sábado, 1 de junio de 2019

Costa Rica: El pensamiento filosófico de Joaquín García Monge

El pensamiento de García Monge no hace sino expresar con una autenticidad y hondura inigualables en nuestro medio, el momento histórico que está viviendo nuestra América Latina en la primera mitad del siglo pasado, en ese período que se inicia con Martí  y el fin de la guerra de independencia de Cuba con su partido revolucionario en el siglo XIX y,  ya en el XX, en la Revolución Mexicana y en la gesta de Sandino.

Arnoldo Mora Rodríguez / Especial para Con Nuestra América

Costa Rica, 1931: de izquierda a derecha, Palma Guillén  
(secretaria de Gabriela Mistral), Max Jiménez, 
Gabriela Mistral, Fausto Coto, Joaquín García Monge, 
Gonzalo Chacón y el poeta nicaraguense  Salomón de la Selva 
(fotografía propiedad de Eugenio García).
Del gran maestro humanista Joaquín García Monge se conoce, y con plena justicia, su labor divulgativa por ser el fundador y director de por vida de la revista cultural de más prestigio que haya tenido la región, como es el REPERTORIO AMERICANO, reconocida así por todo el mundo cultural dentro y fuera del país. También se le ha estudiado en casi todas las historias de la literatura costarricense y en muchas antologías de la novela costarricense, como iniciador de la novela realista social en nuestro medio. Pero pocos han indagado en las fuentes filosóficas de su pensamiento; lo cual me parece extraño pues él nunca ocultó cuáles fueron las influencias que dejaron huella en su visión de mundo, en que fundó racional y éticamente su quehacer cultural y su compromiso político que fueron pilares doctrinales de su fecunda y ejemplar vida. En las siguientes líneas se resumirán las principales fuentes filosóficas de su pensamiento que fundamentaron  racionalmente su visión de mundo.

Veamos en primer lugar lo que dicen quiénes han abordado tan importante tema. En su conocida e insustituible obra desarrollo de las ideas  filosóficas en Costa Rica,  Constantino Láscaris lo cataloga como anarquista. Láscaris habla de un anarquismo a la tica, caracterizado por su pacifismo, en contraposición “a la exacerbación explosiva “del anarquismo de otros países; lo cual es atribuido por Láscaris al hecho de ser “Costa Rica país ordenado”, y a la influencia predominante, en el caso de Don Joaquín, al pensamiento de Tolstoi. Esta versión sui generis del anarquismo de García Monge, Láscaris la describe en los siguientes términos: ”Un tostoyano que en lugar de cultivar la tierra, cultiva libros y revistas, y que, en lugar de dirigirse a los campesinos rusos, se dirige a los intelectuales americanos. Ese fue García Monge erigido en figura continental. Y así fue un “libertario”, o, si esa palabra molesta a alguien, un hombre obseso por libertad; libertad del individuo, del pensamiento, de la patria, de la humanidad”.

Pero la opinión más generalizada de los historiadores y analistas del pensamiento costarricense es la que lo sitúa entre los liberales radicalizados. Tal posición podría ser correcta si nos restringimos en el análisis  que se sitúa tan sólo en la evolución del pensamiento costarricense descontextualizado del medio latinoamericano y restringiéndolo tan sólo a una descripción del mensaje explícito de su obra. Igualmente destacamos que una tal concepción sólo es válida como una aproximación o primera descripción a nivel fenomenológico. Pero un análisis más riguroso y profundo nos llevará a ver el contexto global  caracterizado por las luchas de clases que se desarrollaban en nuestro medio socio-político, y sobre todo, en un contexto latinoamericano más amplio.

La comprensión más honda del pensamiento de García Monge no puede darse   descontextualizado; por lo que debe darse estableciendo algunos rasgos más salientes de su pensamiento para luego valorizarlos y juzgarlos a la luz del contexto regional, que es el que, en última instancia, le da su significado y nos permite ubicarlo sin tergiversarlo, ni proyectar sobre él una interpretación personal antojadiza; lo que nos permite llegar a una comprensión de su pensamiento y aporte a la actualidad. Lo que primero impresiona en el pensamiento de Don Joaquín y en su actitud frente a la vida, es su profundo humanismo, el carácter absoluto que atribuye a  los valores humanos por encima de todos los otros valores culturales o instituciones históricas. Su interés fundamental es el ser humano como  fuente de todo valor axiológico; pero esta aproximación antropológico-axiológica no se da gracias a un  método de análisis, sea éste sociológico, psicológico, o étnico-cultural, sino intuitivo y ético.

Ni el arte, ni la ciencia, ni la literatura tienen un fin en sí mismos, sin negar ni mucho menos su validez para darnos una aproximación racional al ser humano; la comprensión de éste en última instancia se dará tan sólo por la simpatía, por una actitud ética y espontánea hacia el hombre concreto, especialmente el oprimido y marginado. No subyace en tal actitud, sin embargo, un menosprecio por las ciencias, tanto la experimental físico-matemática, como por las ciencias humanas, ni por el método analítico aplicado a las realidades culturales o a los hechos históricos. Todo lo contrario, las páginas del REPETORIO AMERICANO están llenas de ensayos de divulgación científica.

