sábado, 2 de noviembre de 2024

Brasil: Reformismo y sueños de futuro

 En los tiempos actuales, las fuerzas que se consideran de izquierda se enfrentan a grandes dificultades existenciales. Una de las principales está relacionada con la formulación de un programa político que oriente su lucha por la construcción de la nueva sociedad deseada.

Jair de Souza / Rebelion

Debido a la fuerte influencia europea a la que aún están sometidos los pueblos de la periferia del capitalismo, las líneas de acción política características del campo mayoritario de izquierda en ese continente acaban también por ejercer fuerte influencia en Brasil y en la mayoría de los países del llamado Sur Global. Por ello, aquí en nuestro país, el modelo que ha predominado es el que han llevado a cabo partidos vinculados a la orientación hegemonizada por la socialdemocracia europea desde hace al menos un siglo.
 
En Europa, uno de los puntos más relevantes en el comportamiento práctico y teórico de esta corriente política surgida de los movimientos obreros ha sido su abandono absoluto de cualesquier otras formas de disputa por el poder fuera del marco de la democracia liberal burguesa. Y cuando decimos lucha por el poder, de hecho, estamos exagerando, puesto que sería mucho más realista hablar tan solo de un intento de llegar al comando del gobierno, ya que las estructuras reales de poder no están amenazadas.
 
Así que, teniendo como prioridad que el camino a recorrer se limita   exclusivamente al del voto dentro del sistema del capitalismo liberal, los partidos socialdemócratas europeos han asumido como su tarea más relevante la labor de percatarse  del estado de ánimo, de las ansiedades y de los deseos que permean a los potenciales electores de las masas populares y, a partir de las mediciones obtenidas, buscar cautivarlos con propuestas que satisfagan sus aspiraciones de momento.
 
Entonces, en lugar de tener como objetivo central la educación y organización del pueblo con miras a transformar las estructuras que sostienen el actual sistema capitalista, el objetivo principal ha pasado a ser dedicarse a encontrar formas de hacerlo algo más tolerable para la mayoría de la población. Es decir, la propuesta ya no es sustituir el sistema capitalista por otro de diferente naturaleza, sino simplemente adaptarlo para que funcione sin mayores fricciones.
 
Como resultado de la dependencia ideológica que gran parte de la izquierda brasileña tiene de esta socialdemocracia europea, la situación en Brasil no difiere mucho de la que prevalece en los países de Europa occidental. Para evaluar si lo que hemos acabado de mencionar tiene sentido, es conveniente que analicemos la evolución teórica y práctica de la agrupación de izquierda numéricamente más expresiva en nuestro país, es decir, el PT.
 
Como sabemos, el PT se originó de una confluencia de activistas políticos de diversas ramificaciones socialistas que se oponían a la línea de moderación que caracterizaba a ciertos grupos de izquierda en ese momento, como, por ejemplo, el PCB, y de combativos gremialistas dispuestos a luchar por la conquista de derechos para la mayoría trabajadora, que estaba siendo explotada al extremo en base a la política totalmente favorable a las clases dominantes impuesta por el régimen militar que había usurpado el gobierno de la nación en 1964.
 
Así, en su etapa inicial, el PT se caracterizaba por ser una organización política decidida a sustituir el sistema capitalista por otro de corte socialista, es decir, surgió y creció entre nuestra población como un ente claramente antisistema y partidario del socialismo. Fue con esta imagen que el PT se formó y se expandió, ganándose los corazones y las mentes de una porción muy significativa de nuestra población, en especial de aquellos que soñaban con transformar nuestra sociedad para erradicar de ella el capitalismo.
 
Sin embargo, desde la llegada de Lula al gobierno en 2003, sus perspectivas de realizar cambios estructurales en la sociedad vienen siendo abandonadas. Es cierto que se ha hecho mucho para mejorar las condiciones de vida de la mayoría popular. Pero, por otro lado, desde entonces, el ideal de sustituir el actual sistema capitalista por el socialismo, nunca, o casi nunca, ha sido nuevamente resaltado, ni por Lula ni por sus más cercanos colaboradores de gobierno.
 
Respecto a la solidaridad con los pueblos que se enfrentan al imperialismo, la posición actual de Lula y varios de sus ministros parece estar aún más alejada de los propósitos iniciales que fueron característicos del PT. Tanto es así que su actual gobierno se ha confrontado obstinadamente con aquellos gobernantes de países latinoamericanos que más sufren y resisten a las agresiones del imperialismo estadounidense. Entre ellos se encuentran Venezuela y Nicaragua.
 
Nuestra diplomacia parece estar ahora mucho más a tono con las directrices de Biden, Kamala Harris y el Partido Demócrata estadounidense que con los viejos sueños de una América Latina popular, libre y soberana que solían ser defendidos por Fidel Castro, Che Guevara y Hugo Chávez.
 
No hay dudas de que es mucho más fácil hablar de la lucha por el socialismo que emprenderla en la práctica. Las circunstancias que prevalecen en el actual tercer gobierno de Lula son todavía mucho más precarias que las que existían durante sus gobiernos anteriores. El nivel de su sustentación parlamentaria es hoy mucho menos sólido de lo que era.
 
No obstante, no se trata aquí de aferrarse al lema del “todo o nada”. Sabemos bien que en la vida concreta de masas trabajadoras tan impiedosamente explotadas, incluso una conquista que nos parezca pequeña puede, de hecho, significar mucho.
 
El mayor desafío es saber conciliar las batallas por los pequeños y efectivos logros del día a día con la lucha por el mundo que soñamos alcanzar. Y la tristeza nos golpea cuando nos damos cuenta de que, para muchos, este sueño ya ha dejado de existir.
 
Y cuando la izquierda deja de soñar con la construcción de una nueva sociedad basada en la igualdad, podemos decir que es el sueño de los capitalistas el que se ha materializado.
 
En conclusión, la cuestión no es definir si estamos o no en condiciones de construir el socialismo en este momento. Lo que me parece preocupante es el abandono de esta perspectiva. Y esto es lo que el comportamiento de Lula y de varios nombres importantes vinculados al PT nos parece indicar desde hace algún tiempo.

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