Punto clave de la política
anti-inmigrante de Trump es el proyecto de la prolongación de la construcción
del muro a lo largo de su frontera sur, para detener el paso de los migrantes
procedentes de México, Centroamérica y otras regiones del mundo periférico.
Adalberto Santana / Especial
para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México
En nuestros tiempos de finales de la
segunda década del siglo XXI, en buena parte de las economías de los países desarrollados se reciben cotidianamente una gran cantidad de migrantes,
especialmente de los países y regiones periféricas. En nuestros días se contabilizaban 258 millones de personas que radicaban en un
país distinto al que nacieron. Así, una
de las características más relevantes en el escenario mundial es el constante
flujo del fenómeno migratorio mundial. Especialmente de los países más
vulnerables del orbe hacia las economías de mayor desarrollo. Pensemos que en
gran medida el fenómeno migratorio ha sido una constante en el desarrollo
histórico de diversas sociedades y culturas. Sin embargo, en nuestros días, la
masiva migración se presenta como un producto de la crisis del sistema
capitalista, pero más draticamente expresada en los países periféricos por su
misma dependencia estructural respecto a los centros económicos mundiales. Las
economías más vulnerables como las de Centroamérica o de países africanos se
ven en la imperiosa necesidad de expulsar una significativa mano de obra. Esto
significa que en la lógica de la economía de mercado, la migración se reproduce generando una dinámica de
expulsión y atracción de trabajadores internacionales. Tal es el caso de los constantes flujos
masivos de las llamadas caravanas migrantes centroamericanas.
En
este contexto, la presidencia de los Estados Unidos con Donald Trump, nos
mostró las tendencias de un drama largamente anunciado. Esto es, el magnate
estadounidense pregonaba y continua en su campaña de hacer grande a la mayor
potencia de nuestros tiempos. Esto es, “regenerar” a esa economía que en su
pensamiento se ve sometida por el desarrollo del modelo neoliberal. El actual
ocupante de la Casa Blanca, interpreta la debilidad de los EU en función del
crecimiento de las economías periféricas. Especialmente las que se encuentran
al sur de sus fronteras.
Un primer elemento que reivindica políticamente el
ocupante de la Casa Blanca es su guerra contra los indocumentados, en virtud de
que en su lectura estos ponen en un alto riesgo la seguridad nacional
estadounidense. De hecho en su campaña electoral se comprometió a deportar a 6
millones de migrantes irregulares y de ellos a 2 millones con antecedentes
penales. Política que en gran medida también la había iniciado la
administración del presidente Barak Obama cuando deportó de 2009 a 2017, 2.8
millones migrantes indocumentados. Esto es un promedio de 350 mil por año.
Incluso a esa cantidad, se sumaron medio
millón de niños nacidos en territorio estadounidense que acompañaban a sus
padres deportados. En palabras de José Martí esas son: “…las
horas frecuentes de desfallecimiento, en que el destierro es más doloroso que
la muerte” (“Alba de Cuba”, Obras
Completas, tomo, 7, 1975, p. 261).
La mayoría de los
migrantes irregulares latinoamericanos son
procedentes de México y de otros países de nuestra América,
especialmente del llamado triángulo del norte de Centroamérica: Guatemala,
Honduras y El Salvador. Los migrantes latinoamericanos en EU suman
aproximadamente 57.5 millones de personas. A esta serie de indicadores habría
que sumar que a lo largo de la frontera entre México y EU se dan al año
aproximadamente 77.1 millones de cruces regulares al año (2016). Gran parte de
estos cruces corresponden a personas que fueron de territorio mexicano al
estadounidense el mismo día y retornaron al primero. Lo que generó una derrama
según estimaciones del Banco de México, de 3 mil 147.5 millones de dólares en
el año de 2016.
Otro punto clave de la
política anti-inmigrante de Trump es el proyecto de la prolongación de la
construcción del muro a lo largo de su frontera sur, para detener el paso de
los migrantes que procedentes de México, Centroamérica y otras regiones del
mundo periférico. Así, el mandatario de la Casa Blanca, pretende a toda costa
frenar con ello la entrada de migrantes que tiene como destino a la mayor
economía del mundo. En los inicios de enero de 2019, Trump semiparalizó las
funciones del gobierno federal estadounidense si el Congreso no le
financiaba la parte de la construcción
del muro en su frontera sur. Actualmente la extensión del muro lleva más de
1,200 kilómetros y falta construir una cantidad semejante según la pretensión
de Trump, para así sellar una frontera que tiene más de tres mil kilómetros de
largo. La tercera parte tiene una barrera natural que es el Río Bravo o Grande.
