Discurso
pronunciado por Carlos Figueroa Ibarra con motivo de recibir la distinción
"Profesor Investigador Emérito René Poitevin" por parte de la sede
Guatemala de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).
Guatemala, Guatemala 13 de agosto de 2014.
Doctor Virgilio Reyes, Director
Encargado de la sede Guatemala de la Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales
Estimables integrantes del Consejo
académico de la Flacso
Guatemala.
Colegas, compañeros y compañeras
trabajadores y demás integrantes de la comunidad de
Flacso en Guatemala
Amigos y amigas presentes en este día
y en este evento.
Quiero en primer lugar agradecer de
manera sentida y profunda a los colegas de la Flacso que tomaron la iniciativa
de otorgarme la distinción cuya entrega nos tiene ahora reunidos. Mi
agradecimiento va en particular a los integrantes del Consejo Académico de Flacso
Guatemala y en particular a la Dra. Beatriz Zepeda, directora de la institución
en el momento que que se tomó la iniciativa de otorgarme la distinción
"Profesor e Investigador Emérito René Poitevin". Confieso que fue
algo inesperado para mí cuando a través de Virgilio Reyes el Consejo Académico
me comunicó telefónicamente que había decidido honrarme con tal distinción.
En
realidad pasaron unos días antes de que internalizara plenamente lo
gratificante que ha resultado para mí
tal reconocimiento. Y la razón de la demora es muy sencilla: la noticia me fue
comunicada en los primeros días de junio de 2014 cuando todavía procesábamos
los acontecimientos de las sesiones del Consejo Superior y la Asamblea General
de Flacso de los días 29 y 30 de mayo. Y cierto es que la situación de la sede
Guatemala con motivo de los avatares que ha implicado la elección de un nuevo
Director o Directora, no me han permitido saborear plenamente el honor que he
recibido. Para empezar no tuve cabeza
sino hasta el lunes en la tarde para empezar a invitar a amigos, familiares y
seres queridos al evento que hoy nos reúne. Así que los amigos y amigas,
familiares que me acompañan hoy lo hacen a pesar de la premura con que fueron
invitados por mí. Les agradezco a todos su presencia.
La noche del día de ayer, mientras
caminaba desde el campus central de la Universidad de San Carlos de Guatemala
hacia la colonia El Carmen, donde se encuentra lo que es mi casa cuando estoy
en Guatemala -el hogar de mis amigos y hermanos Alfonso Batres y María Isabel
Galindo de Batres-, pude darme cuenta de
algo que no había leído con detenimiento sino hasta ayer. Y eso es que
la distinción que hoy me ha conferido la Flacso Guatemala lleva el nombre de un
querido colega que hoy ya no está con nosotros. Me refiero a quien fuera su
Director, el Dr. Rene Poitevin. Poite,
como cariñosamente lo llamábamos hace unos 40 años, en 1974. Eso era cuando la Escuela de Ciencia Política
apenas arrancaba y personas que hoy se han convertido en auditorios, centros de
documentación y distinciones, como el propio René y también Jorge Romero Imery,
empezaban su carrera profesional como cientistas sociales. Evoqué aquella pequeña escuela, ubicada en
uno de los edificios de la Ciudad Universitaria de la USAC, al cual estudiantes
y profesores llamaban coloquialmente "El Gallinero" y pensé en todo lo que a las ciencias
sociales les ha acontecido en estas cuatro décadas. Para empezar, poco tiempo
después de 1974, en alguno de mis viajes a Guatemala, -pues me encontraba
estudiando el posgrado en la Universidad Nacional Autónoma de México-, pude ver
cómo René Poitevin, Victor Gálvez Borrell, Mario Luján, Jorge Romero Imery,
Raúl Zepeda entre otros, celebraban jubilosamente que finalmente el Consejo Superior
Universitario de la USAC, había aprobado
la creación de la Escuela de Ciencia Politica con las carreras de ciencia política, sociología y relaciones
internacionales.
