Hoy, a tres décadas de la firma de los acuerdos del Castillo de Chapultepec, figuran otros problemas que no han sido resueltos, pero en el conjunto de la sociedad salvadoreña hay un mejor entendimiento para buscar la mejor solución a sus graves problemas.
Adalberto Santana / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México
Durante la guerra en El Salvador si bien fueron miles los muertos, también es cierto que dentro de los caídos han figurado grandes mártires del pueblo salvadoreño. Dentro de ellos nos viene a la memoria por ejemplo, el Arzobispo de San Salvador, Oscar Arnulfo Romero, quien fue arteramente asesinado cuando celebraba misa el 24 de marzo de 1980. En nuestros días sus ideas religiosas y sobre la defensa de los derechos humanos es uno de los principales paladines de nuestra América. Como el principal dirigente religioso salvadoreño denunció durante sus homilías que pronunciaba cada domingo las constantes violaciones a los derechos humanos, pero también expresó reiteradamente su postura solidaria hacia las víctimas que padecían el rigor de la guerra, pero especialmente por la brutalidad militar del de las fuerzas armadas salvadoreñas. Sus ideas e inclinaciones preferenciales por los pobres, fortaleció la moral de la teología de la liberación que a fines del siglo XX y principios del XXI se desarrolló en el mundo. Consolidándose en la figura del actual papa Francisco.
De ahí que la guerra que el mundo conoció en El Salvador, y el proceso de paz que logró materializarse en ese hermano país centroamericano, ha sido un hito en la historia del mundo. La paz firmada hace treinta años fue para el pueblo salvadoreño un gran avance histórico, político y social. Sin embargo, la solución a todos sus grandes problemas no se han resuelto, simplemente tomaron otras alternativas y soluciones, ajenas a un rumbo menos violento y lleno de una inmensa brutalidad.
Hoy, a tres décadas de la firma de los acuerdos del Castillo de Chapultepec, figuran otros problemas que no han sido resueltos, pero en el conjunto de la sociedad salvadoreña hay un mejor entendimiento para buscar la mejor solución a sus graves problemas. Uno de ellos es el constante flujo migratorio que sus ciudadanos emprenden como una alternativa frente a los problemas de la pobreza. Políticamente, el electorado salvadoreño ha elegido distintas opciones de llevar a sus partidos al poder. En unos primeros momentos de la pacificación la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) continuó en el poder político defendiendo los intereses de la vieja oligarquía y de los sectores medios conservadores. Posteriormente el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) logró cambiar la correlación de fuerzas y llegó a la presidencia durante dos periodos presidenciales con Mauricio Funes (2009-2014) y Salvador Sánchez Cerén (2014-2019). Hoy ambos exmandatarios viven exiliados en Nicaragua.
En nuestros días ocupa la presidencia Nayib Bukele y la vicepresidencia Félix Ulloa hijo (su padre Rector Mártir de la Universidad de El Salvador, fue asesinado por la dictadura militar). Estos dos actuales gobernantes salvadoreños fueron militantes del FMLN. Sin embargo, en nuestros días Bukele fundó el partido Nuevas Ideas, que hoy tiene la gran mayoría de la Asamblea Nacional. De tal forma que es otro el escenario político y social salvadoreño. Con todo, el rumbo de la paz sigue siendo la propuesta para el mejor camino de El Salvador, especialmente en un momento en que crece la pobreza, se agudiza la violencia de las pandillas organizadas, impacta tremendamente la pandemia de la SARS-CoV-2 y se contrae la economía en el mundo afectando a los pueblos más vulnerables como los de Centroamérica. Sin embargo, a nuestro entender, el espíritu de trabajo y esfuerzo del pueblo salvadoreño seguramente lo llevará a mejores momentos de su historia y el siglo XXI tendrá necesariamente otro derrotero.
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