La elección del 22 de
noviembre definirá dos modelos: o se profundizan los cambios a partir de haber
recobrado la dignidad de país soberano, o se vuelve al neoliberalismo de los
noventa, cuyas consecuencias aún perduran. Esa es la cuestión.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza,
Argentina
Daniel Scioli y Mauricio Macri: dos modelos diferentes para el futuro de Argentina. |
Las elecciones
presidenciales argentinas del 25 de octubre pasado, con el inusitado ascenso
del Frente Cambiemos encabezado por Mauricio Macri, más allá de poner en
evidencia la inconsistencia del liderazgo de Daniel Scioli del Frente para la
Victoria ante la actual presidenta Cristina Fernández de Kirchner, saca a la
luz el agotamiento de la dirigencia oficial a través del ejercicio de más de doce
años y el avance de la derecha a través de la constante presión de los grandes
medios de comunicación, quienes desde la aprobación de la Ley de medios,
multiplicaron sus críticas al gobierno, sobre todo en la figura de la
presidenta y el uso de la cadena nacional, la necesidad de disminuir el control
del Estado, eliminar el cepo cambiario y desde luego, insinuar una mayor
apertura económica, prédica tradicional a la que siempre retornan. No es casual
que en el último Coloquio de IDEA (Instituto para el Desarrollo Empresario
Argentino) realizado en Mar del Plata, días antes de celebrarse las elecciones,
donde estuvieron presentes los candidatos Scioli, Macri, Massa y Stolbizer, los
pedidos empresariales se centraron en promover inversiones eliminando impuestos
distorsivos, como lo manifestó Luis Miguel Etchevehere, presidente de la
Sociedad Rural: “Las economías regionales se mueren por la enorme presión
impositiva”; cambiar el perfil del Estado; recuperar reservas; resolver la
inflación; atraer dólares que están fuera del sistema; generar condiciones para
el empleo y, como no podía faltar, “arreglar con los holdouts”. Luego de años
la reunión fue un éxito y contó con la presencia de más de mil empresarios,
cuyo nivel de información se supone mucho más elevado que el de la población
votante al igual que las decisiones que tomarán en el futuro.
Que la diferencia entre
el candidato Daniel Scioli del Frente para la Victoria (36,86%) y Mauricio
Macri (34,33%) sea de apenas de un 2,53, no deja de preocupar qué harán los
votantes del Frente Renovador de Massa que obtuvo el 21,34%, dado que el FIT
Frente de Izquierda de los Trabajadores que sacó 3,27% proclama el voto en
blanco y los otros dos candidatos restantes, Margarita Stolbizer de la Alianza
Progresista, con 2,53% y Compromiso Federal del ex – presidente Adolfo
Rodriguez Saa con 1,67%, poco pueden incidir.
Lo cierto es que hasta
el 22 de noviembre, fecha de la segunda vuelta, los dos candidatos estarán
abocados a seducir las voluntades del 25% de aquellos votantes que no los
votaron. El discurso de Scioli posterior al resultado se ha centrado en los
logros alcanzados, como piso sobre el que se debe edificar, enfatizando los dos
modelos de Estado que están en pugna; Macri, desde la vereda de enfrente alude
a la “nueva Argentina” con su posible intervención.
Salvo el riesgoso
accionar comunicacional de estos dos dirigentes, lo que digan los otros líderes
poco pueden incidir en la ansiosa subjetividad de esa masa de votantes que
inclinará la balanza para uno u otro lado.
Más allá de esto, los
orígenes del ingeniero empresario y su gestión dentro del tradicional Club Boca
Junior, aluden más al neoliberalismo aplicado por Menem en los noventa que a
las promesas recientes, donde se manifestó filoperonista al inaugurar una
estatua de Juan Domingo Perón en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, conforme
seguramente, a los consejos de su asesor Jaime Durán Barba, quien inclusive lo
persuadió a que se manifestara a favor de la inclusión y el mantenimiento de
Aerolíneas Argentinas e YPF dentro de la férula del Estado, cuando hasta hace
poco renegaba contra esto. Cualquier estrategia es válida para tomar el poder
hasta llegar al travestismo más extremo. Eso está claro.
En esto se advierte la
mano de los medios hegemónicos construyendo el relato cotidiano de las
percepciones individuales, en donde la interpretación de la realidad tiende más
a ocultarla que a explicarla. De allí que aquel apotegma del General Perón, “la
única verdad es la realidad” se haya distorsionado en “la única verdad es la
que mejor se cuenta”, sino quienes estos años han podido acceder a la vivienda
propia, cambiado vehículos, viajado al exterior y mejorar su nivel de vida, se
habrían volcado a favor del candidato oficial. Tampoco estos medios hablan de los
1300 científicos repatriados, los adelantos tecnológicos llevados a cabo por
INVAP y ArSat, logrando poner en órbita dos satélites para comunicaciones y los
innumerables proyectos culturales llevados a cabo todos estos años. La meta del
6% del PBI en educación, es un anhelo largamente perseguido por docentes y
alumnos, lo que desde luego multiplica las posibilidades de la comunidad en su
conjunto. De allí la importancia dada a la investigación y el desarrollo
científico y el apoyo a las instituciones nacionales que se dedican
específicamente: Conicet, Conea, Inti, Inta, etc., cuando en los noventa eran
desmembradas, desfinanciadas y sus integrantes iniciaban una diáspora junto con
miles de argentinos, cuya única salida era el aeropuerto internacional de Ezeiza.
La reindustrialización
del país, el incremento de los salarios tanto de activos como de jubilados, ha
volcado gran parte de la producción al consumo interno, reorientando el sentido
de la política sobre la economía, cuando el mundo desarrollado se encuentra
apretado por las finanzas que lejos de destinarse en beneficio de la sociedad,
preferencian a los bancos y la especulación, lo que ha generado la consciencia
colectiva de quienes se identifican como “Somos el 99%”.
Desde 2005 en adelante
los países de América latina, reunidos en la Cumbre de Mar del Plata, volvieron
a soñar con la Patria Grande y crearon las condiciones para volver con los
ideales de los libertadores. Al cumplirse el bicentenario de las
independencias, recién ahora algunos países de la región han sentado las bases
de integración de una manera más concreta y efectiva, resguardándose de los
“golpes blandos” de la derecha tradicional subordinada al imperio, situación
sufrida recientemente por Brasil, antes por Bolivia y Ecuador, descontando lo
sucedido con Venezuela.
Sin entrar en
comparaciones odiosas, Mauricio Macri sería a la Argentina como Peña Nieto a
México; impuesto por los medios hegemónicos, amigo de Donald Trump y mucho más
cercano al mundo empresario, poco haría por los pobres a quienes ha dirigido
últimamente la campaña.
La elección del 22 de
noviembre definirá dos modelos: o se profundizan los cambios a partir de haber
recobrado la dignidad de país soberano, o se vuelve al neoliberalismo de los
noventa, cuyas consecuencias aún perduran. Esa es la cuestión.
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