La mayor parte
de la ciudadanía que con sus movilizaciones despertaron la admiración del
mundo, limitaron su indignación en la corrupción de la clase política. El
triunfo de Jimmy Morales es la continuación de esas movilizaciones.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para
Con Nuestra América
Desde
Puebla, México
El pueblo
guatemalteco ha hablado a través de las urnas el pasado domingo 25 de octubre
de 2015. Y resulta inequívoco su mandato: poco más del 67% de los electores se
pronunciaron a favor de Jimmy Morales dejando en distante segundo lugar a
Sandra Torres (32%). En el departamento de Guatemala que contiene al principal
casco metropolitano, Morales ganó
abrumadoramente con el 83% de los votos.
En 2011, Otto Pérez Molina despertó entusiasmo similar aún cuando no tanto como
el que ahora generó Morales: triunfó en segunda vuelta con 54% de los sufragios
y en el departamento de Guatemala obtuvo el 66%. Hace cuatro años la ciudadanía guatemalteca
se dejó llevar por la ilusión de la mano dura con la delincuencia. Hoy es arrastrada por la fantasía del ciudadano
puro.
A la ciudadanía
no le importó que haya sido evidente que Morales no cuenta con la experiencia y
las capacidades para gobernar, que no llega a la presidencia con equipo sólido de gobierno, que no tiene
programa gubernamental estructurado y que no cuenta con una bancada mayoritaria
en el Congreso que haga viable su gestión. En lugar de eso buena parte de las
manifestaciones de apoyo a Morales que he podido detectar en las redes sociales
se sustentan en la fe: Jimmy contaría a su favor con la más poderosa de las
armas, el poder de la oración y la ayuda de Dios. Con el mayor respeto a los
creyentes: eso será insuficiente.
Desde mi
perspectiva, resulta aún más revelador de la conciencia ciudadana en Guatemala,
el que le haya importado menos los intereses oscuros que se encuentran detrás
del candidato victorioso. Para empezar el empresario de radio y televisión,
Luis Rabbé y su hermano, el general retirado Alfredo Rabbé, quien es ubicado
como cercano a la ultraderechista Fundación Contra el Terrorismo. Luego siguen
connotados integrantes del ejército, un institución que se corrompió en el
contexto de la guerra contrainsurgente. En primera línea el teniente coronel
retirado y hoy diputado Edgar Ovalle, quien fuera jefe de la S2 en la base
militar de Cobán en aquel tenebroso 1983. Hoy en esa base militar se han
encontrado más de 500 osamentas de personas,
buena parte de ellas
desaparecidas forzosamente en aquel año.
Ovalle al igual que los generales retirados José Luis Quilo Ayuso y
Felipe Miranda Trejo, son conspicuos integrantes de la Asociación de Veteranos
Militares de Guatemala (Avemilgua). Como los anteriores, otras figuras
connotadas de la contrainsurgencia como el general Ricardo Bustamante, los
coroneles César Cabrera Mejía y Mario Mérida son reputados partidarios de
Morales. El círculo se completa con el apoyo de la cúspide empresarial que no
pudo ser atraída por el vicepresidenciable de Torres, el azucarero Mario Leal.
La mayor parte
de la ciudadanía que con sus movilizaciones despertaron la admiración del
mundo, limitaron su indignación en la corrupción de la clase política. El
triunfo de Jimmy Morales es la continuación de esas movilizaciones.
Idealizaciones
aparte, he aquí el saldo de lo que se vivió durante cinco meses.
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