El
pensamiento de García Monge no hace sino expresar con una autenticidad y
hondura inigualables en nuestro medio, el momento histórico que está viviendo
nuestra América Latina en la primera mitad del siglo pasado, en ese período que
se inicia con Martí y el fin de la
guerra de independencia de Cuba con su partido revolucionario en el siglo XIX
y, ya en el XX, en la Revolución Mexicana
y en la gesta de Sandino.
Arnoldo Mora Rodríguez / Especial para Con
Nuestra América
Del gran
maestro humanista Joaquín García Monge se conoce, y con plena justicia, su
labor divulgativa por ser el fundador y director de por vida de la revista
cultural de más prestigio que haya tenido la región, como es el REPERTORIO
AMERICANO, reconocida así por todo el mundo cultural dentro y fuera del país.
También se le ha estudiado en casi todas las historias de la literatura
costarricense y en muchas antologías de la novela costarricense, como iniciador
de la novela realista social en nuestro medio. Pero pocos han indagado en las
fuentes filosóficas de su pensamiento; lo cual me parece extraño pues él nunca
ocultó cuáles fueron las influencias que dejaron huella en su visión de mundo,
en que fundó racional y éticamente su quehacer cultural y su compromiso
político que fueron pilares doctrinales de su fecunda y ejemplar vida. En las
siguientes líneas se resumirán las principales fuentes filosóficas de su
pensamiento que fundamentaron
racionalmente su visión de mundo.
Veamos en
primer lugar lo que dicen quiénes han abordado tan importante tema. En su
conocida e insustituible obra desarrollo
de las ideas filosóficas en Costa Rica, Constantino Láscaris lo cataloga como
anarquista. Láscaris habla de un anarquismo a la tica, caracterizado por su
pacifismo, en contraposición “a la exacerbación explosiva “del anarquismo de
otros países; lo cual es atribuido por Láscaris al hecho de ser “Costa Rica
país ordenado”, y a la influencia predominante, en el caso de Don Joaquín, al
pensamiento de Tolstoi. Esta versión sui generis del anarquismo de García
Monge, Láscaris la describe en los siguientes términos: ”Un tostoyano que en
lugar de cultivar la tierra, cultiva libros y revistas, y que, en lugar de
dirigirse a los campesinos rusos, se dirige a los intelectuales americanos. Ese
fue García Monge erigido en figura continental. Y así fue un “libertario”, o,
si esa palabra molesta a alguien, un hombre obseso por libertad; libertad del
individuo, del pensamiento, de la patria, de la humanidad”.
Pero la
opinión más generalizada de los historiadores y analistas del pensamiento
costarricense es la que lo sitúa entre los liberales radicalizados. Tal
posición podría ser correcta si nos restringimos en el análisis que se sitúa tan sólo en la evolución del
pensamiento costarricense descontextualizado del medio latinoamericano y
restringiéndolo tan sólo a una descripción del mensaje explícito de su obra.
Igualmente destacamos que una tal concepción sólo es válida como una
aproximación o primera descripción a nivel fenomenológico. Pero un análisis más
riguroso y profundo nos llevará a ver el contexto global caracterizado por las luchas de clases que se
desarrollaban en nuestro medio socio-político, y sobre todo, en un contexto
latinoamericano más amplio.
La
comprensión más honda del pensamiento de García Monge no puede darse descontextualizado; por lo que debe darse
estableciendo algunos rasgos más salientes de su pensamiento para luego
valorizarlos y juzgarlos a la luz del contexto regional, que es el que, en
última instancia, le da su significado y nos permite ubicarlo sin
tergiversarlo, ni proyectar sobre él una interpretación personal antojadiza; lo
que nos permite llegar a una comprensión de su pensamiento y aporte a la
actualidad. Lo que primero impresiona en el pensamiento de Don Joaquín y en su
actitud frente a la vida, es su profundo humanismo, el carácter absoluto que
atribuye a los valores humanos por
encima de todos los otros valores culturales o instituciones históricas. Su
interés fundamental es el ser humano como
fuente de todo valor axiológico; pero esta aproximación
antropológico-axiológica no se da gracias a un
método de análisis, sea éste sociológico, psicológico, o étnico-cultural,
sino intuitivo y ético.
Ni el arte,
ni la ciencia, ni la literatura tienen un fin en sí mismos, sin negar ni mucho
menos su validez para darnos una aproximación racional al ser humano; la
comprensión de éste en última instancia se dará tan sólo por la simpatía, por
una actitud ética y espontánea hacia el hombre concreto, especialmente el
oprimido y marginado. No subyace en tal actitud, sin embargo, un menosprecio
por las ciencias, tanto la experimental físico-matemática, como por las
ciencias humanas, ni por el método analítico aplicado a las realidades
culturales o a los hechos históricos. Todo lo contrario, las páginas del
REPETORIO AMERICANO están llenas de ensayos de divulgación científica.
