la Revolución Bolivariana
que condensa los métodos empleados contra Cuba, Chile y Nicaragua, con el dato
adicional de una sistemática agresión mediática.
Un necesario apunte por
su importancia en las futuras luchas en la región. De todos los procesos
revolucionarios y progresistas que se desarrollan en la región, el boliviano se
presenta como el más fortalecido en la actualidad. La revolución liderada por
Evo Morales se dispone a conquistar en octubre un holgado triunfo electoral,
aunque la consolidación de su irradiación hegemónica estará en dependencia de
un nuevo grado de aceleración de los movimientos sociales que, salvo pocos
momentos, también dan señales de cierto retorno a sus particularismos.
El reimpulso
En ese cuadro actual de
relaciones de fuerza en la región, todo lo que vaya a pasar en adelante
adquiere un carácter estratégico. Pero el avance hacia el horizonte emancipador
requiere de algunas premisas:
En primer lugar, de la defensa articulada de
los gobiernos revolucionarios y progresistas ante las diversas formas de
agresión de los Estados Unidos y del capital. Los casos de Venezuela y
Argentina se presentan como los más ilustrativos de lo que la restauración
conservadora está dispuesta a hacer. La patria de Bolívar y Chávez es un actor
geoestratégico en la región y Argentina es un pivote también.
Segundo, la
profundización de los procesos revolucionarios de Bolivia y Ecuador, cuyo aporte
a la causa de los pueblos subalternos de la región y el mundo es de importancia
histórica y estratégica. El aporte de Bolivia a las luchas en América Latina es
fundamental pues hasta ahora es un espacio de articulación de los horizontes
emancipadores de los pueblos indígenas sintetizados en el Vivir Bien y del
proyecto y la tradición socialista de los trabajadores.
Tercero, el reimpulso y profundización de los
mecanismos alternativos de integración y foros de concertación política
(UNASUR, ALBA y CELAC) y de otros ya existentes que como el MERCOSUR se
presentan estratégicos para la integración intra y extrarregional.
Cuarto, el respaldo a los Diálogos de Paz para
la salida política al largo conflicto armado en Colombia. La emergencia
política y social en ese país se proyecta estratégica para la región y puede
insuflar una nueva energía a las luchas latinoamericanistas.
El quinto, la
consolidación de la actualización del modelo económico cubano en tanto seguirá
siendo referente político e ideológico de la revolución.
¿En torno a qué agenda
lograr una nueva aceleración?
En realidad, se trata
de articular la Agenda de la Patria Grande desde dos perspectivas articuladas:
Primera, desde la
agenda inconclusa del siglo XX que pasa por la salida soberana de Bolivia al
Pacífico, el cese del bloqueo contra Cuba, la devolución de las Islas Malvinas
a la Argentina, la superación colonial de Puerto Rico y la solución del
conflicto armado colombiano. Solo así América Latina y el Caribe será escenario
de paz.
Segunda, la agenda del
siglo XXI que implica: la erradicación de la extrema pobreza y pobreza moderada
a través de acceso universal a los servicios básicos, salud y educación
gratuitas y seguridad alimentaria con soberanía; el impulso de una nueva
arquitectura financiera que conquiste la desdolarización de la economía
latinoamericana; un aprovechamiento de los recursos naturales bajo control
estatal en armonía con la Madre Tierra y la convergencia con estados y pueblos
de otras partes del planeta para construir un nuevo orden mundial para Vivir
Bien.
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