Vivíamos en aquellos años la plenitud
de la dictadura militar. Pero era una dictadura militar en la que la represión
había menguado. Finalmente el primer ciclo insurgente había terminado, el país
atravesaba una calma que después supimos, solamente fue un breve interregno
entre dos grandes tormentas represivas. Además el gobierno de turno buscaba
legitimarse después del fraude electoral de 1974. Fue en ese breve espacio en
el cual nació la Escuela de Ciencia
Política, aunque las ciencias sociales
en Guatemala habían nacido mucho antes. No puede olvidarse la aparición de la
antropología culturalista, a la cual le debemos los primeros estudios acerca de los pueblos indígenas de Guatemala
e incluso las primeras reflexiones acerca de
las relaciones entre indígenas y ladinos en el país. Las ciencias
sociales en Guatemala se empezaron a cultivar probablemente en el Seminario de
Integración Social de Guatemala, pero también en diversos espacios de la USAC.
Entre ellos en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, en la Facultad de
Humanidades aun en la Escuela de Trabajo Social y poco después en la naciente
Escuela de Historia. No había surgido con plenitud la Escuela de Ciencia
Política cuando el mundo intelectual de Guatemala resultó impactado por el
libro de Carlos Guzmán Böckler y Jean Loup Herbert Guatemala una
interpretación histórica social (1969) y poco tiempo después con la aparición de La
patria del criollo de Severo Martínez Peláez (1970). Hoy acaso se pueda
decir que con el debate que aquellos dos libros generaron en el primer lustro
de la década de los setenta del siglo XX, despegó la reflexión desde las ciencias
sociales en Guatemala. Probablemente algo más estaba ocurriendo en el resto de
Centroamérica, y particularmente en Costa Rica, donde un régimen democrático y
más abierto a lo que acontecía en el mundo, propiciaba un desarrollo de las
ciencias sociales superior al del resto de los países centroamericanos. En
dicho país ya se encontraba EdelbertoTorres Rivas y su presencia impulsó el
Primer Congreso Centroamericano de Sociología celebrado en aquel hermoso lugar
llamado La Catalina, en Heredia, y poco
tiempo después el XI Congreso Latinoamericano de Sociología que se volvió un
hito de las ciencias sociales latinoamericanas. Esto sucedió porque allí se debatió a fondo la teoría de
la dependencia a través de figuras memorables como Agustín Cueva, Theotonio dos
Santos, Vania Bambirra, Ruy Mauro Marini.
No es posible desligar a las ciencias
sociales del contexto político y social
en el que se desenvuelven. Es verdad de perogrullo afirmar que cualquiera que
haga una historia del desenvolvimiento de las ciencias sociales, tiene que
vincular el mismo a la sociedad en la que se desenvuelven. Y en este tenor hay
que recordar el contexto del despegue de las ciencias sociales en Guatemala. Ya
mencioné un interregno entre dos oleadas represivas. A nivel latinoamericano lo
que se observaba era un desplazamiento
hacia el norte de América Latina de figuras fundamentales de las ciencias
sociales como los cientistas sociales que ya he mencionado y otros más como
René Zavaleta, Sergio Bagú, Clodomiro Almeida y muchos más. Con satisfacción
puedo decir que me beneficié de todo esto como estudiante de la Facultad de
Ciencias Políticas y Sociales en la UNAM.
Este desplazamiento hacia el norte de América latina fue consecuencia
del golpe de estado que derrocó al gobierno de Salvador Allende en septiembre
de 1973. Y en el contexto que vivimos hoy en la sede Guatemala de Flacso, hace
que convenga recordar que los congresos centroamericano y latinoamericano
celebrados en Costa Rica en 1974, se realizaron en el momento en que la
ferocidad pinochetista acosaba a la Flacso en Chile. Ésta terminaría cerrando
sus actividades en Chile, porque el oscurantismo dictatorial que combinaba
neoliberalismo con anticomunismo consideraba a la Flacso como un reducto del
marxismo que amenazaba a la cultura cristiana y occidental.
