Particular mención al respecto merecen Elías Jabbour y Alberto Gabriele por su libro China. O socialismo do século XXI (2021). La primera parte (8 temas) es de carácter teórico, para discutir los conceptos marxistas de modo de producción, formación económico social y socialismo; la segunda (7 temas) pormenoriza sobre la trayectoria de China como un tipo nuevo de formación socioeconómica; incluye 12 conclusiones y un apéndice para referirse a Vietnam y Laos que, siguiendo un camino similar al chino, también demuestran tratarse de formaciones económico sociales de nuevo tipo. Lo esencial del estudio es, por tanto, la comprensión de lo que es un modo de producción y una formación económico social. Elías ha realizado frecuentes aclaraciones en sus videos, entrevistas y redes (ver YouTube, FB y TW). Concluye que China vive y progresa en una nueva formación económico social de socialismo de mercado, aún no consolidada, aunque caracterizada por una “economia do projetamento”, que se demuestra exitosa para la construcción de una sociedad nueva y post capitalista en la historia de la humanidad.
Imposible desarrollar aquí esas ideas. Pero vale señalar que Elías da continuidad a un “viejo” debate sobre categorías de la ciencia social, que también apareció en América Latina, a propósito de caracterizar como feudal o capitalista a la región y que se expresó en libros como Modos de Producción en América Latina (1973), de C.S. Assadourian, C.F. Cardoso, H.J. Ciafardini, J.C. Garavaglia y E. Laclau; e igualmente en El concepto de “formación económico-social” (1973) de C. Luporini y E. Sereni. También se lo ha abordado en trabajos con mayor actualidad, como en la obra El debate permanente. Modos de producción y revolución en América Latina (2020), editado por J. Marchena, M. Schlez y M. Chust. Incluso entre quienes cultivaron la cautivante “teoría de la dependencia”, llegó a sostenerse que existía “capitalismo” en América Latina desde el siglo XVI, porque la región entró a formar parte, desde entonces, de la acumulación primitiva u originaria de capital, o porque pasó a constituirse en un espacio del mercado mundial capitalista. En Ecuador lo sostuvo Fernando Velasco en Ecuador subdesarrollo y dependencia (1981), un estudio que no por ello deja de ser pionero y de calidad indiscutible. Y se volvió común la idea de confundir capitalismo con mercado, sin advertir que hubo sociedades con mercado antes del capitalismo y que, como ocurre en China hoy, también puede existir socialismo con mercado, como lo analizan E. Jabbour y A. Gabriele.
Todo ello tiene sus complejidades teóricas. De hecho, C. Marx usó los términos a veces de modo intercambiado. Habló de “formas de propiedad” en La ideología alemana (tribal, antigua propiedad comunal y estatal, esclavitud, feudal o por estamentos); en los famosos “Grundrisse”, expone varias “fases progresivas” de propiedad (comunal primitivo, oriental, antigua, germánica, eslava y, además, esclavo, feudal y burgués moderno); en el “Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política” habla de “épocas de progreso en la formación económica de la sociedad” refiriéndose a los “modos de producción” asiático, antiguo, feudal y el moderno burgués; en El Capital hace énfasis en el feudalismo y en el capitalismo; y en una serie de trabajos vuelve a insistir sobre esos sistemas. Era una forma ejemplificativa para comprender la concatenación de la historia y fundamentar su tesis central, según la cual “El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.” Pero fue Stalin, en “Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico” (1938) quien convirtió al marxismo en un esquema sobre la supuesta evolución humana lineal a través de cinco modos de producción: comunidad primitiva, esclavismo, feudalismo, capitalismo y socialismo, que se convirtió en dogma por largo tiempo entre intelectuales y militantes convencidos de una idea que les parecía correcta, sin advertir que con semejante sucesión, la historia estaba ya hecha en cualquier parte del mundo, aún antes de investigarla.
Sin embargo, hay que comprender que Marx no estudió América Latina y sus conocimientos sobre la región eran aislados y muy pobres. De modo que su teoría, sintetizada en el famoso “Prólogo” antes referido, tiene que aplicarse para investigar concretamente la región y no para suponer su desarrollo histórico o su desenlace. Y lo mismo ocurre para cualquier región del mundo contemporáneo, tan diferente al mundo que Marx vivió en el siglo XIX. Por lo cual el trabajo de E. Jabbour y A. Gabriele es innovador para observar a la China del presente, sin las etiquetas del “viejo” marxismo, que la aprecia con categorías que ya no se ajustan a esta época, como “capitalismo de Estado” o también “socialismo” puro o “socialismo de planificación central”.
En correspondencia con el actual desarrollo de las fuerzas productivas (Marx), China ha logrado ascender en medio de una época histórica en la que lucía indiscutible la hegemonía unipolar de los EEUU. En América Latina ocupa hoy el segundo lugar en el intercambio económico. Además, las ciencias sociales constatan que, con China, Rusia, los BRICS, Asia, Nueva Ruta de la Seda y otras alianzas interestatales, nace un mundo multipolar que nuestra región puede aprovechar para garantizar su futuro desarrollo, todavía estrangulado por la dependencia a la ideología neoliberal, cuyos resultados en todos los países latinoamericanos son nefastos. Y, sin duda, el camino a un “socialismo del siglo XXI” tampoco puede responder a las vías que fueron válidas para épocas pasadas, pero no para el presente. Es cierto lo que dice Elías, al afirmar que debemos entender las posibilidades que la experiencia del socialismo chino ofrece a la humanidad.
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