El asunto del patojo empoderado del presidente no le ayuda en nada a Giammattei, quien ha sufrido un desgaste acelerado en estos siete meses de pandemia. Revela también los vicios estructurales que tiene un poder político minado por la corrupción, la impunidad y el autoritarismo.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Miguel Martínez es un joven de 31 años, con poca experiencia profesional. Ahora dirige, con un alto salario, una instancia gubernamental integrada por 24 funcionarios y que tiene un costo significativo para el erario público. El presidente Giammattei justificó la creación de dicha dependencia, que ha asumido funciones que le corresponderían a la vicepresidencia de la República, diciendo que es una forma innovadora de administración pública que ha sido adoptada ya en 23 países. Explicó el nombramiento de Martínez por su conocimiento mutuo desde hace muchos años (sic), por su entendimiento del plan de innovación y desarrollo y también conocimiento de los ministros. Además, “es de mi absoluta confianza. Así de fácil”. El joven superministro ha argumentado que él es de “las pocas personas que quizá conoce más al presidente”. La intimidad reconocida por Giammattei y el “patojo” (joven) ha sido mencionada en medios noticiosos como resultado de una relación sentimental.
La cercanía afectiva con el presidente se ha convertido para Martínez en poder extraordinario que incluso atenta contra las formas protocolarias. Existen versiones que pintan al muchacho empoderado como de carácter berrinchudo. La situación puede interpretarse como el surgimiento de una nueva pareja presidencial. Semejante a la de Álvaro Colom y Sandra Torres en Guatemala, Vicente Fox y Martha Sahagun en México, y la de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua. Más allá de la alegada relación sentimental, que corresponde a la respetable esfera privada, lo que hay que cuestionarse en esto de las parejas presidenciales es el asunto de si un funcionario no electo puede tener un enorme poder. Cuando un funcionario no electo o varios funcionarios no electos adquieren superpoderes la democracia empieza a naufragar.
El asunto del patojo empoderado del presidente no le ayuda en nada a Giammattei, quien ha sufrido un desgaste acelerado en estos siete meses de pandemia. Revela también los vicios estructurales que tiene un poder político minado por la corrupción, la impunidad y el autoritarismo. Evidencia ese despilfarro del gasto público, motivado por nepotismos, influyentismos y venalidades, que resultan insultantes en un país que como Guatemala se asienta en un régimen excluyente, profundamente desigual y con un pueblo crónicamente empobrecido. Así de fácil como diría el presidente Giammattei.
No hay comentarios:
Publicar un comentario