En los países dirigidos
por gobiernos “progresistas”, los salarios han aumentado más rápidamente que la
productividad, el empleo informal ha bajado en términos relativos, el desempleo
también ha disminuido, el gasto social se ha acrecentado y la pobreza se ha
reducido. Sin embargo, las desigualdades en los ingresos siguen siendo muy
elevadas.
Marco A. Gandásegui, h. / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
La Biblioteca ‘Simón
Bolívar’ de la Universidad de Panamá y el Centro de Estudios Latinoamericanos
CELA, “Justo Arosemena”, presentaron el libro del economista francés, Thomas
Piketty, El capital en el siglo XXI, que aborda el preocupante
incremento de la desigualdad y la creciente mala distribución de las riquezas
en el mundo. La obra de Piketty se centra en los países de Europa occidental y
EEUU. Sin embargo, se pueden sacar conclusiones para América latina y Panamá,
en particular.
La presentación estuvo
a cargo de los profesores Gerson Joseph, director de la Escuela de Economía de
la Universidad de Panamá y el suscrito. Un nutrido grupo participó activamente
en el conversatorio haciendo comentarios y preguntas. La primera aclaración que
se hizo fue que Piketty no es marxista, a pesar del título de su libro que
recuerda la obra El capital de Marx. A diferencia del revolucionario del
siglo XIX, Piketty considera que el capital es la suma de todos los bienes
existentes. En cambio, para Marx, el capital es una relación social que produce
riquezas que son acumuladas por una clase (la burguesía) creando
contradicciones insolubles.
Piketty demuestra en su
libro cómo la riqueza en los países más industrializados tiende a concentrarse
cada vez en menos manos. No se refiere directamente a como la riqueza es
también concentrada en cada vez menos países, marginando a sectores
mayoritarios del mundo.
El autor francés
después de presentar sus datos llega a dos conclusiones claves para su libro:
Por un lado, apunta al hecho que la riqueza en forma de propiedades
(patrimonio) crece más rápidamente que la producción de nuevos bienes. En otras
palabras, la riqueza representada en bienes inmuebles, cuentas bancarias y
acciones se expande más rápido que las nuevas riquezas que se miden con el
indicador llamado producto interno bruto (PIB). Si este ejemplo lo aplicamos a
Panamá es obvio que en los últimos lustros los millonarios se han hecho
billonarios, mientras que los ‘trabajadores’ que viven de un salario o de su
trabajo cotidiano se hacen más pobres.
Piketty recomienda
detener esta tendencia nefasta que favorece a los más ricos. Sugiere un
impuesto ‘universal’ a las fortunas más grandes del mundo. Por ejemplo, plantea
que un incremento de los impuestos en un uno por ciento a todos los bienes
inmuebles que superan los dos millones de dólares les permitiría a los
gobiernos recaudar decenas de miles de millones de dólares para reforzar sus
presupuestos.
En el caso de Panamá,
esta propuesta sería políticamente imposible siquiera pensarla en el actual
régimen político dominante desde la invasión militar norteamericana en 1989. Al
contrario, los gobiernos tratan de encontrar formas de aumentarle los impuestos
a los sectores más pobres del país. Por ejemplo, el ITBM, los peajes, los
tratados de libre comercio (alimentos y otros bienes de primera necesidad),
etc.
Según
Pierre Salama, sociólogo franco brasileño, “es un lugar común señalar que la
desigualdad se redujo en América latina y que la indigencia y la pobreza
disminuyeron. Sin embargo, los análisis basados en fuentes fiscales, aseguran
que la parte de los más ricos en el ingreso total se incrementó”.
En los países dirigidos
por gobiernos “progresistas”, los salarios han aumentado más rápidamente que la
productividad, el empleo informal ha bajado en términos relativos, el desempleo
también ha disminuido, el gasto social se ha acrecentado y la pobreza se ha reducido.
Sin embargo, las desigualdades en los ingresos siguen siendo muy elevadas
aunque, al contrario de lo que sucede en los países desarrollados, habrían
disminuido ligeramente en los últimos diez años.
Más aún, señala Salama,
la reprimarización de las economías en detrimento de la industria, exponen a la
región a una crisis inevitable. “El futuro se vuelve más oscuro, y los riesgos
de un incremento de la desigualdad y, sobre todo, de un aumento de la pobreza
en los próximos años son elevados. Debido a la creencia de que el desahogo
financiero proporcionado por el auge de los productos primarios continuará, los
gobiernos están mal preparados para el futuro”.
En Panamá el incremento
que experimentó la economía, especialmente en el último lustro, es el resultado
de la incorporación del Canal de Panamá a las cuentas nacionales. La corrupción
y mala administración no han dejado rastro de ese potencial. Obviamente, el
país necesita gobernantes y políticas distintos a los que hemos tenido en los
últimos 25 años.
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