El propio Don Joaquín  mostró siempre un interés personal directo en todas las formas de renovación didáctica, apreciando las experiencias que en ese campo se hacían en diversos países. En cuanto al pensamiento filosófico, destaca igualmente la importancia del ensayo que ocupa múltiples páginas del REPERTORIO AMERICANO, las cuales se abren abundantemente al pensamiento de los grandes maestros, tano españoles como Unamuno, Ortega y Gasset, Eugenio D”Ors, como de otras latitudes, como Bertrand Russell, por no citar a los grandes  pensadores latinoamericanos como Vasconcelos. Resulta asombroso ese afán de manifestarse al día y captar todo lo que creía era más novedoso y de mayor valor; y esto hasta los últimos días de su vida. Basta citar al respecto dos ensayos que dedica a divulgar en las páginas de su REPETORIO AMERICANO al existencialismo de los años de la inmediata postguerra. Por lo que hemos podido informarnos, estos dos ensayos constituyen el primer encuentro por parte del medio cultural costarricense con el pensamiento existencialista de postguerra, concretamente de Sartre.

De la filosofía  en concreto, se expresa en  estos términos: “La filosofía como mera especulación, no me ha desvelado. En sus aspectos religiosos, digamos con su aplicación a la conducta, sí me ha movido el ánimo. Lo que no hagas al otro lo que no quieres que te hagan, lo de no juzgar al prójimo para no serlo a la vez, lo de que serás medido con la misma vara con que midas (creo en el Destino como Justicia, por encima de los dioses y de los hombres) son mandamientos que sí han influido en mi conducta. Si tal temor es el temor de Dios como principio de la sabiduría, y lo he sentido en mi vida de projimidad”. En cuanto a ideologías políticas, es de sobra conocido su afirmación hecha en 1953 de no pertenecer a partidos políticos. Sin embargo, eso nunca significó ni neutralidad frente a la injusticia y a la tiranía, ni falta de admiración por todo lo que consideraba  un adelanto para la humanidad.

Nunca ocultó su admiración por las grandes revoluciones que se desarrollaron en su tiempo, ni provocaron las mayores polarizaciones en la opinión pública y culta de Nuestra América y del mundo. Nos referimos específicamente a la revolución rusa y a la revolución mejicana, lo mismo que al pensamiento más avanzado de Nuestra América, como el vertido por el joven Haya de la Torre, o por los intelectuales comunistas cubanos que luchaban contra la tiranía del Machado, como Juan Marinello, Nicolás Guillén y Martínez Villena. Finalmente, habría que preguntarnos qué valores conserva el aporte de Don Joaquín García Monge en nuestra historia para el desarrollo de la realidad social y política costarricense. 

El pensamiento no es más que el reflejo, consciente o inconsciente, de la conflictividad de clases desatada en una determinada época. Bajo esta perspectiva, el pensamiento de García Monge no hace sino expresar con una autenticidad y hondura inigualables en nuestro medio, el momento histórico que está viviendo nuestra América Latina en la primera mitad del siglo pasado, en ese período que se inicia con Martí  y el fin de la guerra de independencia de Cuba con su partido revolucionario en el siglo XIX y,  ya en el XX, en la Revolución Mexicana y en la gesta de Sandino; todo lo cual tiene  su expresión ideológica en pensadores como Vicente Sáenz o el joven Haya de la Torre;  es, en fin, la época en que las luchas sociales y políticas se libran contra el imperialismo yanqui y sus aliados criollos, siendo  conducidas como vanguardia revolucionaria por el campesinado, por esas grandes masas campesinas sedientas de tierra y libertad, como lo encarnó de manera heroica Emiliano Zapata.

Joaquín García Monge será uno de los más preclaros representantes en nuestro medio de esa realidad como su expresión ideológica. Hijo de la ciudad, será el más fiel representante de la revolución agraria de Nuestra América; siendo hombre de letras, estará siempre al lado de toda revolución en las ideas, sean científicas o políticas; siendo conservador en su  conducta moral, será muy abierto en las innovaciones en arte y filosofía; siendo un hombre actualizado y contemporáneo de su tiempo, permanecerá siempre e indefectiblemente fiel a sí mismo con una serenidad de sabio y una pasión de revolucionario.

Por eso Don Joaquín  debe ser  considerado como el puente entre dos épocas: el pasado liberal y oligárquico y el futuro social y popular permaneciendo en un presente  que le hace siempre actual: el presente de los pueblos que luchan y arrebatan a la historia su protagonismo. Joaquín García Monge es la adolescencia de nuestro espíritu y de nuestra identidad cultural, la conciencia de la libertad recién estrenada por nuestros pueblos, la juventud  eterna del soñador realista, del idealista enraizado en lo material.

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