Salir de Trump para caer en Biden, salir de las brasas para caer en el fuego. Esta será nuestra alternativa en América Latina mientras sigamos eligiendo gobiernos perritos falderos, como tan atinadamente los calificó el expresidente Pedro Pablo Kuczynski del Perú.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Y no es que Biden haya despertado muchas ilusiones, ya se sabe que lo más importante era que se fuera Trump y no que él llegara al poder, pero tal vez por ahí, en algún recóndito rincón, había alguna esperanza de que algo pudiera cambiar en su política externa, especialmente en lo que atañe a América Latina.
Pero no, ahí está Biden y sus adláteres en las mismas, con su política cínicamente intervencionista tratando de imponer su voluntad le guste a quien le guste y le cueste a quien le cueste.
En Venezuela, hubo analistas que dijeron que, a lo mejor, era más conveniente que las pasadas elecciones en los Estados Unidos las ganara Donald Trump porque, por lo menos, sabrían a qué atenerse. Y, la verdad, es que el garrote que blandió el expresidente sigue siendo el estandarte de esta nueva administración, sin su burda y espástica imagen, pero tan torpemente imperialista como entonces.
Seguramente ni los europeos, tan perritos falderos, se esperaban esas reacciones prepotentes como las que están viendo en relación con el gasoducto que están construyendo con Rusia, un proyecto de más de dos mil kilómetros de longitud que lleva más del 90% construido y que los Estados Unidos exigen que detengan por razones geoestratégicas.
En nuestro patio las cosas están por el estilo. Con Cuba, no hay visos del más mínimo cambio, ni siquiera de vuelta a las políticas que se implementaron cuando él fue vicepresidente; y en relación con Venezuela menos que menos, aunque reconocen que nada de lo que han hecho han llevado a lo que es su objetivo confeso: sacar del poder a la revolución bolivariana, logrando nada más sumir al país en una situación calamitosa después de haberle privado del 99% de sus ingresos.
No hay país al que acceda un gobierno con visos de alguna mínima visión nacionalista que no quede en su mira, e inmediatamente se enfila contra él toda la batería de medidas que buscan su estrangulamiento. Véase lo que está sucediendo en Bolivia, en donde se llevó a cabo uno de los golpes de Estado no solo más incruento sino plagado de burdas manifestaciones de racismo e intolerancia: ante el deber de la justicia de juzgar los delitos que se cometieron entre tanto atropello, salta mancomunadamente todo el aparato mediático y político respaldado por los Estado Unidos. Ahí está en primera fila, como no podía ser de otra forma, uno de los principales responsables de aupar el golpe de Estado, el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, y los medios de comunicación que se han alineado incondicionalmente con las políticas de Washington, como la Deutsche Welle, que el jueves pasado hacía una mesa redonda con panelistas que, solo con verlos y antes que abrieran la boca ya se sabían qué argüirían, y en el que la conductora tenía como pregunta generadora principal si Jeanine Áñez, la expresidenta de facto, podría tener un juicio justo.
Salir de Trump para caer en Biden, salir de las brasas para caer en el fuego. Esta será nuestra alternativa en América Latina mientras sigamos eligiendo gobiernos perritos falderos, como tan atinadamente los calificó el expresidente Pedro Pablo Kuczynski del Perú, separados e inermes ante el poderío de quien no ve sino para sus intereses y vilipendia a quien se aparte de sus designios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario