David
Martínez Amador, experto en temas de narcotráfico y crimen organizado, y
analista asociado de Insight Crime in The Americas, analiza la reciente caída
de la familia Rosenthal en Honduras por su relación con el cartel de los
hermanos Rivera Maradiaga, alias Los Cachiros, y los esfuerzos de Estados
Unidos para frenar el avance del narcotráfico y la corrupción en Centroamérica.
Rodrigo Estrada / elperiodico.com.gt
David Martínez Amador |
Los narcotraficantes se habían mantenido alejados de
las familias tradicionales centroamericanas, ¿esto es así o era solo una
percepción?
– Alejados… si por alejamiento hablamos de no
emparentar. Pero en cuanto a no tener relaciones establecidas –vía
intermediarios–, no hay tal alejamiento.
Los narcotraficantes no se entienden perse
como delincuentes, sino como empresarios. Esta vinculación es más clara a nivel
de los emergentes, por ejemplo, la construcción de carreteras. Empresas recién
constituidas logran acaparar un volumen alto de asignación presupuestal en poco
tiempo.
En casos como estos (la familia Rosenthal y
Los Cachiros), hay una relación de negocios y hasta familiar con los clanes del
narcotráfico. En cuanto a las elites tradicionales, emparentar vía matrimonios
no es la estrategia, lo importante es compartir el acceso a los rubros legales
de la economía.
¿En qué momento los narcos se vinculan a las elites
centroamericanas?
– En la medida que las crisis económicas y la
falta de regulación financiera generan los incentivos perversos para que quien
tenga acceso a altos volúmenes de capital domine el mercado.
En ese contexto, es perfectamente comprensible
las burbujas que América Central vive en el sector de la
construcción o la expansión de la banca.
Hay un punto en la historia de las democracias
centroamericanas, –quizás en el momento postransición– donde el “narco” se
transforma en el socio capitalista perfecto porque, ante la necesidad de
legitimizar el activo financiero de procedencia ilícita y ante la necesidad de
generar una percepción de crecimiento económico (en economías que crecen muy
poco) la situación plantea una relación ganar-ganar. Estos flujos logran dar
una sensación de estabilidad, modernidad, y desarrollo.
¿Es una práctica común a nivel mundial o surge hasta
ahora?
– Tuvo sus inicios en México y es una práctica
que se trasladó al sur conforme las economías se fueron desregularizando. En la
historia del narco mexicano hay miles de ejemplos en los cuales vemos que el
poder local se empodera con base en alianzas familiares/negocios entre la clase
política, empresarios y narcos locales.
A partir de finales de los años ochenta, con
la privatización de la economía mexicana se construyó una economía frágil,
sumisa y dependiente de los flujos de capital (remesas, inversión y lavado).
El sistema se hizo permisivo, tolerante a todo
flujo de activos. La mejor prueba de ello es que, desde ese momento (1988 hasta
la fecha) tanto México como América Central no han terminado de reformar el
sistema para darle “colmillos” a las instituciones reguladoras financieras. Son
economías que aún manejan y toleran altos volúmenes de transacciones
líquidas (en efectivo) y en casos como el guatemalteco: el secreto bancario
sigue vigente. La agenda de la inteligencia financiera duerme el sueño de los
justos.
¿Y las elites se vinculan con los temas de lavado en
Centroamérica?
– El caso hondureño con la familia Rosenthal
del Banco Continental (declarado en liquidación forzosa), es el primero que se
transforma en evidencia para corroborar lo que hasta antes era una suposición
lógica.
Este conglomerado financiero admite –por vía
de su patriarca Jaime Rosenthal Oliva– que sostuvo negocios con los hermanos
Rivera Maradiaga, más conocidos como Los Cachiros.
Suponemos en un contexto de poca regulación
bancaria, donde los instrumentos de control financiero son limitados, donde las
agencias estatales diseñadas para este fin no se coordinan o se
politizan, en un escenario así es posible suponer colusión.
¿Es la primera vez que Estados Unidos va tras un banco
centroamericano?
– En el caso centroamericano sí. En México
esto había sucedido con estructuras bancarias de menor importancia y asentadas
en la frontera norte. Pero no eran “los bancos” del sistema.
¿Es un mensaje para el resto de bancos
centroamericanos?
– Estados Unidos está enviando no uno sino
varios mensajes en la región centroamericana. No por nada, la visita de Thomas
Shannon a Guatemala.
La inestabilidad que la corrupción produce en
el Triángulo Norte afecta a Estados Unidos. De tal forma, EE. UU. “limpia” la
casa de manera directa: en Guatemala por medio de la CICIG, presentando
evidencias contra el vicepresidenciable de Lider, se pudo afectar a un
candidato que se temía institucionalizara aún más el narcotráfico.
Al binomio del Partido Patriota se le impidió
terminar su mandato; su pecado: la corrupción desbordada en los
personajes de más alto nivel. La narcotraficante más importante de
Centroamérica (Marllory Chacón Rossell) colabora con el Gobierno de EE. UU. y todo
se viene abajo.
En Honduras no la hay aún, pero pronto
estará instalada, una comisión similar a la CICIG. Allí, Estados Unidos da
el golpe directo contra un sector tradicional: la banca.
Un presidente, una vicepresidente, un
candidato a presidente y un grupo de banqueros, todos centroamericanos. Ellos
se suman a la larga lista de políticos, empresarios y gobernadores mexicanos
que han sido procesados por mano de EE. UU. bajo cargos de narcotráfico, lavado
de dinero, corrupción, etcétera. Es una estrategia regional.
¿Qué quiere transmitir EE. UU.?
– Políticos de alto nivel, empresarios
pequeños o grandes, funcionarios electos o designados: si de una u otra forma
acceden a dinero de procedencia ilícita, hay consecuencias. La corrupción
institucionalizada impulsa la migración ilegal tanto como el narco. Lo
anterior, Estados Unidos lo reciente.
Es muy fácil y claro: los “laxos
controles” en la banca y en las transacciones son la institución favorita de
los carteles. Para el tango se necesitan dos.
Que no se nos olvide, HSBC Bank
USA lavó dinero del Cartel de Sinaloa de México y del Valle
del Norte de Colombia. Su filial en México se convirtió en la
institución clave para lavar US$881 millones y luego ese dinero regresó a
Estados Unidos. El HSBC recibió una multa de US$920 millones. En todos lados
hay corruptos.
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