sábado, 16 de noviembre de 2024

Argentina: La antigua y falsa controversia entre Estado y mercado

El afán destructivo de las instituciones democráticas está en el ADN del gobierno anarco libertario desde antes que asumiera el gobierno. Un gobierno que ha sido invadido paulatinamente por su principal aliado, el PRO de Mauricio Macri, quien ejerce su poder a través de los principales ministros de la actual gestión.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

Por estos días, el ministro de Desregulación y Modernización del Estado, Federico Sturzenneger, volvió a la carga contradiciendo un viejo apotegma peronista, establecido justamente por Eva Perón, hace más de setenta años: “Donde hay una necesidad, hay un derecho” a lo que el ex funcionario de De la Rúa y Macri, opuso: “Ante cada necesidad, hay un mercado”, parafraseando la remanida cantinela del presidente Milei, quien desde luego, se enorgullese de ser el topo que va a destruir el Estado desde adentro. Falacia total, porque lo que hace es poner al Estado en favor de los poderosos. Un Estado que lejos de intentar disminuir las desigualdades entre los menos favorecidos y más débiles, como ha sido el rol del Estado moderno en el siglo pasado, se pone justamente a favor de los más fuertes. En esta entronización de la ignorancia que intenta transformar en mercancía todo lo que toca, desde la venta de órganos, no es ocioso que la estrella de las privatizaciones promueva un mercado que satisfaga las necesidades, donde la oferta y la demanda, promuevan el precio. 
 
Su raquítica percepción de lo humano reducido a productor-consumidor, excluye su condición elemental de creador, de ser capaz de imaginar universos dentro y fuera de su cabeza. No imaginamos que alguien se pregunte qué precio tiene un amanecer, un cielo estrellado, un paisaje rural, una flor, una sonrisa, la salud que nos permite vivir día a día, el amor y el afecto de los que nos rodean, las pequeñas cosas que siempre han rodeado a la humanidad desde la noche de los tiempos, a cientos de miles de años de distancia del mercantilismo moderno. La tristeza de los rostros libertarios, disfrazada de mueca soberbia y burlona, los condena anticipadamente a la soledad y el ostracismo, porque todo pasa... 
 
El gran león vernáculo sabemos, es el dócil ratoncito frente a los poderosos y, sobre todo frente al imperio que, con su admirado Donald Trump, sigue ignorándolo y despreciándolo como todo vasallo que traiciona a su pueblo.
 
En esa ambigüedad que es su gestión, se ilusiona con los números puertas para adentro de la Casa Rosada y niega la realidad de millones de argentinos que están puertas afuera. Enloquecido por la última medición de inflación correspondiente al mes de octubre, 2,7%, el más bajo en tres años, discrepa con el titular del Instituto Nacional de Estadística y Censos INDEC, Marco Lavagna, quien le replica que los bienes y servicios de la canasta tienen varios años y el consumo de la población ha variado notablemente y, por lo tanto, no refleja la realidad actual. Hecho que distorsiona los números y no deben ser motivo de ningún éxito de la gestión libertaria.
 
Por el contrario, en ningún momento ha dado explicaciones él o su ministro Luis “Toto” Caputo sobre las treinta y tres toneladas de oro enviadas al Reino Unido lo que representa el 60% de las reservas del Banco Central en garantía.
 
La gestión se ufana de haber paralizado la obra pública del país y en estos días se dio de baja al Plan Procrear II que favoreció a millones de habitantes del país, poniendo de pretexto que sólo beneficiaba al conurbano bonaerense. El déficit habitacional es mucho mayor que antes y las condiciones de la población peores que nunca. Sin un crédito a largo plazo como el que tenía el Procrear, se hace inalcanzable la vivienda familiar. 
 
Sin embargo, enloquecido con destruir las empresas privadas y dejar afuera a miles de empleados, alega que a partir de ahora, todas serán buenas noticias. La recesión es imparable y muy difícil de remontar dicen los industriales nucleados en las cámaras de la pequeña y mediana industria; saben, como ha ocurrido en otras oportunidades de destrucción de la industria nacional, que abrir las importaciones es destruir un entramado productivo que involucra formación profesional de obreros y técnicos, como poblaciones enteras que surgieron a la vera de los polos industriales en cada región del país, gente que desempleada, abandonará profesiones y sindicatos e intentará sobrevivir como pueda, destruidas sus familias y librados al total abandono, como sucedió en cada golpe militar o en los sucesivos gobiernos neoliberales. 
 
El entusiasmo y optimismo de Javier Milei no es nuevo ni tampoco su contradictoria alusión a la libertad. Él no es libertario, es un súbdito obediente del mandato imperial. Un lacayo que corre a besar los pies de sus amos, como en este nuevo viaje que emprende este jueves para asistir a una reunión de la Derecha en Florida, ilusionado con entrevistarse con el flamante presidente Donald Trump. Conforme las últimas noticias, el presidente y su comitiva, se alojan en el hotel The Ben en West Palm Beach, a diez minutos en auto de la mansión del líder republicano, al otro lado de la laguna Lake Worth. Milei, quien viajó en un vuelo privado, solo estará una noche en Florida y emprende el regreso este viernes a raíz de una agenda intensa que incluye la llegada del presidente francés, Emmanuel Macrón a Buenos Aires, el sábado por la noche, antes de asistir a la cumbre del G-20 que se realizará en Río de Janeiro.
 