El propio Don
Joaquín mostró siempre un interés personal directo en
todas las formas de renovación didáctica, apreciando las experiencias que en
ese campo se hacían en diversos países. En cuanto al pensamiento filosófico,
destaca igualmente la importancia del ensayo que ocupa múltiples páginas del
REPERTORIO AMERICANO, las cuales se abren abundantemente al pensamiento de los
grandes maestros, tano españoles como Unamuno, Ortega y Gasset, Eugenio D”Ors,
como de otras latitudes, como Bertrand Russell, por no citar a los grandes pensadores latinoamericanos como Vasconcelos.
Resulta asombroso ese afán de manifestarse al día y captar todo lo que creía
era más novedoso y de mayor valor; y esto hasta los últimos días de su vida.
Basta citar al respecto dos ensayos que dedica a divulgar en las páginas de su
REPETORIO AMERICANO al existencialismo de los años de la inmediata postguerra.
Por lo que hemos podido informarnos, estos dos ensayos constituyen el primer
encuentro por parte del medio cultural costarricense con el pensamiento
existencialista de postguerra, concretamente de Sartre.
De la
filosofía en concreto, se expresa
en estos términos: “La filosofía como
mera especulación, no me ha desvelado. En sus aspectos religiosos, digamos con
su aplicación a la conducta, sí me ha movido el ánimo. Lo que no hagas al otro
lo que no quieres que te hagan, lo de no juzgar al prójimo para no serlo a la
vez, lo de que serás medido con la misma vara con que midas (creo en el Destino
como Justicia, por encima de los dioses y de los hombres) son mandamientos que
sí han influido en mi conducta. Si tal temor es el temor de Dios como principio
de la sabiduría, y lo he sentido en mi vida de projimidad”. En cuanto a
ideologías políticas, es de sobra conocido su afirmación hecha en 1953 de no
pertenecer a partidos políticos. Sin embargo, eso nunca significó ni
neutralidad frente a la injusticia y a la tiranía, ni falta de admiración por
todo lo que consideraba un adelanto para
la humanidad.
Nunca ocultó
su admiración por las grandes revoluciones que se desarrollaron en su tiempo,
ni provocaron las mayores polarizaciones en la opinión pública y culta de Nuestra
América y del mundo. Nos referimos específicamente a la revolución rusa y a la
revolución mejicana, lo mismo que al pensamiento más avanzado de Nuestra
América, como el vertido por el joven Haya de la Torre, o por los intelectuales
comunistas cubanos que luchaban contra la tiranía del Machado, como Juan
Marinello, Nicolás Guillén y Martínez Villena. Finalmente, habría que
preguntarnos qué valores conserva el aporte de Don Joaquín García Monge en
nuestra historia para el desarrollo de la realidad social y política
costarricense.
El
pensamiento no es más que el reflejo, consciente o inconsciente, de la
conflictividad de clases desatada en una determinada época. Bajo esta
perspectiva, el pensamiento de García Monge no hace sino expresar con una
autenticidad y hondura inigualables en nuestro medio, el momento histórico que
está viviendo nuestra América Latina en la primera mitad del siglo pasado, en
ese período que se inicia con Martí y el
fin de la guerra de independencia de Cuba con su partido revolucionario en el
siglo XIX y, ya en el XX, en la
Revolución Mexicana y en la gesta de Sandino; todo lo cual tiene su expresión ideológica en pensadores como
Vicente Sáenz o el joven Haya de la Torre;
es, en fin, la época en que las luchas sociales y políticas se libran
contra el imperialismo yanqui y sus aliados criollos, siendo conducidas como vanguardia revolucionaria por
el campesinado, por esas grandes masas campesinas sedientas de tierra y
libertad, como lo encarnó de manera heroica Emiliano Zapata.
Joaquín
García Monge será uno de los más preclaros representantes en nuestro medio de
esa realidad como su expresión ideológica. Hijo de la ciudad, será el más fiel
representante de la revolución agraria de Nuestra América; siendo hombre de
letras, estará siempre al lado de toda revolución en las ideas, sean
científicas o políticas; siendo conservador en su conducta moral, será muy abierto en las
innovaciones en arte y filosofía; siendo un hombre actualizado y contemporáneo
de su tiempo, permanecerá siempre e indefectiblemente fiel a sí mismo con una
serenidad de sabio y una pasión de revolucionario.
Por eso Don
Joaquín debe ser considerado como el puente entre dos épocas:
el pasado liberal y oligárquico y el futuro social y popular permaneciendo en
un presente que le hace siempre actual:
el presente de los pueblos que luchan y arrebatan a la historia su
protagonismo. Joaquín García Monge es la adolescencia de nuestro espíritu y de
nuestra identidad cultural, la conciencia de la libertad recién estrenada por
nuestros pueblos, la juventud eterna del
soñador realista, del idealista enraizado en lo material.
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