sábado, 29 de julio de 2023

Colombia: Vicisitudes y perspectivas del Cambio

 En medio de incertidumbre y esperanza, se cumple un año del primer gobierno de izquierda de Colombia. A sus logros, pero ante todo a sus propósitos y enormes desafíos, dedicó el presidente su discurso de instalación del Congreso.

Consuelo Ahumada / Para Con Nuestra América
Desde Colombia

Para entender las múltiples dificultades y contradicciones que enfrenta este proyecto transformador y revolucionario, deben tenerse en cuenta varios asuntos, tanto de índole nacional como internacional. Veamos algunos.
 
Primero, de dónde partimos. Con frecuencia se dice que los mandatarios no deben mirar el retrovisor sino arrancar con sus ejecutorias. Pero eso va para los gobiernos continuistas que apenas se proponen cumplir con políticas más o menos previsibles, acordes con el orden y la normatividad vigentes.
 
Pero cuando se trata de darle un giro a las políticas del Estado y comprometerse en cambios sociales de fondo, el punto de partida es fundamental, así muchos de los críticos del gobierno actual lo pretendan eludir o minimizar.
 
El presidente anterior, Duque, ha sido catalogado como el peor de nuestra historia republicana. Un personaje de extrema derecha, bastante inepto y cínico, con un profundo desconocimiento y desdén por las apremiantes necesidades del país. Es cierto que la pandemia vino a complicarle aún más la situación, pero el estallido social del 2021 ya se veía venir desde antes. 
 
Su proyecto de gobierno se centró en complacer al señor del Ubérrimo, su mentor, en torpedear el acuerdo de paz, cohonestar con el paramilitarismo, los militares corruptos y sus aliados políticos. Le dio todas las garantías a Washington y se puso al frente de la agresión contra Venezuela, lo que exacerbó todavía más la crisis de los territorios fronterizos. Colmó de prebendas a los poderosos grupos económicos del país y de fuera.
 
A ello se suma la grave situación de las finanzas públicas y el notorio incremento de la deuda y de los llamados déficits gemelos: fiscal y de cuenta corriente (desbalance externo), en que quedó sumido el país.
 
Un segundo asunto importante es el carácter mismo del Estado y del poder. El marxismo nos enseña que el Estado es un instrumento de dominación y de legitimación de dicha dominación. En Colombia, este ha sido controlado por una oligarquía excluyente, enemiga de la transformación agraria, que no sentó las bases del desarrollo del país.
 
El proyecto neoliberal de Gaviria en los noventa profundizó la crisis agraria e industrial, agudizó el conflicto armado y las condiciones de pobreza y abandono de amplios territorios del país. Pero además propició la construcción de una legislación y una normatividad excluyentes, acordes con el modelo económico. 
 
Quienes se oponen con todo a las reformas sociales de Petro defienden precisamente dichos intereses. Temen perder sus privilegios. 
 
La resistencia institucional al cambio es un tercer asunto relacionado. El 12 de octubre pasado, en una intervención en Caloto, Cauca, el presidente señaló: “El principal rival del Gobierno está en su interior, es un enemigo interno representado por personas y maneras de pensar que no permiten que se den los cambios, a pesar de que el presidente quiera. Proponemos la reforma agraria y alguien dice que no se pueden comprar las tierras”.
 
Y en su discurso pasado ante el Congreso agregó: “Les propongo mirar el cambio de normas para que pueda comprar de forma más efectivas 500.000 hectáreas anuales para cumplir con el Acuerdo de ¨Paz”.  
 
Se trata entonces de una resistencia institucional muy poderosa: normas, leyes, trabas, la ley de la inercia que impide el cambio.   
 
Por supuesto que al gobierno le corresponde también acelerar los procesos, superar las trabas burocráticas, concretar en el menor tiempo posible las políticas y medidas que alivien la situación de los sectores más necesitados. Un año después de iniciado su mandato, varias entidades conservan todavía un altísimo porcentaje de funcionarios de nivel alto y medio provenientes de gobiernos anteriores, ajenos e incluso enemigos del cambio.
 
Un cuarto asunto que incide de manera clara en el proyecto transformador del gobierno es el cambiante orden internacional. La hegemonía estadounidense, que se impuso después de la guerra fría de la mano del neoliberalismo, ha dado paso a un mundo crecientemente multipolar.
 
Hoy en día, a pesar de que se insiste en mantener políticas económicas excluyentes y fallidas, hay preocupación entre los poderosos. El término “policrisis”, introducido por el historiador británico Adam Tooze, y presentado en la pasada cumbre de Davos, hace referencia al conjunto de crisis masivas y superpuestas que se han ido sucediendo de forma acelerada, imprevista e inesperada.
 
La crisis climática pone en riesgo la supervivencia misma de la humanidad y trae consecuencias catastróficas: hambrunas, desastres, mayor migración, tal como alerta el informe más reciente del IPCC. https://www.unep.org/es/resources/informe/sexto-informe-de-evaluacion-del-ipcc-cambio-climatico-2022
La guerra de Ucrania amenaza con extenderse a todos lados, en la medida en que se incrementa de manera notoria el gasto militar y la disputa por recursos estratégicos. Entre tanto, la extrema derecha y el fascismo se fortalecen, sobretodo en Europa.
 
A ello se suman la ruptura de las cadenas globales de producción, la hiperinflación global y su impacto desproporcionado sobre alimentos, combustible y energía, en particular para los países más vulnerables.
 
Las elevadísimas tasas de interés que afectan al mundo entero son impuestas por EE. UU. en su desespero por preservar su poder económico. A pesar de la crisis social global, las entidades financieras internacionales insisten en imponer políticas monetarias restrictivas y en preservar el ajuste fiscal para reducir el consumo de la población. Esto pasa en Colombia.
 
Tales son los desafíos que enfrenta el gobierno de Petro para sacar adelante sus reformas transformadoras. Por ello, hay que lograr para ellas el más amplio respaldo.

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