Nada nuevo. Lo nuevo es lo vergonzante, lo perverso, el total desprecio por sus connacionales y las injurias contra los que se le oponen. Veremos cómo le va en su próximo viaje a China en enero próximo, un viaje que se viene postergando conforme la evolución de su plan económico. Pero en definitiva, nada nuevo. Volvamos a la historia que tanto le gusta evocar.
 
En la revolución de 1890, realizada para destituir al presidente Miguel Juárez Celman, concuñado de Julio A. Roca, que había llevado al país a una crisis financiera sin precedentes, concentrando en sus manos el gobierno nacional y la conducción del Partido Autonomista Nacional PAN, en el denominado “Unicato”, se fundó la Unión Cívica, posteriormente reconocida como Unión Cívica Radical UCR, en la cancha de pelota, donde fue elegido presidente de la Junta Ejecutiva, Leandro Nicéforo Alem, quien pronunció las siguientes palabras: “Esto no tiene vuelta... no hay, no puede haber buenas finanzas, donde no hay buena política. Buena política quiere decir respeto a los derechos; buena política quiere decir aplicación recta y correcta de las rentas públicas; buena política quiere decir protección a las industrias útiles y no especulación aventurera para que ganen los parásitos del poder (...). Para hacer esta buena política se necesitan grandes móviles, se necesita fe, honradez, nobles ideales; se necesita en una palabra, patriotismo. Pero con patriotismo se puede salir con la frente altiva, con la estimación de los conciudadanos, con la conciencia pura, limpia y tranquila, pero tambíén con los bolsillos livianos.”... Alem terminó su discurso: “Hoy, ya todo cambia; ése es un augurio de que vamos a reconquistar nuestras libertades”[1]
 
Cabe recordar que Leandro Alem toma una trágica decisión, el 1° de julio de 1896 se quitó la vida de un tiro, dejando aquella célebre frase que pocos radicales actuales parecen recordarla: “Qué se rompa, pero que no se doble”.
 
Nadie cree en la actualidad que los políticos se jueguen la vida en sus ideales, mucho menos que tengan el coraje de quitársela por valores morales. Por si acaso, “Yo argentino”, la célebre salida tradicional y añeja de eludir responsabilidades que tantos usaron cuando les tocó abandonar un callejón sin salida.
 
La antigüa y falsa controversia entre Estado y mercado, como vemos en cada acto de gobierno, no existe. Javier Milei usa todos los poderes y beneficios del Estado en función de sus propios intereses; perdón, deberíamos decir, de los intereses de sus patrones locales y externos. Del mismo modo que usó los beneficios de la democracia electiva y la Constitución nacional, para transformarse en un autócrata, una caricatura de Napoleón Bonaparte de las actuales pampas chatas.
 
Coincide con el fallo de Comodoro Py sobre la condena a CFK sobre la causa Vialidad y su inhabilitación a ocupar cargos públicos por seis años. Hecho celebrado por el oficialismo y por sus antiguos enemigos como el ex presidente, el empresario ingeniero, Mauricio Macri, quien puso por DNU a dos jueces de la Suprema Corte, como una manera de manipular la Justicia, como tantas veces hicieron los gobiernos de turno. Nada nuevo. Una reiterada manera de violar la división de poderes impuesta por la Constitución Nacional, cuya última modificación en 1994, sufrió una modificación consensuada entre los líderes de los dos grandes partidos políticos mayoritarios, representados en ese momento por Carlos Saúl Menem y Raúl Ricardo Alfonsín. El primero admirado e imitado por el actual presidente libertario y el segundo denostado, precisamente por dicho presidente.
 
Más allá de los amores y odios que profesa, lejos de tomar la condena como una tragedia, CFK, cogió el guante como si fuera un halago y como jefa indiscutida del peronismo, comienza a recorrer el país en busca de alinear la tropa opositora en vistas a las elecciones legislativas del año próximo.
 
Simultáneamente hoy jueves, el vocero presidencial anunció en su conferencia matutina, que el Poder Ejecutivo decidió quitarle desde hoy la jubilación de privilegio a CFK, a la que se le abonan mensualmente 81 jubilaciones mínimas, un ahorro en favor de los argentinos, según su arenga; sueldo que comparte junto a otros ex presidentes y vice anteriores. Un estipendio mensual legal que incluye incluso a una descendiente del presidente José María Guido, cuando fue destituido por un golpe militar, Arturo Frondizi. 
 
Una ridiculez absoluta, dado que una decisión administrativa no revoca una ley en curso. Javo lo sabe, pero instala una falacia para dirigir el odio a su mayor contrincante. Hecho condenado por la ex presidenta y vice con la expresión, el vocero, Karina y Milei, son unos burros.
 
Más allá de todos estos episodios a los que el gobierno nos ha acostumbrado y acosado día a día, ellos son una prueba irrefutable de que no existe controversia entre Estado y mercado. 
El Estado ha sido, es y será la máxima organización de la sociedad adecuada a los tiempos y las necesidades de la misma, que cualquier argucia que se presente en contrario, no dejará de ser eso, una argucia, un argumento falaz para engañar a los ignorantes, en momentos en que se le rinde tributo a la ignorancia y la irracionalidad. De nosotros los ciudadanos, depende derrumbar a los profetas del odio y la mentira.  


[1] Bellota, Araceli, Los amores de Yrigoyen, Edic. B. Argentina, 2012, pág. 71.

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