Aun en aquel interregno que he
mencionado para Guatemala, los que empezábamos a hacer ciencias sociales
teníamos que andar con pies de plomo en la investigación social y en la
docencia. Nunca olvidaré a aquel librero
español que llegó a buscarme indignado porque el libro que había pedido yo para
mi clase de Introducción a la Sociología en la Facultad de Derecho en la USAC,
había sido retenido en la aduana guatemalteca y el gobierno se negaba a
entregarlo. El libro versaba sobre sociología marxista y en aquel año de 1974
gobernaba Carlos Arana Osorio y era ministro de Educación Alejandro Maldonado
Aguirre. Y el librero español no era un fervoroso marxista indignado por la
ausencia de libertad de pensamiento en Guatemala. Simplemente era un comerciante que veía evaporarse sus
ganancias porque el lote de libros que había pedido yo corría el riesgo de
podrirse en una de las bodegas de la Aduana Central. Por fortuna para el
librero y para los estudiantes de derecho de aquel año de 1974, a instancias de
dicho librero y también de las mías, el Ministro Maldonado Aguirre emitió un
dictamen en el que establecía que Guatemala era un país democrático y con
libertad de pensamiento y que por lo tanto se autorizaba que el libro de sociología
marxista pudiera ser llevado a la librería y libremente distribuido.
Pocos años después el contexto había
cambiado radicalmente. Centroamérica vivía el estallido revolucionario iniciado
en Nicaragua y que se propagaba a El Salvador y Guatemala. La insurgencia se
expandía en Guatemala y la dictadura militar volvió a ser terrorista. Una de
las organizaciones revolucionarias del país secuestró al hijo de uno de los más
prominentes empresarios del país y además de dinero pidió que se publicara un
manifiesto en los distintos diarios del país. Como lo supimos en aquel
momento, a los analistas del ejército de
Guatemala les pareció que aquel manifiesto manejaba muy bien las categorías
usuales en las ciencias sociales y concluyó que aquel manifiesto solamente
podría haber salido de la Escuela de Ciencia Política de la USAC. Y con tal
conclusión obró en consecuencia. A través del Ejército Secreto Anticomunista
amenazó de muerte a siete académicos, en cuenta a quien hoy les habla. Tres de los siete académicos, Jorge Romero
Imery, Ricardo Juárez Gudiel y Julio Alfonso Figueroa finalmente fueron
asesinados. Los otros cuatro nos salvamos porque pudimos salir al exilio. La
anécdota acaso valga para ilustrar lo que probablemente pensaban los
funcionarios civiles y militares de las dictaduras militares latinoamericanas:
que las ciencias sociales eran subversivas. Algunos hechos le daban fundamento
al prejuicio: en aquel momento el marxismo era una teoría muy influyente en las
ciencias sociales y en Centroamérica en particular, buena parte de los
cientistas sociales habían tomado partido teórica o prácticamente por un cambio
revolucionario. ¿Como olvidar al sociólogo nicaragüense Blas Real Espinales
muerto en combate contra la agonizante dictadura somocista?
Recuerdo muy bien una conversación
telefónica con Edelberto Torres Rivas en 1987. Me contaba que se había fundado la sede Guatemala de Flacso y que su primer director era el muy querido
amigo y economista Mario Aníbal González. Además de sus méritos profesionales,
que son muchos, Mario Aníbal había sido electo como Director de aquella
incipiente Flacso Guatemala, porque su perfil acaso le daba un margen mayor de
seguridad personal en un contexto como el guatemalteco. Flacso Guatemala se
fundó cuando estaba naciendo el primer gobierno civil, lo que no quería decir
pleno estado de derecho y militares en sus cuarteles. Por tanto, en un país que
había vivido el asesinato de 400 universitarios en un lapso de unos tres o
cuatro años, el tema de la vulnerabilidad mayor o menor de su director era algo
a considerar. Por fortuna, la violencia politica se fue apaciguando en el país
y desgraciadamente empezó a ser sustituida por la violencia delincuencial que
hoy vivimos. Cabe recordar que hay estimaciones que consideran a la ciudad de
Guatemala como una de las diez ciudades más peligrosas del mundo.
