El proceso al que se inclina El Salvador
remarca la nueva era latinoamericana en la cual la edificación de un tipo de
“capitalismo social”, va convirtiéndose en la estrategia de transición para una
sociedad distinta hacia futuro, porque altera las bases económicas y políticas
de los antiguos poderes dominantes. Eso explica las reacciones que se
despiertan entre empresarios y políticos tradicionales.
Juan J. Paz y Miño Cepeda / El Telégrafo (Ecuador)
El Salvador es un país con 20.742 Km² de
superficie y cerca de 6,3 millones de habitantes; es decir, apenas más grande
que la provincia del Guayas y con una población equivalente a un 40% del total
de habitantes del Ecuador.
El Salvador tiene una historia común con los
países centroamericanos, en los que han dominado poderosas oligarquías, que
postergaron el desarrollo nacional, condenaron a la pobreza a enormes mayorías
y se aliaron a los intereses imperialistas.
Entre 1980-1992, El Salvador vivió
una sangrienta guerra de combate al ‘comunismo’ supuestamente impulsado por el
Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Durante 20 años
(1989-2009) gobernó el derechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), que
preservó el poder oligárquico, al mismo tiempo que afirmó la vía neoliberal del
país, que, como en toda Latinoamérica, lo único que provocó es el privilegio
empresarial, la concentración de la riqueza y el deterioro de las condiciones
de vida y trabajo de la población.
Pero en 2009 ganó la presidencia Mauricio
Funes, quien impulsó una vía reformista que atendió vivienda, educación, salud,
trabajo, seguridad, derechos humanos, inversiones públicas y reactivación
productiva (privilegió la pequeña y mediana empresa); restableció relaciones
con Cuba y llevó una política exterior inspirada en el principio de
soberanía, todo lo cual fue cuestionado por la oligarquía y los políticos
tradicionales. Sin embargo, El Salvador mejoró sustancialmente su economía y
sus condiciones sociales, lo cual ha sido otra bofetada al ‘viejo’ recetario
del FMI y al neoliberalismo.
El sucesor, con el triunfo de marzo de 2014
(segunda vuelta), es Salvador Sánchez Cerén, exvicepresidente de Funes y, sobre
todo, exguerrillero del FMLN y, por tanto, una figura que siempre fue
indeseable para ARENA , la derecha salvadoreña y el imperialismo.
Sánchez Cerén, quien asumió el cargo el pasado
1 de junio, se orienta a profundizar las políticas sociales. El congreso acaba
de aprobar una reforma fiscal enfocada a la redistribución de ingresos y la
justicia tributaria. “Los que tienen más deben pagar más”, ha señalado el
presidente Sánchez, en un país con la más baja tasa impositiva en América
Latina; añadiendo: “utilizar esos recursos para invertir en el desarrollo
social del país, invertir en educación, invertir en salud, invertir más fuerte
en seguridad”.
El Salvador camina así entre los gobiernos de
la Nueva Izquierda latinoamericana, con programas que coinciden con los que ya
han venido impulsando Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela, considerados a
la vanguardia de la región.
El proceso al que se inclina El Salvador
remarca la nueva era latinoamericana en la cual la edificación de un tipo de
“capitalismo social”, va convirtiéndose en la estrategia de transición para una
sociedad distinta hacia futuro, porque altera las bases económicas y políticas
de los antiguos poderes dominantes. Eso explica las reacciones que se
despiertan entre empresarios y políticos tradicionales.
1 comentario:
Sería de interés que el autor realizara un análisis detenido del concepto "capitalismo social", referido a los países latinoamericanos donde tal concepto tenga aplicación.
Gracias.
Publicar un comentario