Desde que las fuerzas armadas de Myanmar dieron el golpe de estado del 1 de febrero de 2021, más de 180 civiles han sido asesinados en el contexto de las masivas manifestaciones de protesta contra la dictadura militar.
Carlos Figueroa Ibarra / Para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
En las elecciones de 1990, el partido Liga Nacional para la Democracia (LND) de Aung San Suu Kyi ganó de manera contundente y los militares volvieron a dar un golpe de estado, mandaron a la gran dirigente a prisión domiciliaria y se mantuvieron en el poder otros 22 años. Una nueva transición democrática comenzó en 2011, que culminó con una nueva victoria electoral del partido de Suu Kyi en 2015, la cual las fuerzas armadas aceptaron de mala gana a cambio del derecho de nombrar ¡a una cuarta parte de los diputados al poder legislativo! Además, pese a su triunfo electoral merced a una maniobra legaloide, no le permitieron asumir a Suun Kyi la Presidencia del Gobierno sino solamente los ministerios de Relaciones Exteriores, Energía y Educación. No obstante ello, en tanto que su partidario Htin Kyaw asumió la presidencia, de manera virtual el LND y su líder se convirtieron en un factor importante en el poder político.
El golpe de estado del 1 de febrero de este año revela una constante: una pujante fuerza democrática-popular que ha sido capitalizada por el LND, enfrentada a un aparato militar sostenido por los más poderosos pero que no tienen consenso en la población. Una vez más, el ejército patea el tablero porque en las elecciones generales de noviembre de 2020, el LND volvió a ganar de manera aplastante al obtener 396 de los 476 escaños del parlamento. Diariamente vemos por los distintos medios de comunicación protestas callejeras hechas de la manera más creativa, las cuales son reprimidas a sangre y fuego por los militares. El brillo de la dirigente birmana se ha visto opacado por su ambigua postura y su criticable silencio, ante la represión de la que ha sido objeto la minoría musulmana Rohingya. Pese a los conflictos étnicos que la han llevado a ser cuestionada, algo resulta claro: el pueblo birmano quiere como presidenta de su país a la Premio Nobel de la Paz 1991 Aung San Suu Kyi.
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