Con ello se quiere “proteger” a la mayor potencia del orbe para evitar seguir
siendo “invadida” por una población de origen latino y periférica, que a largo
plazo podría aspirar a construir una nueva nación latinoamericana. Muy
semejante al resto del mundo latinoamericano, pero con características,
culturales y prácticas políticas y sociales con sus propias particularidades
pero muy similares al resto de la región.
Para estos trabajadores
internacionales, que esa es su característica principal y determinante en su
condición social en el momento actual en
el nuevo escenario estadounidense ofrece grandes riesgos y muchos peligros. Si
se prefiere, se puede identificar que
sus derechos como trabajadores no son reconocidos y más bien los agentes
migratorios y los sectores racistas del imperio los exponen a una mayor
explotación y a nuevas formas de esclavitud (hoy reconocida como trata de seres
humanos). Sin duda el panorama no es nada alentador. Los padecimientos o el
calvario de los migrantes será mayor de llevar a cabo el gobierno de Trump grandes
redadas y deportaciones a territorio mexicano. Incluso en el caso de México hay
denuncias en 2019 contra el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), por
llevar a 15 mil efectivos de la Guardia Nacional para frenar el flujo
migratorio procedente de Centroamérica. De cumplirse las palabras
del mandatario estadounidense y del gobierno mexicano de AMLO, las condiciones
del destierro y el exilio de los
migrantes serán muy semejantes a los refugiados
sirios en Turquía y en Europa.
Por último conviene
apuntar a manera de reflexión final que el fenómeno de la migración o del
exilio económico, matizado por conflictos políticos y por la violencia social
generada en los momentos actuales, es uno de los nuevos componentes de la
dinámica social, política, económica e incluso cultural de nuestros tiempos.
Pensemos que una de las premisas del modelo neoliberal que se ha implantado en
los países latinoamericanos, tiene como premisas esenciales para su
desarrollo, lo que ha señalado Raúl
Romero en su caracterización de la fase neoliberal de la organización social
capitalista:
1) La destrucción o disminución del
Estado social; 2) la
desregulación y expansión del sector financiero; 3) la extinción y privatización de industrias estatales y
paraestatales; 4) la
liberación de fronteras para los capitales y el aumento de restricciones
migratorias para las personas; 5)
la adopción de modelos de seguridad militarizada que garanticen la protección
de los sectores estratégicos y la integración regional; 6) la expansión de las corporaciones
trasnacionales; 7) el
predominio de las economías extractivas y de despojo, y 8) el crecimiento, a escala global, del
crimen organizado. Algunos de estos fenómenos son anteriores al neoliberalismo,
pero es en esta etapa cuando alcanzan su predomino (La Jornada, CDMX, 16 de junio de 2019, p. 10).
Siguiendo estos
elementos, sin duda el fenómeno migratorio o el exilio económico, político o
cultural de nuestros tiempo, tiene algunos de esos elementos como puntos cardinales de su configuración.
Por lo menos esto acontece en los países latinoamericanos donde el flujo
migratorio o el exilio de nuestro tiempo, reviste esa dinámica en sus
determinaciones. De ahí, que en gran medida mientras continúe desarrollándose
el modelo neoliberal impulsado desde el exterior por las potencias
imperialistas como EU y fortalecido por
los sectores tradicionales que buscan abaratar la mano de obra en los países
emisores o receptores, el fenómeno
migratorio seguirá estando presente. Incluso tratando de frenarlo con políticas
intimidatorias tal como ahora se propone en el caso de Guatemala, donde su
presidente Jimmy Morales afirmó que podría pedir a EU la presencia de militares
estadounidenses en su frontera. También en el caso de México, donde se busca frenar
las caravanas migrantes centroamericanas y de otros países extra continentales.
En otras palabras, en
los países latinoamericanos seguiremos viendo un mayor endurecimiento de la políticas migratorias.
Los más afectados serán sin duda los colectivos de migrantes que si por un lado
son utilizados por el crimen organizado, por el otro serán también reprimidos
por los gobiernos regionales. La lógica en ese sentido es impedir que esos
trabajadores internacionales y sus familias, lleguen a la frontera estadounidense.
De lo contrario el presidente de los EU seguirá impulsado la construcción del
muro en su frontera sur y elevando los aranceles a los productos exportados por
la economía mexicana. Es decir, la dinámica de ese exilio o migración de los
países latinoamericanos será quedar varados los migrantes o exiliados
económicos y sociales entre la espada y la pared.
No hay comentarios:
Publicar un comentario