Ha pasado ya algún tiempo desde que
las ciencias sociales eran consideradas subversivas. Hoy es un lugar común en
Guatemala decir que hay ciencias
sociales críticas y también hay ciencias sociales sistémicas. Hay enfoques
teóricos que buscan conservar lo establecido y otros que buscan transformarlo.
Desde un horizonte académico todas las teorías son legítimas y con capacidad de
producir conocimientos nuevos. Es en el marco de este horizonte académico, que
en sus poco más de 27 años de existencia, la Flacso Guatemala ha dado aportes
fundamentales a las ciencias sociales en
Guatemala. Tuve la fortuna de ser profesor en la maestría y el doctorado del
Programa Centroamericano de Ciencias Sociales que funcionó en la sede. Y pude
observar un nivel académico envidiable. La producción editorial de Flacso
Guatemala es notable. Los eventos académicos que ha realizado son muy
importantes. En sus 27 años de existencia, Flacso se ha convertido en una
referencia para el pensamiento crítico
en Guatemala. Y el clima teórico y metodológico que inspira a sus trabajadores
intelectuales es ampliamente plural. Pero la violencia política no ha
desaparecido ni tampoco los imaginarios oscurantistas que la propician. Por eso
no resulta sorprendente advertir la imagen que los sectores más conservadores
de Guatemala han empezado a difundir de la sede: según éstos Flacso es una
institución en la cual no existe
pluralismo (¿existe en la Universidad Francisco Marroquín?), es un reducto de antiguos subversivos y es un centro de activismo de los movimientos
sociales. Es esta una imagen que solamente es explicable por la cultura politica
dominante en Guatemala, la cual tiene
sus raíces en el oscurantismo colonial, en el despotismo decimonónico y
oligárquico y finalmente en la guerra fría.
Recibo la "Distinción Profesor e
Investigador Emérito Rene Poitevin" en un momento crucial de la historia
de Flacso Guatemala, el cual puede tener repercusiones para todo el sistema
Flacso. Se trata de preservar el espíritu que ha animado al mencionado sistema
Flacso y el cual pude percibir en los cuatro años que tuve el honor de ser
Consejero a título individual en su Consejo Superior. Se trata de un espíritu
fuertemente apegado a lo institucional, respetuoso del Acuerdo constitutivo de
Flacso y de los distintos reglamentos. Un espíritu apegado también a los usos y
costumbres que rigen el desenvolvimiento de todo el sistema. Flacso es un
organismo internacional y autónomo, pero también es concebido como un organismo
intergubernamental. Esto implica un sistema en el cual el consenso es la norma
y la imposición algo impensable. La democracia tal como es concebida en la
institución es una democracia de consenso. Los Consejos Académicos de las
sedes, y los órganos de decisión respectivos en los Programas y Proyectos, son
actores fundamentales como también lo son los gobiernos signatarios del Acuerdo
Flacso. La autonomía de Flacso implica la libertad para elegir los temas de
investigación, los enfoques teóricos que deben guiarlos y la libertad de
cátedra en el caso de los proyectos docentes. Flacso no deber ser refugio para
funcionarios gubernamentales temporalmente desempleados, sino el espacio para
profesores investigadores de carrera con estabilidad laboral, críticos y
autónomos en su pensamiento. Si bien es cierto que Flacso como institución tiene que ser ajena a todo tipo de
militancia, también hay que recordar que no puede ser tratada como un
ministerio. Su relación con el Estado y con los gobiernos de turno es de
respeto y coadyuvancia en la solución de
los problemas nacionales y sociales, independientemente de la tesitura politica
de dichos gobiernos. La relación del Estado y los gobiernos de turno con la
Flacso debe ser de respeto a su autonomía y de cumplir con el acuerdo
gubernativo para financiar sus actividades.
Finalizo estas palabras reiterando mi gratitud Flacso Guatemala, por la distinción recibida y hago votos porque los próximos tiempos de esta institución que ya ha cumplido 27 años en el país, cumpla muchos más caminando ascendentemente pero en el sendero que ha venido transitando.
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