Ya hay conciencia generalizada de que, con Bolsonaro y sin democracia, Brasil no superará la peor crisis de su historia. Una crisis de los partidos que apoyan a Bolsonaro puede reabrir la posibilidad de su impeachment. Ahora con una perspectiva concreta en el juego político: Lula.
Emir Sader / Página12
La sustitución del ministro de Salud ya es obra de la reaparición política de Lula. El desgaste de Bolsonaro se ha dibujado en el horizonte, con la desastrosa actitud que tiene en relación con la pandemia de coronavirus. Una encuesta del periódico O Estado de São Paulo de la semana anterior ya daba a Lula un 50% de apoyo, con el nivel más bajo de rechazo entre todos los precandidatos. Y a Bolsonaro el 38%, con alto nível de rechazo.
Ya ese sondeo bastaba para que Bolsonaro empezara a cambiar su posición, haciendo como si estuviera buscando vacunas, en sintonía con lo gobernadores, que ya lo hacían hacía tiempo. Pero mantenía al cuestionado ministro de Salud, un oficial del Ejército, supuestamente especializado en logística, Eduardo Pazuello, que había sido nombrado para ese cargo como parte del movimiento de militarización del gobierno. Un movimiento que había desplazando al personal civil de la salud pública, que tiene gran experiencia y prestigio en Brasil.
La gestión de Pazuello fue un desastre desde su comienzo. Ni siquiera respondió en su especialidad, porque han faltado jeringas, agujas y, claro, vacunas. Él llenó el ministerio de militares, desplazando a todo el personal de salud pública. Cuando llegó había alrededor de 20 mil muertos en Brasil, cuando sale, esa cifra ya se acerca a los 300 mil muertos. Mientras que, a casi dos meses ya del comienzo de la vacunación, menos del 5% de los brasileños recibieron vacunas de las dos que están en el país. El promedio diario de muertos por la pandemia está por encima de 2 mil muertos ya hace más de un mes.
La reaparición de Lula fue la gota que rebasó el vaso, que llevó a Bolsonaro a tener que sacar a Pazuello. El mandatario se entrevistó con una médica de renombre, cardióloga, con quien no logró un acuerdo, porque ella se opone abiertamente a sus políticas. Ludhmila Hajjar salió del encuentro y dio largas entrevistas para todos los medios, con fuertes críticas al gobierno.
Bolsonaro apeló entonces a otro médico que había colaborado con el gobierno y había sido presentado por Flavio Bolsonaro, uno de los hijos del presidente. Marcelo Queiroga aceptó el nombramiento, aclarando inmediatamente que la política no será la suya, sino la del gobierno. Pero no se sabe lo que él hará con la enorme cantidad de militares en el ministerio. La caída de Pazuello es una gran derrota para los militares.
El mismo Centrao - el bloque de partidos que apoyan al gobierno – dice que éste tiene la última posibilidad para contener la situación actual de la pandemia. No han recibido muy positivamente al nuevo ministro porque preferían a la médica que no aceptó la invitación del gobierno y que representaría los criterios científicos, que Bolsonaro rechaza.
Todo ello cuando Brasil vive el peor momento de la pandemia y sin horizontes de mejorías. Yo recibí la primera dosis de la vacuna la semana pasada, así como Lula y Chico Buarque, por la edad que tenemos, somos de la misma generación. Pero han terminado las vacunas desde entonces.
A pesar de las declaraciones del ministro saliente, el sistema de salud ha colapsado en todo el país. Gran parte de las grandes ciudades han decretado restricciones para el comercio y la circulación de las personas.
Ya no es posible ampliar las camas de los hospitales, porque no hay más personal médico para atenderlos. Ya han muerto 500 médicos y 3 mil enfermeras trabajando en los hospitales. Las colas para internación, en cada provincia, son de miles de personas. Centenas están muriendo en las colas, esperando cupos en los hospitales. El personal médico ya tiene que tomar las dolorosas decisiones sobre a quiénes internar, dado que no hay lugar para todos.
Es en ese marco que Lula reaparece como la gran esperanza para los brasileños. Incluso partidos de la base de apoyo del gobierno reciben con simpatía las palabras de Lula. Hasta un economista tradicional de la derecha en la época de la dictadura militar, como Delfim Neto, dijo que votará por Lula.
Porque ya hay conciencia generalizada de que, con Bolsonaro y sin democracia, Brasil no superará la peor crisis de su historia. Una crisis de los partidos que apoyan a Bolsonaro puede reabrir la posibilidad de su impeachment. Ahora con una perspectiva concreta en el juego político: Lula.
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