La coyuntura actual del nuevo escándalo del presidente de Honduras y de los principales políticos conservadores en sus presuntos vínculos con el narcotráfico, se insertan en un escenario donde uno de sus principales aliados ya no se encuentra en el poder, tal como lo fue el ex presidente Donald Trump.
Adalberto Santana / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México
El refrán señala que “cuando el río suena es que agua lleva”, y esto se podría aplicar en gran medida con los nuevos escándalos que se han generado con las acusaciones contra el presidente de la República Honduras, Juan Orlando Hernández (JOH). Personaje y político que se les tilda de detentar ligas con el narcotráfico y la delincuencia organizada. Acusación que tiene origen en los señalamientos que se han gestado en los Estados Unidos y que ubica en el banquillo de los acusados al gobierno conservador y derechista del Partido Nacional.
El origen de la acusación contra JOH en sus presuntos vínculos con el narcotráfico en buena medida se hacen más evidentes cuando su hermano Antonio Hernández fue apresado en Miami, Florida, por agentes de la DEA en noviembre de 2018 acusado de sus nexos con el narcotráfico y por presumir portar armas de manera ilegal en territorio estadounidense. En el juicio que se le entabló en la Corte de Nueva York (donde también se juzga al famoso narcotraficante sinaloense, Joaquín “el Chapo” Guzmán y Gerardo García Luna, el ex jefe de la policía en la época del presidente conservador mexicano, Felipe Calderón Hinojosa), fue también condenado como culpable en octubre de 2019. Especialmente por sus vínculos con el cartel de los llamados “Cachiros”. Organización delincuencial que originalmente presumía de ser uno de los grupos que controlaban rutas de transportistas en territorio “catracho”. Asociación que también se conformaba por antiguos ladrones de ganado y que con el tiempo fue monopolizando el tráfico de la ruta de la cocaína entre Colombia y México. Originalmente se estimó que este grupo de narcoempresarios detentaban un capital que fluctuaba en aproximadamente casi mil millones de dólares.
Recordemos que el espacio aéreo de Honduras ha sido el puente necesario y estratégico entre Sudamérica y Norteamérica, se estimaba que en el territorio hondureño han funcionado más de 300 aeropuertos clandestinos para el trasiego de drogas. Incluso recordemos que durante la guerra de baja intensidad que Washington desarrolló en Centroamérica contra la Nicaragua sandinista y las fuerzas insurgentes en El Salvador, Honduras fue utilizado como la plataforma desde la cual accionaban las tropas intervencionistas estadounidenses en su apoyo a los grupos irregulares de la contrarrevolución. Era un momento en el que el territorio hondureño estaba ocupado materialmente por los halcones del Pentágono, funcionaba como puente aéreo para el envío de armas a la contrarrevolución y a su vez para que desde ahí retornaran a los EU los aviones de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) cargados de cocaína procedente de Colombia. Son momentos en el decenio de los años ochenta en que se puso al descubierto esas operaciones encubiertas, donde estaba envuelto el entonces teniente coronel Oliver North que fueron conocidas en la historia de los EU como el caso de los Irán-Contra. “Durante varios años, las cosas parecieron marchar sin que nadie lo notara, hasta que en noviembre de 1986 el diario libanés Ash-Shiraa publicó la historia. Y se desató un escándalo mayúsculo, que incluía la posibilidad de que el propio presidente de EU fuese destituido” (https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-44041957).
En mayo de 2018, North llegó a la presidencia de la tristemente famosa Asociación del Rifle, una de las agrupaciones más ultraderechistas y promotoras de la venta y trasiego de armas. En aquellos años John Dimitri Negroponte también fue embajador de EU en Honduras (1981-1985) y después en México (al final de esa década) y el cual destacó por colaborar con Henry Kissinger en la organización de la Operación Cóndor (plan contrainsurgente auspiciado por la Casa Blanca que coordinaba a las dictaduras militares de Brasil, Argentina, Chile, Bolivia, Paraguay y Uruguay contra las fuerzas de izquierda y progresistas latinoamericanas en los años setenta del siglo XX). Negroponte en el país centroamericano se destacó por ser acusado de alentar la política estadounidense de violación a los derechos humanos, alentar el entrenamiento de los “luchadores de la libertad” (grupos antisandinistas) y apoyar la creación de la base aérea de El Aguacate, lugar donde las tropas estadounidenses crearon un centro clandestino de detención y tortura. North y Negroponte son dos personajes de triste memoria que volvieron a operar durante el gobierno de Donald Trump en el escenario latinoamericano.
Así que la aparición de grupos de narcotraficantes en Honduras (los “Cachiros”), de México (cartel de Sinaloa) o de Colombia (Cartel del Norte del Valle), no es casual en territorio hondureño y mucho menos en sus vínculos con la clase política catracha. Se estima que los “Cachiros”, han adquirido la cocaína con organizaciones del narcotráfico colombiano. Ya en territorio catracho trasladan “la cocaína al Cartel de Sinaloa y a otros grupos mexicanos. Los Cachiros tenían grandes intereses empresariales y políticos, que se extendían hasta la élite hondureña. Tenían contactos importantes en el ejército y en la policía, particularmente en el departamento de Colón, el bastión del grupo.” (https://es.insightcrime.org/noticias-crimen-organizado-honduras/cachiros-perfil/).
De ahí que en la coyuntura actual del nuevo escandalo del presidente de Honduras y de los principales políticos conservadores en sus presuntos vínculos con el narcotráfico, se insertan en un escenario donde uno de sus principales aliados ya no se encuentra en el poder, tal como lo fue el ex presidente Donald Trump. Recordemos que cuando el mismo mandatario estadounidense trasladó su embajada de Tel Aviv a Jerusalen, el gobierno hondureño de JOH, rápidamente con el de Guatemala hizo lo mismo que el de Washington. Hoy en día a frente a las nuevas elecciones en ese país centroamericano que se realizarán el 28 de noviembre de 2021, el desgaste del conservador Partido Nacional y de la figura del mandatario hondureño así como de la clase política conservadora y liberal, configuran un escenario que fortalece la presencia del Partido Libertad y Refundación (LIBRE) con más opciones de triunfar en esos próximos comicios. Especialmente por el descredito presidencial de los cachurecos (PN) y del Partido Liberal, así como por sus presuntos vínculos de sus principales figuras con el narcotráfico y el crimen organizado. A lo que se suma la situación del constante crecimiento de la pobreza de las amplias capas sociales. La perspectiva frente a esa situación y el clima de violencia que predomina en Honduras, brinda como únicas alternativas la migración irregular y masiva a los EU vía Guatemala y México. O bien la acumulación de fuerzas populares para gestar a través de la vía electoral una transformación política del país generando una propuesta alternativa que tenga como mira arribar a la presidencia con un gobierno popular encabezado por LIBRE en alianza con las organizaciones sociales y populares que hagan viable un nuevo proyecto alternativo de nación. Si se prefiere con una visión basada en el ideario del gran prócer centroamericano: Francisco Morazán.
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