Hoy, con elecciones
presidenciales en Argentina, elecciones parlamentarias en Venezuela en
diciembre, y una evidente ofensiva golpista en Brasil, que la derecha intenta
maquillar con artilugios jurídicos, las fuerzas nacional-populares -o
progresistas como algunos prefieren llamarlas- de estos tres países enfrentan
enormes pruebas y desafíos, de cuya resolución dependerá la continuidad de sus
proyectos.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Chávez, Kirchner y Lula: tres de los artífices del nuevo tiempo nuestroamericano. |
Los procesos políticos
que desde hace tres lustros tienen lugar en Argentina, Brasil y Venezuela han
sido determinantes en la reconfiguración posneoliberal de nuestra América
Latina en el siglo XXI. Las luchas, avances y victorias que allí han alcanzado
los gobiernos nacional-populares, los partidos, movimientos sociales y
organizaciones populares de las más diversas y plurales expresiones, no solo
permitieron derrotar sucesivamente a la derecha neoliberal en su propio terreno
–el de la democracia electoral burguesa- y al imperialismo estadounidense con
su emblemático proyecto panamericanista del Área de Libre Comercio de las
Américas (ALCA), sino que además crearon las condiciones necesarias para articular
un conjunto de iniciativas de integración regional capaces de reactivar nuestra
utopía unionista, ahora en un nuevo marco de soberanía y autodeterminación, lejos
de las agendas impuesta desde la Casa Blanca en Washington o desde un despacho
del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Fueron épicas las jornadas
de resistencia popular y de audacia diplomática en la Cumbre de Mar del Plata
en 2005, que culminaron, por un lado, con el descarrilamiento del ALCA que
pretendía anexar América Latina como un mercado cautivo de las transnacionales
estadounidenses; y por el otro, con la emergencia de los presidentes Néstor
Kirchner, Lula da Silva y Hugo Chávez como líderes de estatura continental,
capaces de poner en marcha ya no solo proyectos nacionales –basados en la
recuperación del Estado, una fuerte política social, de redistribución de la
riqueza y ampliación de la democracia- sino también con repercusiones en toda
América Latina y el Caribe. En ese sentido, también fueron memorables los
encuentros que, a partir del fracaso de la aventura panamericanista, permitieron
la construcción de espacios de integración como el ALBA, UNASUR y CELAC, y en
sentido mayor, la forja de un consenso
nuestroamericano que, en buena medida, ha orientado la inserción de nuestra
región en el nuevo mundo multipolar.
Hoy, con elecciones
presidenciales en Argentina, elecciones parlamentarias en Venezuela en
diciembre, y una evidente ofensiva golpista en Brasil, que la derecha intenta
maquillar con artilugios jurídicos, las fuerzas nacional-populares -o
progresistas como algunos prefieren llamarlas- de estos tres países enfrentan
enormes pruebas y desafíos, de cuya resolución dependerá la continuidad de sus
proyectos, la estabilidad de las conquistas sociales, económicas y culturales,
y en definitiva, la posibilidad de seguir explorando y ensayando alternativas
de solución a los problemas estructurales de sus respectivas sociedades y de la
región, en medio de la crisis civilizatoria que parece ahogar toda esperanza
para el mundo.
En ese escenario, América
Latina se encuentra ante una encrucijada: profundizar el giro a la izquierda y
la construcción de una nueva hegemonía que, con sus distintos matices
característicos, más revolucionarios unos y más reformistas otros, ha permitido
avances inéditos en la historia de la región, incluso a pesar de las
contradicciones y errores que puedan señalarse a cada gobierno; o ceder a el
campo político y cultural conquistado en estos años ante la contraofensiva conservadora
de la derecha regional y su propuesta de volver al pasado: a los tiempos de los
ajustes estructurales y la dominación del FMI y el Banco Mundial; del
desmantelamiento del Estado y las privatizaciones; del sometimiento a los
dictados de la globalización neoliberal y sumisión a la política imperial de
los Estados Unidos.
Lo ganado hasta ahora
es incuestionable; defenderlo es un imperativo ético e histórico con nuestra
América y su futuro. Y acompañar a los
pueblos en esta lucha es nuestra opción.
Como dijera el patriota venezolano José Félix Ribas, “no podemos optar
entre vencer o morir, necesario es vencer”.
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